viernes, 9 de diciembre de 2022

Cuando los pequeños se crecen

José Leonardo Rincón S.J
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Estamos acostumbrados a que los fuertes y poderosos tengan el sartén por el mango. Por eso la gente suele irse con el que va ganando, porque es muy cómodo estar con el ganador. Muy pocos se van con los débiles y perdedores. Pasa en el deporte, pasa en la política, pasa en la vida real.

¿Alguno imaginó que Goliat sería derrotado por ese muchachito hebreo llamado David?, ¿alguien le apostó a Arabia Saudí en su primer partido con Argentina?, ¿pensaron los expertos que no estarían en finales Alemania y España?, ¿los excluyentes y racistas sospecharon que una mujer negra y pobre fuera nuestra vicepresidenta?, ¿los pontífices del deporte calcularon que el Deportivo Pereira sería el campeón del fútbol colombiano?

Cuando ocurren estas cosas reina el desconcierto. Las caras largas resultan inocultables.  La pregunta que los desacomoda es ¿qué pasó?, ¿qué falló?, ¿dónde estuvo el error? Es inaudito que esto suceda, lo normal es que pase esto o aquello. El paradigma se ha roto.

Citábamos el caso de David, convertido de pronto en el rey más exitoso de Israel, pero en la historia de salvación, recurrentemente Dios inclina la balanza en favor de los pobres, los marginados sociales, los excluidos, los débiles, los avasallados.

La Navidad que ya se aproxima celebra precisamente eso: el triunfo de lo pequeño sobre la soberbia de lo grande. Dios no escoge como morada el palacio imperial romano, sino una pesebrera perdida en la más infeliz de sus colonias. Y por mamá escoge entre las princesas de todos los reinos y principados, a una jovencita anónima de una pobre vereda de Nazaret. El Todopoderoso, el Creador y Señor del universo, optando por la humildad, la pobreza, la kenosis y la cruz. Una paradoja, un contrasentido, un absurdo.

Me gusta que los perdedores de la historia ganen. Que los olvidados se conviertan en protagonistas. Que los excluidos sean tenidos en cuenta. Que los que siempre han sido los últimos sean los primeros.  Estas lecciones se suceden de vez en cuando como para recordarnos a los que nos gusta siempre ganar, ser competitivos y exitosos, que la lógica de Dios es otra y que aprender el camino de la humildad es todo un sendero que hay que recorrer no siempre sobre ruedas y fácilmente.

Cuando los pequeños se crecen es Navidad, o es la fiesta de las velitas que precede a la Inmaculada Concepción, o es el triunfo de Cartagena sobre armadas invencibles, o es la derrota del tirano invasor en un vetusto puente boyacense, o de la ignominiosa cruz convertida en signo de salvación, o de la vida que triunfó sobre la muerte.  Para que no lo olvidemos nunca.