Por Pedro Juan González Carvajal*
Como decía Mafalda, “el futuro ya no es lo que era
antes”, refiriéndose a que el ritmo muchas veces casi lineal de los
acontecimientos, hacía que las cosas, en términos generales, fueran más o menos
previsibles.
La vertiginosidad, la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad
y la ambigüedad de los acontecimientos hoy en día implica que el futuro sea más
difícil de otear, aun cuando existen circunstancias y personajes que hacen que
existan sucesos más o menos previsibles.
Veamos, por ejemplo, lo que acaba de suceder con el anuncio
del expresidente Trump que quiere volver a ser presidente de Norteamérica, lo
cual es legítimo, pero también pone en evidencia ciertos antecedentes que
podrían repetirse.
Es el caso del fomento de la extrema polarización política
en la cual se encuentra sumida la sociedad estadounidense y el ánimo
revanchista de un candidato republicano que insiste que le robaron las
elecciones anteriores.
El posible candidato demócrata, el presidente actual,
Biden, que se ve más envejecido de la cuenta, tratará de conservar el poder a
pesar de ciertas variables que por ahora están al límite de favorabilidad.
Hablamos de la tasa de empleo, del crecimiento económico, de la guerra
comercial frontal con China y de la inestabilidad planetaria afectada por la
guerra entre Rusia y Ucrania y las pruebas militares de lanzamiento de misiles
por parte del Corea del Norte.
La primera imagen del presidente Biden en el Salón Oval el
día de su posesión, mostraba varias carpetas con órdenes presidenciales a ser
firmadas para derogar órdenes presidenciales de su antecesor. En caso de ganar
Trump, no hay que ser brujos para saber que su primer acto de Gobierno será
derogar a su vez, las órdenes presidenciales de Biden lo cual llevará a la
repetición de la repetidera. Volverán los Estados Unidos a perder preeminencia
con Europa y el Golfo Pérsico, el tema ambiental pasará a segundo plano, volverá
a tomar aire la industria de los hidrocarburos, se debilitará la OTAN y quién
sabe qué rumbo tomará la guerra entre Rusia y Ucrania, en caso de que no se
haya resuelto a esa fecha.
La agenda actual ya no incluye por ahora la pandemia, pero
sigue flotando en el aire la posibilidad de que las investigaciones que hoy se
adelantan en contra de Trump tomen algún giro, en cualquier dirección, lo cual
convulsionaría aún más a dicho país.
Mientras tanto el fantasma de una recesión mundial, con
todos los impactos que este fenómeno conlleva, cada vez es más probable.
Los mercados financieros y bursátiles están en alerta, los
gobiernos locales tratan de medio manejar inflaciones galopantes y tasas de
interés elevadas de acuerdo con el recetario ortodoxo que se está aplicando y
que llevará a pérdidas intensivas de puestos de trabajo y mayores exigencias
asistencialistas a los gobiernos.
A lo anterior se suman los síntomas inequívocos de que algo
anormal está pasando con el clima, lo que en el momento está causando enormes
estragos invernales en muchas partes del planeta, y terribles sequías en otras.
Estamos en un momento del tiempo en el cual la
incredulidad, el escepticismo, el cansancio, el agotamiento, la frustración, la
intolerancia y el desasosiego se evidencian a lo largo y ancho del planeta.
Es el momento en el cual nuevos líderes deben aparecer y echarse
el planeta al hombro. Lamentablemente no se ven, o tienen una dimensión muy
local o regional, lo que no se compadece con un mundo completamente globalizado.
Es el momento en que los humanistas todos, los filósofos,
los sociólogos, los sicólogos, entre otros profesionales variopintos, deben
aportar para que el hombre, lo humano, la humanidad y el humanismo salgan
adelante.
Ya como humanidad hemos vivido momentos difíciles en
diferentes épocas. Del caos, pasamos a la civilización y de la civilización al
deterioro, para volver a reiniciar el ciclo.
Miremos el futuro con un prudente optimismo.