Por Pedro Juan González Carvajal*
Tuvieron
que pasar 27 años para que mi club del alma, el Atlético Nacional, ganara su
segunda Copa Libertadores, penúltimo peldaño antes de ser Campeón Mundial de
Clubes, que en el 2016 nos fue esquivo, siendo conejillos de indias del todavía
hoy controvertido VAR.
En
1989 la desbandada de jugadores fue completa, lo cual impidió tratar de lograr
el bicampeonato, oscurecido proceso y enturbiado además por el mal recordado señor
Leoz, hoy fallecido.
Para
2016 la tragedia del Chapecoense impidió ganar la Copa Suramericana, único
trofeo regional que nos falta por conquistar.
Pero
como sucedió en 1989, también en 2016 la desbandada de jugadores fue grande,
perdiendo el ritmo, la competitividad y la posibilidad de revalidar los títulos
al año siguiente como lo han hecho los equipos verdaderamente grandes.
De
lo que hemos sido testigos desde el 2017 es de un verdadero sainete, con
llegadas y salidas de varios presidentes, gerentes deportivos, técnicos y
jugadores.
Parece
que la lejanía del dueño del Club, por motivos del ejercicio diplomático, ha
dejado al garete a los encargados de tomar decisiones, la mayoría de las veces
equivocadas.
También
nos han acompañado algunas sombras ante decisiones, renuncias y retiros de
directivos que dejan más interrogantes que respuestas.
Presidentes
o muy expresivos o totalmente retraídos. Gerentes deportivos en cabeza de exbuenos
jugadores del Club, pero sin experiencia administrativa. Técnicos con recorrido
y renombre internacional a quienes los ha matado la falta de paciencia de todos
los públicos, interesados por el Club, y jugadores, algunos pocos de jerarquía
y la gran mayoría del montón, que al ser presentados como refuerzos no aportan
ningún factor diferencial real, lo cual lo demuestra su posterior desempeño y los
malos resultados alcanzados.
Han
pasado últimamente sin pena ni gloria, entrenadores de renombre como Lillo, Almirón,
Autuori, Osorio y Guimaraes. ¿Son malos técnicos? ¡No!
La
contratación de jugadores ha sido equívoca y controvertida. Para los hinchas
del equipo que hemos sido aprendices de Curti, de López Fretes, de Zubeldía, de
Luis Cubillas, de Maturana, del Bolillo Gómez, de J.J. Peláez, de Merlo, de
Luis Fernando Suárez, del Sachi Escobar, de Quintabani, de Juan Carlos Osorio,
de Rueda y de otros con menos suerte, es fácil detectar las falencias,
desbalances y las necesidades de la nómina: Al terminar el año 2021 todos
sabíamos que requeríamos un arquero y un back centro y ojalá un verdadero 10
pues ni Jarlan, ni Andrade han dado la talla para echarse el equipo a sus
espaldas.
Sucedió
lo que tenía que suceder y hoy tenemos los problemas que los hinchas veíamos
venir y los directivos no. Entonces ¿para qué los directivos?
Como
dice adecuadamente Farid Díaz, “No es que los arqueros de Nacional sean
malos. Lo que pasa es que necesitamos uno bueno”.
Y
ese arquero bueno ya no va a ser Armani con su prometido e incumplido regreso.
Miremos más bien por el lado de Ospina que con sus 33 años nos podría acompañar
el resto del decenio.
Siendo
respetuoso del libre desarrollo de la personalidad, está bien que los jugadores
estén pendientes del corte y el color de su cabello y de los tatuajes hoy tan
de moda, siempre y cuando se obtengan resultados deportivos. Como sucede con
los vendedores a nivel empresarial, se les pasa y tolera casi todo si cumplen
la cuota, si no, pues tienen que retirarse.
Como
entramos de carambola a la Copa Libertadores, pues nos corresponde jugar unos
partidos iniciales antes de pasar a la ronda de grupos, que es la instancia
donde verdaderamente comienza el certamen.
El
no llegar a la instancia de grupos, implica haber fracasado en los partidos
iniciales para llegar a formar parte de los equipos que entrarán en la verdadera
competencia.
Se
improvisan técnicos y se anuncian procesos. Ya es sabido que no hay tiempo de
procesos. Se requieren técnicos manejadores de grupo, efectivos y ganadores.
Lo
que si tiene que ser un imperativo es tener una buena estrategia para formar
jugadores desde las divisiones infantiles y juveniles para que se nutra al
equipo profesional o para que sean vendidos muy jóvenes a equipos del exterior.
Da
envidia ver como el Envigado, el Deportivo Cali, el Atlético Junior y el
Millonarios de Gamero sacan jugadores a dos manos de sus respectivas canteras.
La
estrategia de recuperar y repatriar jugadores o exjugadores de gran calidad,
pero con muchos años encima, puede que dé resultado una que otra vez, pero no
puede ser la única apuesta al buscar refuerzos y finalmente lo que se hace es deteriorar
la imagen del ídolo.
Esperemos
que la alta dirección acierte con el nombramiento de un buen técnico en
propiedad y que la política y la estrategia para vincular jugadores sea seria, oportuna,
pertinente y ganadora.
El
Atlético Nacional, merece muchísimo más de lo que últimamente y hoy, estamos
viendo.