viernes, 24 de diciembre de 2021

La Navidad rompe paradigmas

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.

Este acontecimiento que la humanidad celebra anualmente desde hace más de dos milenios tiene la proverbial propiedad de ser siempre antiguo y siempre nuevo. La Navidad tiene el encanto de seducirnos cada año y sorprendernos con nuevas resignificaciones. Este año, por ejemplo, he estado pensando que la Navidad desde su mismísimo origen ha roto muchos paradigmas.

Los dioses y las deidades ordinariamente reposan en sus cielos y olimpos y desde allí observan o controlan el devenir humano, siempre inferior en capacidades y poderes, y siempre sometido a reconocer la superioridad de estos seres. En el cristianismo se rompe este paradigma: el único Dios, omnipotente creador, no se queda apoltronado en su cielo mirando con indiferencia la “pobre humanidad, agobiada y doliente”, sino que decide encarnarse, haciéndose uno como nosotros. Ese fenómeno kenótico de humillación y abajamiento es inédito, pues se trata de abajarse para suscitar lo contrario: dignificar al ser humano elevando su condición lábil y finita.

Pero sorprende aún más que ese Dios, busque insertarse en nuestra historia, en un país venido a menos, en una provincia poco importante (¿de Galilea puede salir algo bueno?), en una vereda insignificante, escogiendo como padres una pareja de humildes campesinos que a duras penas pueden vivir con lo que tienen. Y ni siquiera puede tranquilamente nacer allí pues la pareja debe migrar al sur, donde no hay posada para ellos. Una pesebrera será su cuna, rodeados de animales y gente humilde. No hay palacio, no hay corte, no hay servidumbre, no hay nada.  Eso rompe nuestros usuales paradigmas respecto de donde debe nacer un príncipe.

La humilde mujer, de forma valiente, ha aceptado ser la madre de Dios. ¿Ha presumido de algo al saberse elegida?, ¿se siente obligada a ser atendida con especiales cuidados y prebendas? Nada. Se levanta, se pone en camino, corre presurosa a servir a su prima mayor embarazada seis meses antes, a esa pobre vieja que con desprecio llamaban estéril. Y con ese gesto se adelanta a lo que su hijo dirá luego de sí: no he venido a que me sirvan, sino a servir. Otro paradigma que se rompe para quienes esperan instalarse para ser atendidos y recibir toda clase de cuidados. María nos enseña a salir de nuestro propio amor para darnos a los demás.

Finalmente, de José, el carpintero, a quien homenajeamos este año de modo especial, también podremos decir que rompe paradigmas. Porque es padre por adopción y acepta ese rol con dignidad indescriptible, tentado de repudiar a su mujer por eventual infidelidad, sujeto de dudas y burlas, sin embargo, acepta su condición con altura, sin complejos. Renunciar al ego y la buena fama, rompe paradigmas en un mundo estresado por los rankings y los ratings de popularidad.

Les deseo una feliz y bendecida Navidad. Qué bueno celebrar el nacimiento en nuestro corazón de un Dios que rompe paradigmas, nos descoloca, nos mueve el piso y nos invita a construir un mundo mejor para todos.  ¡Abrazos!