Por John Marulanda
La
ciencia, entendida como un cuerpo organizado de conocimiento, con leyes fijas y
con capacidad de predictibilidad, ha ayudado a desvirtuar algunos de los mitos
propios de la evolución humana. Pero irónicamente la tecnología, hija directa
de la ciencia aplicada, nos ha traído hasta las redes sociales que son ahora el
instrumento preferencial de los mistificadores de siempre, que existen desde
antes de los egipcios.
De
Santa a micro drones
La
Navidad es propicia para hablar de encantamientos, de fantasías. El pesebre, el
niño Dios, el árbol de Navidad, Papá Noel, Santa Claus viajando desde el Polo Norte
en un trineo aéreo tirado por renos, Rudolf entre ellos, y entrando por una
chimenea, etc… son mitos de esperanza y de fe religiosos a los cuales la NASA,
que le sigue el plan de vuelo a Santa desde su iglú, aún no logra erradicar de
nuestra cultura occidental judeocristiana. Y si bien los adultos sonreímos con
esas narrativas, las mismas formaron parte de nuestro mundo infantil.
La
doctrina de la conspiración reina hoy más que antes. Ahora se llama posverdad y
su cadena de trasmisión son las redes sociales. Un ejemplo del encantamiento
que manejan las redes sociales es la web de un joven que en 2017 creó “Los pájaros no son reales”, teoría
conspiranóica según la cual las aves son mini drones diseñados para espiarnos y
su popó es tecnología de rastreo en forma coloidal. Unos 350 mil seguidores
están registrados en la página de esta gran broma. Y no mencionaremos aquí el
caso de la pandemia del serial covid y su correspondiente sistema de vacunas.
Cualquier papanatas difunde una especie por las redes y más de uno le da
credibilidad como si fuera un nuevo sol que ilumina la historia. Aprendices de
brujos o magos auto preparados en las artes del sofisma, convierten la realidad
en una colcha de dudas, de incertidumbres. La verdad, entonces, descienda a un
nivel de improbabilidad o por lo menos de sospecha y empieza a perderse en la
oscuridad de alguna secta secreta que chupa la sangre de los niños, como se
decía de los cristianos en los años de las catacumbas. Así de atávico es el
entramado cerebral que facilita el implante de la maquinación.
Navidad izquierda
Pero
el hechizo propio de diciembre es permanente en el mundo de la política por
cuenta del comunismo, socialismo, progresismo, transhumanismo o como se quiera
llamar. La fabricación del encantamiento es sencilla, conocida y efectiva: uno
o varios mentirosos propalan ciertas “realidades” y convierten la verdad en
duda. De ahí en adelante el proceso se desenvuelve auto dinámicamente. La
izquierda política ofrece una permanente “Navidad” de paz, amor, miel, leche y
felicidad. Sus voceros repiten fantasías de gratuidad e igualdad. Estas
campañas fantasiosas calan especialmente entre jóvenes en búsqueda de novedades
o entre personas incapaces o perezosas para razonar y argumentar. Coros de
caras felices estilo Mao, se publicitan aplaudiendo el arribo del paraíso.
La
Navidad pasa. Los pastores y el árbol vuelven a sus cajas y al depósito. La
cuesta de enero nos aterriza y la brega en el mundo real, reinicia. En el caso
del socialismo, el asunto no es diferente, solo que, en medio de los renovados
hambre, violencia y desplazamiento forzado, los magos oportunistas siguen
resonando en las redes anunciando estrellas salvadoras, posverdades
irrebatibles, mientras los imbéciles, los ingenuos y los perversos de siempre
caen en la reciclada miseria humana. Duro es entrar en la realidad de la
cuaresma, pero más duro es continuar en el engaño, con el amargor de la
realidad golpeándonos. Y así ha sido desde antes de las pirámides, repito.
El
mundo y la vida humana se mueven entre ciclos litúrgicos e hipnosis políticas
masivas, como las de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela. Aquellos nos
permiten soñar por un rato; estas nos condenan a décadas de tinieblas,
frustraciones y propaganda mentirosa. Feliz y larga Navidad para mis amigos en
Chile. Ho, ho, ho.
Y
feliz Navidad para mis lectores a ambos lados de la frontera.