Por John Marulanda*
“Los gobiernos que ordenan
a su policía matar, encarcelar, torturar y detener jóvenes no son gobiernos democráticos
y este es el gobierno del cambio”, sentenció el mandatario al anunciar la
multitudinaria liberación de los detenidos, enjuiciados y condenados por el vandalismo
del 2021.
El contexto en el cual
el presidente Petro presentó la muerte de jóvenes en Chile, no tiene nada que ver
con el que se vivió en Colombia a finales del año anterior. Allí imperaba una dictadura
militar que en nada se relaciona con un gobierno civil y democrático como el de
Colombia para finales del anterior calendario. Y esa diferencia de contexto marca
una distancia clarísima entre ambas realidades.
La referencia petrista
no da lugar para proponer la libertad de los jóvenes revoltosos de la Primera Línea,
vinculada con el ELN, para que se conviertan en gestores de paz, especialmente aquellos
condenados por delitos como tortura, homicidio, incendio y vandalismo.
A las declaraciones
del presidente, los ministros de Gobierno, de Justicia y de Defensa, como buenos
cuadrilleros, salieron al quite de un torero comprometido: que no serán todos, que
solo quienes no tengan condenas, que únicamente los sanos, etcétera… “Quiero dejar muy
en claro que esto no es un proceso ni de amnistía, ni de indulto, ni de perdón judicial.
Todos los procesos judiciales de quienes hayan sido judicializados en medio de la
protesta continuarán en manos de los jueces hasta su terminación”, puntualizó
Alfonso Prada, ministro de Gobierno.
El propio ministro de
Defensa, a través de la prensa, corrigió a su presidente: “No van a tener esa
calidad (de gestores de paz) personas que hayan cometido hechos graves o que, por
lo menos, estén imputados por hechos graves”, detalló el funcionario.
Por su parte, el magistrado
Hugo Alexánder Ríos, presidente del Tribunal Superior de Bogotá aclaró: “Todas
las decisiones de los jueces se han tomado sobre la base de un ordenamiento jurídico,
son decisiones legítimas. Quienes han sido privados de la libertad, están allí por
una orden de autoridad competente emitida de conformidad con los procedimientos
establecidos en la Constitución y la ley, luego no hay ninguna detención ilegal”,
dijo el jurisconsulto.
A escasos 100 días de
su mandato, el gobierno Petro ha certificado 35 líderes asesinados, 29 masacres
y una condenada, alias Violeta, como negociadora ante el ELN en Caracas, no sabemos
aún si ganando 800 mil pesos mensuales por su explosivo aporte.
En medio de esta confusión,
el desconcierto crece mientras el orden público se escapa entre las manos del Gobierno
de un extremista de la izquierda que por primera vez llega a la presidencia en Colombia:
seis soldados del batallón Pichincha asesinados, siete heridos y otros tantos desaparecidos
en la vereda Muchiques, municipio de Buenos Aires, Cauca, por cuenta de la cuadrilla
Jaime Martínez de las FARC y dos policías asesinados en Bogotá, en las recientes
horas.
Con la inflación anual
más alta en lo que va corrido del siglo, 12.53 %, un equipo ministerial radical
y primario, el mandatario ha declarado a una cadena radial que “me he empezado
a sentir débil” por cuenta de una tos que no lo abandona, aunque algunos maliciosos
hablan de rumba y whisky, y advierten de videos comprometedores en manos de un alto
exfuncionario del Estado.
El escenario, pues,
no pinta nada fácil para los colombianos que guiados por un fanático anclado en
su pasado revolucionario llegó a la presidencia tras el desencanto de unos electores
que buscaban otro tipo de “cambio” que no sea la continuación de 60 años de violencia
interna y de ser señalados como los primeros productores de cocaína del mundo, factores
que en nada ayudan al buen nombre de la colombianidad. Los vínculos con Maduro,
Lula, Boric y por supuesto con AMLO, dejan una amplia inquietud sobre el giro del
continente hacia la izquierda radical y maluca de esta parte del mundo. Las estadísticas
nos previenen: la opinión pública prefiere un gobierno fuerte, bien de derecha (Bukele)
o de izquierda (¿Petro?) que la malfuncionante democracia actual. ¿Hacia allá nos
encaminamos?