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miércoles, 4 de septiembre de 2024

Seguiremos pagando para que Petro nos manipule

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Aunque desde el mes de agosto de 2022 dejé de pertenecer a la pasiva comunidad de espectadores de la televisión nacional, pude comprobar, a raíz de la advertencia que me hizo llegar un amigo experto en publicidad y mercadeo, cómo es que el gobierno Petrista ha puesto a su servicio los canales televisivos.

Ya no se limita a la orientación de los medios noticiosos para que oculten o justifiquen los continuos escándalos de la camarilla gobernante, haga eco a las continuas falacias del régimen o estigmaticen a sus oponentes. Para eso está la publicidad oficial pagada, así como los jugosos contratos de asesoría para premiar la lealtad de comunicadores aliados.

Ahora se ha entrado de lleno en las mentes de los ingenuos televidentes para presentarles como cierta cualquier afirmación que convenga a los intereses oficiales, a través de mensajes diseñados con el propósito de manipular a quienes los reciben. Y así, en medio de un tema cualquiera, dan por hecho que ya todos los ancianos tienen derecho a una pensión de vejez que antes no tenían, que los trabajadores están recibiendo tierras para que las trabajen como dueños, que los jóvenes tienen derecho a una importante mesada para sus gastos, y así sucesivamente.

Eso, en el idioma castellano se llama manipulación. Y ocurre, si no lo había notado, que la manipulación es una de las principales herramientas cuando se trata de una batalla cultural.

Repitamos una vez más: Colombia no se enfrenta a la lucha política de una facción izquierdista por el poder. Las elecciones pasadas y las que probablemente tendremos en 2026 no son un simple enfrentamiento electoral por el poder, constituyen una verdadera batalla cultural en las que nos estamos jugando qué clase de país queremos: ¿Uno respetuoso de la convivencia pacífica, de la Constitución y de las decisiones democráticas que tome el pueblo, u otro en el que sigan detentando el poder quienes quieren destruir nuestras instituciones, eliminar la propiedad privada, gobernar por encima de la Constitución y la Ley e imponer su ideología violenta y materialista?

Las posibilidades de manipular desde la política la opinión del público aumentan de manera proporcional al poder político que se detenta(LAJE, Agustín, La batalla cultural, Harper Collins México, pag.161)

Ya el sátrapa cuenta con el mayor poder que tirano alguno pueda soñar para manipular a su antojo la opinión del pueblo. Ha entrado, desde su posesión a apoderarse de los grandes fondos presupuestales (la salud, las pensiones, las grandes empresas estatales); va para la tercera reforma tributaria sin que se sepa a ciencia cierta cuáles son las inversiones o programas urgentes para el pueblo que van a ser financiados; sus aliados (narcotraficantes y organizaciones criminales) que financiaron su campaña electoral continúan como sus aliados en el Gobierno; la corrupción se ha elevado a niveles jamás alcanzados en la historia nacional y van sus rendimientos a parar a las manos de los aliados del sátrapa mientras se obliga al Estado a comprar bienes y servicios por precios que superan varias veces su valor comercial. Por supuesto, dinero para la manipulación de la opinión pública sobra y sobrará.

Vale la pena anotar que, en contra del rechazo popular contra el régimen, quienes deberían encabezar un movimiento de oposición total permanecen al margen de las democráticas propuestas para sustituir al tirano y enderezar al país por un nuevo camino. En otras palabras, sigue el camarada Petro manejando esta finca como mayordomo sin amo y sin control alguno.

Como dice el citado autor:

“Los hombres pueden pensar que piensan por sí mismos, según la esperanza de Kant, pero no harán más que repetir los nuevos dogmas impartidos por los mismos que en sus manos tienen los controles de la política(Laje, Agustín)

viernes, 27 de octubre de 2023

No hay que confiarse

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Razón tenía el finado Álvaro Enrique, riguroso ingeniero de la UIS y jesuita, un tanto exótico, cuando maliciosamente, pero en serio, afirmaba: “hay verdades, hay mentiras y hay estadísticas”. Como quien dice, que estas pueden ser ciertas, pero podrían ser manipuladas, como las encuestas, algunas de las cuales, lo sabemos, son pagadas para mostrar resultados favorables a quienes las patrocinan.

La lección debió aprenderse con el plebiscito de Santos cuando nos decían que con el 85% ganaba el SÍ. Ese día llovió y la pereza dominical confinó en sus casas a los ganadores. Perdieron. Y lo que vino después ya lo sabemos. El domingo pasado en Argentina, ¿no dizque ganaba sobrado Javier Milei y le sacaron seis puntos de ventaja? Entonces, no hay que confiarse, ni el que se siente vencedor, ni el que cree que ya está derrotado.

Tendremos nuestras propias elecciones este domingo y la abstención debería ser derrotada por el libre ejercicio del derecho al voto. Si usted calla, usted otorga, permite que otros decidan por usted, de modo que después no tiene ninguna razón para quejarse. Las elecciones son la fiesta de la democracia que nos permite manifestar lo que pensamos y también lo que queremos. Nos faculta para elegir a nuestros gobernantes. No en vano la sabiduría popular asegura que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, ya porque fue los que eligió, ya porque que dejó que otros lo impusieran.

No hay que confiarse. Le tengo pánico a las encuestas y a las intencionalidades que hay tras ellas. Pueden ser usadas para llevar el agua al molino, esto es, para que cual borregos concluyamos: ¿para dónde va Vicente? ¡Para donde va la gente! Y se renuncie cándidamente a las propias convicciones porque hay que unirse al señalado carro de la victoria pues, ¿cómo perder si en realidad pudiésemos ganar? Entonces voto, no por el candidato que yo quisiera sino por el que me dicen los otros que va ganando.

Y, paradójicamente, por no decir perversamente, las encuestas pueden ser manipuladas para lograr el efecto contrario, que es lo que me parece ha sucedido en eventos electorales recientes: generar una sensación anticipada de triunfo de modo que su efecto sea el relajamiento: “igual, ya ganamos, mi voto no va a cambiar el resultado, así que como no es necesario, no voto, mejor me quedo durmiendo en casa, qué pereza tener que salir con este día lluvioso” y resulta que sí, que sí era necesario, importante, que contaba. ¡Cuidado!

Nos falta madurez política o más exactamente, nos falta una mayor formación política para contar con una conciencia crítica. Todos criticamos los politiqueros, pero todos caemos ingenuamente en sus estrategias. Sabemos de antemano que los discursos populistas son siempre engañosos, pero de narices nos vamos directo al hoyo. Ya hemos comprobado que los colores con los que se visten no son pieles naturales sino vestidos que cambian según conveniencias al mejor estilo camaleónico. El pueblo ingenuo matándose por defender y elegir una causa X o Y, y resulta que el tal personaje, una vez electo, abandona literalmente la causa, se voltea, se vende, renuncia al cargo, deja abandonadas sus huestes. Repetimos la historia.

Aprovechemos inteligentemente esta jornada electoral para ejercer democráticamente nuestros derechos. Hagámoslo con seriedad y conciencia. Actuemos auténticamente y no arrastrados por la corriente. Puede ser que ganemos, puede ser que perdamos. Lo importante es que fuimos nosotros mismos y no lo que otros dijeron que teníamos que ser. ¿De acuerdo?

viernes, 13 de septiembre de 2019

Confusión y oscuridad

CONFUSIÓN Y OSCURIDAD

José Leonardo Rincón,S.J.

José Leonardo Rincón
Decía la reinita que Confucio fue el inventor de la confusión. Pobrecilla, estaba realmente confundida. Pero no solo era ella, ni los de su corte. En este Macondo más de uno por estos días anda patinando en los jabonosos ámbitos del fake-news que hace que no sepa a quien creerle. La estrategia es perfecta: divide y reinarás, divide y vencerás.

Es realmente asombrosa la capacidad que tienen algunos para lograr desorientarnos. Ponen a circular por las redes sociales alguno de sus cuentos y estos se reenvían multiplicados exponencialmente en cuestión de minutos. Todo el mundo se comió el cuento entero, facilito, facilito y nunca se preguntó si era cierto. Los escenarios políticos y económicos globales también cambian de un momento a otro gracias a un mensaje por Twitter o a una cadena por WhatsApp. No me refiero aquí a memes simpáticos y cargados de humor sino a esos que diciendo mentiras de lado y lado, incitan al odio, siembran cizaña y conducen a otros a peligrosas actuaciones.

Esto que actualmente ocurre es lo que yo llamo tiempos de confusión y oscuridad. Ya no se sabe a quién creerle. Todos dicen tener la verdad, pero todos dicen o han dicho mentiras.  En tiempos de conflictos y de guerras, se sabe por siempre, la primera víctima ha sido y sigue siendo, la verdad.

Así las cosas, estamos abocados a no tragar entero, a ser escépticos frente a esas “verdades” que aparecen de buenas a primeras, a permitirnos un resquicio a la duda, a pedir tiempo para pensar, a buscar la manera de discernir, a no dejar que se nos manipule tan fácilmente, a escuchar siempre las diferentes versiones, a construir nuestros propios conceptos y buscar sacar conclusiones más objetivas y menos calenturientas. Este es mi lacónico mensaje de esta semana. Si tenemos algo de fe, pidámosle al Espíritu divino que nos regale el don del discernimiento para que con la ciencia y la sabiduría nos dé entendimiento y mucha fortaleza para saber tomar las mejores decisiones y, sobre todo, no equivocarnos en nuestras actuaciones.

Como colofón final, recuerdo que a los pocos días del asesinato de Galán, hace 30 años, capturaron a los autores intelectuales. No eran ellos. Nos mintieron. Después supimos que los carteles de Medellín y Cali tenían que quitarse de encima al común enemigo y lo hicieron desde las más altas esferas del Estado disfrazando de mansas ovejas a los lobos feroces. Igual hicieron con muchos hace una década, engañándolos, camuflándolos de guerrilleros, asesinándolos vilmente para mostrarlos como bajas en combate, para ganarse ascensos y quedar bien con los jefes que pedían a gritos resultados efectivos. Nos mintieron. Eran los infelices falsos positivos. ¿Será que algo aprendemos de la historia?