domingo, 13 de marzo de 2022

Una mano...

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Lava la otra y las dos juntas lavan la cara, es una frase que enmarca una realidad vigente para cualquier lugar del mundo: en donde se encuentren más de dos personas, siempre existe la posibilidad de solucionar las dificultades que se presentan de manera conjunta, porque es posible que solos no lo logren y se tenga que desistir del esfuerzo, por ello el trabajo conjunto, solidario, teniendo un mismo objetivo es el que genera frutos, resultados.

Tenemos hoy alrededor nuestro, en el país y en el mundo, serios y graves problemas de convivencia, en los que en vez de verse en el horizonte soluciones, lo que se percibe es un crecimiento exponencial de los problemas que tarde que temprano afectaran a todos los habitantes, la calidad de vida, la tranquilidad ciudadana, la economía y posiblemente la seguridad interna y la mundial. Son días difíciles que requieren mucho análisis, ponderación y gran visión de futuro, pero sobre todo una convicción profunda de estar trabajando en el beneficio colectivo, que conlleve bienestar.

Hablar de Putin, Maduro, Ortega, Petro y otros más, no conduce a nada, son lideres negativos contrarios al logro de satisfacción de las necesidades humanas, piensan y tienen como objetivo un apetito voraz por  el poder, y hacen lo que sea para tenerlo y mantenerlo, desfalcando el erario público, matando, llevando a la cárcel a los opositores, iniciando guerras sin sentido, inyectando odio de clases, incitando a la violencia y diciendo mentiras por doquier, para simplemente perpetuarse en el cargo.

Los que creemos en la democracia, en el respeto por la vida, los que tenemos principios y valores, creemos que trabajando juntos y con el ejemplo podemos lograr resultados de crecimiento. Debemos unirnos bajo un solo ideal, el de la conservación de la sociedad, el de la unidad, el respeto y la tolerancia.

Me he quedado con la lágrima en la mano, escuchando al presidente de Ucrania, hablando del dolor, la muerte, de los ataques a civiles y a la infraestructura de ese país, que ha sido sin piedad, convirtiéndose en un verdadero genocidio. En minutos extermina a personas y familias enteras, inermes, que sin entender que ocurría buscaban refugio y fracasaron en su intento de huir de la invasión, solo encontraron la muerte. Mientras tanto el presidente de Ucrania implora por la solidaridad de Occidente; eso no puede ser, tiene que pararse esa guerra y juzgar a Putin por crímenes de lesa humanidad.

En Nicaragua pasa igual, muertos y detenidos que participaron en manifestaciones contra el gobierno, candidatos en la cárcel, robo en las elecciones, en fin, un panorama similar, pero a diferencia del anterior es una guerra interna.

Venezuela, no para la persecución, el miedo, el hambre, el terror. Todos huyen mientras un solo hombre con su familia y unos pocos aliados que controlan el ejército mantienen ese sistema putrefacto. Allí sí se requiere una actuación del mundo, pero no lo hacen por miedo a un conflicto generalizado.

Colombia, en el ojo del huracán, una sociedad y sistema de gobierno en riesgo, sin un propósito común, alejado de las posiciones que permitan acuerdos, con líderes que invitan a la convulsión social, alentada por un hombre que no oye, ni ve, que solo piensa en su objetivo, que ha cometido todo tipo de barbaridades y la juventud le copia, que está acompañado por personas que emanan únicamente revanchismo y atacan el sistema y no obstante se basan en la democracia  para lograr el poder y perpetuarse.

No soy nadie para convocar e invitar a los ciudadanos colombianos, pero me siento en la obligación moral de hacerlo, a que desde esta noche después de conocer los resultados electorales piensen seriamente en lo que se viene a continuación, en las elecciones presidenciales. Los invito a que por una vez y que sea el principio de un propósito común de unidad, de trabajo solidario y diario, evitemos la intromisión en nuestro país de doctrinas ajenas a la libertad, a la libre determinación de los ciudadanos, a pensar sin miedo, a expresar nuestras ideas con respeto por las de los otros, a convivir en paz, con un gobierno fuerte, proactivo y emprendedor, en el que las regiones tengan más autonomía, que el empleo, las oportunidades y la creación de empresa sea una alegría diaria. Ese es el país que invito a que promovamos, participemos de él y disfrutemos en armonía la cotidianidad de la vida. Se puede lograr, no es una utopía, si bajamos los ánimos lo lograremos. Les pido entonces reflexión.