Por Antonio Montoya H.*
Lava la otra y las dos juntas lavan la cara, es una frase
que enmarca una realidad vigente para cualquier lugar del mundo: en donde se
encuentren más de dos personas, siempre existe la posibilidad de solucionar las
dificultades que se presentan de manera conjunta, porque es posible que solos
no lo logren y se tenga que desistir del esfuerzo, por ello el trabajo
conjunto, solidario, teniendo un mismo objetivo es el que genera frutos,
resultados.
Tenemos hoy alrededor nuestro, en el país y en el mundo,
serios y graves problemas de convivencia, en los que en vez de verse en el
horizonte soluciones, lo que se percibe es un crecimiento exponencial de los
problemas que tarde que temprano afectaran a todos los habitantes, la calidad
de vida, la tranquilidad ciudadana, la economía y posiblemente la seguridad
interna y la mundial. Son días difíciles que requieren mucho análisis,
ponderación y gran visión de futuro, pero sobre todo una convicción profunda de
estar trabajando en el beneficio colectivo, que conlleve bienestar.
Hablar de Putin, Maduro, Ortega, Petro y otros más, no
conduce a nada, son lideres negativos contrarios al logro de satisfacción de
las necesidades humanas, piensan y tienen como objetivo un apetito voraz
por el poder, y hacen lo que sea para
tenerlo y mantenerlo, desfalcando el erario público, matando, llevando a la
cárcel a los opositores, iniciando guerras sin sentido, inyectando odio de
clases, incitando a la violencia y diciendo mentiras por doquier, para
simplemente perpetuarse en el cargo.
Los que creemos en la democracia, en el respeto por la
vida, los que tenemos principios y valores, creemos que trabajando juntos y con
el ejemplo podemos lograr resultados de crecimiento. Debemos unirnos bajo un
solo ideal, el de la conservación de la sociedad, el de la unidad, el respeto y
la tolerancia.
Me he quedado con la lágrima en la mano, escuchando al
presidente de Ucrania, hablando del dolor, la muerte, de los ataques a civiles
y a la infraestructura de ese país, que ha sido sin piedad, convirtiéndose en
un verdadero genocidio. En minutos extermina a personas y familias enteras,
inermes, que sin entender que ocurría buscaban refugio y fracasaron en su intento
de huir de la invasión, solo encontraron la muerte. Mientras tanto el presidente
de Ucrania implora por la solidaridad de Occidente; eso no puede ser, tiene que
pararse esa guerra y juzgar a Putin por crímenes de lesa humanidad.
En Nicaragua pasa igual, muertos y detenidos que
participaron en manifestaciones contra el gobierno, candidatos en la cárcel,
robo en las elecciones, en fin, un panorama similar, pero a diferencia del
anterior es una guerra interna.
Venezuela, no para la persecución, el miedo, el hambre, el terror.
Todos huyen mientras un solo hombre con su familia y unos pocos aliados que
controlan el ejército mantienen ese sistema putrefacto. Allí sí se requiere una
actuación del mundo, pero no lo hacen por miedo a un conflicto generalizado.
Colombia, en el ojo del huracán, una sociedad y sistema de
gobierno en riesgo, sin un propósito común, alejado de las posiciones que
permitan acuerdos, con líderes que invitan a la convulsión social, alentada por
un hombre que no oye, ni ve, que solo piensa en su objetivo, que ha cometido
todo tipo de barbaridades y la juventud le copia, que está acompañado por
personas que emanan únicamente revanchismo y atacan el sistema y no obstante se
basan en la democracia para lograr el
poder y perpetuarse.
No soy nadie para convocar e invitar a los ciudadanos
colombianos, pero me siento en la obligación moral de hacerlo, a que desde esta
noche después de conocer los resultados electorales piensen seriamente en lo
que se viene a continuación, en las elecciones presidenciales. Los invito a que
por una vez y que sea el principio de un propósito común de unidad, de trabajo
solidario y diario, evitemos la intromisión en nuestro país de doctrinas ajenas
a la libertad, a la libre determinación de los ciudadanos, a pensar sin miedo,
a expresar nuestras ideas con respeto por las de los otros, a convivir en paz,
con un gobierno fuerte, proactivo y emprendedor, en el que las regiones tengan
más autonomía, que el empleo, las oportunidades y la creación de empresa sea
una alegría diaria. Ese es el país que invito a que promovamos, participemos de
él y disfrutemos en armonía la cotidianidad de la vida. Se puede lograr, no es
una utopía, si bajamos los ánimos lo lograremos. Les pido entonces reflexión.