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jueves, 27 de junio de 2024

Alcaldes y gobernadores unidos por Colombia

Andrés de Bedout Jaramillo
Andrés de Bedout Jaramillo

Nos sentimos muy orgullosos y agradecidos, con los alcaldes y gobernadores que elegimos en la mayoría de los municipios y departamentos de Colombia, en las pasadas elecciones.

Es de admirar la forma en que han venido trabajando por sus ciudades y departamentos, optimizando recursos, aplicando austeridad, pidiéndole al Gobierno nacional, cumplir mínimamente con sus obligaciones, en seguridad, salud, educación, vivienda, infraestructura, etcétera, y proponiendo alternativas. Pero nada, son desatendidos, ignorados, entorpecidos en su andar, por un Gobierno, que fuera de que no hace nada, hace todo lo posible para que los gobernantes locales no puedan tampoco hacer nada. Aunque se atraviesa como vaca muerta para que nuestros municipios y departamentos no puedan avanzar, nuestros valientes alcaldes y gobernadores, con las uñas, siguen dispuestos a dar la batalla por sus pueblos, conscientes de que nada pueden esperar de este Gobierno.

Qué injusticia, qué irresponsabilidad, no hay derecho. Mientras los impuestos, tasas y contribuciones llegan al ente central, este los dilapida en gastos innecesarios y lo correspondiente a inversión física y social va a dar al bolsillo de sus corruptos secuaces.

Si Medellín se atrasó de 10 a 15 años en la administración anterior, Colombia se atrasará de 20 a 25 años en esta administración.

En Medellín el proceso de reconstrucción se inició con volver a organizar el despelote que dejaron en todas las dependencias y empresas del conglomerado, hasta donde se ha podido, en esa tarea. Hay más de 600 hallazgos de actuaciones irregulares que ya están en manos de las autoridades competentes y siguen apareciendo más; qué desastre, estos personajes llegaron fue a acabar con todo, igualitico a como lo está haciendo el presidente actual lo que garantiza que la reconstrucción de Colombia va a durar más que la de Medellín. 

Nosotros, los ciudadanos colombianos aptos para elegir, no podemos volver a cometer errores como el de Medellín y el de Colombia. Gracias a Dios y a la cordura de la mayoría de nuestros compatriotas, elegimos en la mayoría de los municipios y departamentos del país, buenos alcaldes, concejales, gobernadores y diputados, que con su accionar, están logrando reducir en un 50% la acción destructiva del Gobierno nacional.

No me quiero ni imaginar qué sería de nuestra hermosa y querida Colombia si en las regiones estuviéramos también en manos del Pacto Histórico y sus aliados, como lo estamos en el ámbito nacional.

Seguimos guardando la esperanza en el juicio político, que permita parar este huracán de destrucción y malos manejos del Gobierno nacional actual.

Nuestro reconocimiento agradecido, a los valientes gobernadores y alcaldes que llevan ya 6 meses de arduo y efectivo trabajo, unidos, enfrentando al desentendido e irresponsable Gobierno.

Hoy más que nunca debemos acompañar al gobernador de Antioquia y al alcalde de Medellín en la vaca para terminar las 4G y en la recolección de firmas, con miras al referéndum que permita que buena parte de los impuestos de renta y patrimonio, se queden en las regiones.

sábado, 15 de mayo de 2021

¿Se puede la democracia representativa?

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Según lo establecido en nuestra Constitución del 91, en Colombia tenemos un sistema de democracia representativa, lo que significa, que supuestamente, son el presidente, los gobernadores, los alcaldes, las juntas de acción comunal y las juntas administradoras locales, además de senadores, representantes, diputados y concejales, los que deben representar los diferentes estamentos de la sociedad, que votó por ellos. Estas personas, elegidas con nuestros votos, se supone deberían estar en contacto permanente con el pueblo (indígenas, negritudes, desempleados, centrales obreras, estudiantes, comerciantes, industriales, gremios, ambientalistas, etcétera, pero desafortunadamente este mecanismo de representación democrática, de participación ciudadana, no está funcionando correctamente, por haberse perdido el norte de lo que significa la prevalencia del interés general sobre el interés particular. Es que el estatus económico, social y político de nuestros presuntos representantes esta tan elevado, que los aísla en una burbuja que les impide vivir, sentir y compartir, con y como el común de los colombianos.

Todos nuestros supuestos representantes, están de acuerdo con el paro, pero dicen no representarlo, porque por lo general siempre está acompañado de hechos vandálicos y violentos, que por supuesto rayan en el código penal y afectan la paz y tranquilidad que nos merecemos la gran mayoría de los colombianos. Es como si el país estuviese en manos de un poco de bandas de delincuentes dispuestos a, por la violencia, destruir todo lo construido para el bienestar de toda la sociedad. Y nuestros supuestos representantes nada pueden hacer, ni siquiera se les ocurre nada.

Este tipo de actitudes, obedecen a que la democracia representativa no está funcionando por estar dedicada a la búsqueda de intereses personales, tanto de quienes nos representan, como de los vándalos violentos que nos quieren exterminar, para poder perpetuar a sus anchas, el caos y el desorden, del que solo se pueden aprovechar unos pocos. Es muy raro que sean los sectores que tienen sus senadores, sus representantes, sus concejales, sus diputados, sus alcaldes, sus gobernadores, sus JAC y sus JAL, los que están marchando. La mayoría lo hace pacíficamente y unos pocos ejercen la violencia, aprovechan las marchas, apoyadas por todos, rechazadas por todos y que nos afectan a todos. Mejor dicho, se trastocaron los valores, el interés general es el de mantener el caos, amparados en una actitud, débil e hipócrita de nuestros supuestos representantes, bien pagados, dotados de camionetas blindadas, escoltas y equipos de asesores.

Hemos acostumbrado tan mal a nuestros supuestos representantes con sueldos, camionetas y escoltas, que el mejor negocio es el de buscar por todos los medios una elección popular en un supuesto cargo, que los coloque en prelación frente a los demás colombianos; prueba de ello son los miles de candidatos que participan en la contienda de la supuesta representación popular.

La señal que están dejando es la de representar sectores y no representar a nadie, para que, ingenuamente, el pueblo crea que va a ser tenido en cuenta, haciéndose sentir, perjudicando y perturbando el interés general, como quien dice: el cambio social se logra incomodando y destruyendo a la sociedad, pero resulta que la sociedad no se va a dejar, la paciencia se está acabando.

Ante tanta violencia, desorden y confusión, no puede ser posible que ahora la fuerza pública no pueda cumplir con su función constitucional de defender la vida y los bienes de la sociedad, defensa que tienen que hacer buscando a los vándalos, a los violentos dentro de los pacíficos marchantes, quienes terminan sirviendo de idiotas útiles de los que se quieren quedar con el botín del Estado.

Cuando hay una emergencia sanitaria, acompañada de una emergencia social y política, es la oportunidad para que nuestros dirigentes de las ramas legislativa, ejecutiva y judicial, además de los organismos de vigilancia y control, se pongan a tono con la situación que vivimos, mostrando que son colombianos, como lo somos todos, iguales ante Dios, la patria y la ley; ya no vale la pena seguir obrando en contravía del grito enfurecido e interminable de todos los colombianos, que reclaman un comportamiento más acorde con la realidad, que permita recuperar confianza en las instituciones, para que estas funcionen en pro del interés general.

Yo no sé si en las reuniones del presidente con los congresistas, los partidos políticos, los magistrados de las diferentes cortes y organismos de control, han tratado el tema de sus altos salarios y beneficios, para plantearle a los colombianos algo más racional, más acorde con la situación real que vivimos. Cómo sería de bien recibido y cómo ayudaría en la búsqueda de recuperación de confianza en las instituciones, una decisión de autorreducción de salarios y prestaciones de congresistas, magistrados, diplomáticos y de todos los funcionarios del Estado, cuyas ganancias rayan en la exageración, aun en épocas de bonanza, y que ya los colombianos no somos capaces de seguirles pagando.

Sería muy saludable para Colombia, altos funcionarios que se conecten y compartan, que se comporten como colombianos comunes y corrientes, saliendo de la burbuja que los tiene atrapados para alcanzar un posible contacto con la realidad, acercándolos al pueblo. Ellos no escuchan, porque ni siquiera lo ven y las necesidades de los colombianos no dan tregua, como para seguir aguantando la ineficiencia e ineficacia de nuestros supuestos representantes, lo que ha quedado al desnudo durante esta crisis económica, política y social. El descrédito de los partidos y movimientos políticos y por ende de las instituciones del Estado, es total, los sentimos muy lejos de nosotros, al común de los colombianos. No nos están prestando los servicios y menos la representación para la que fueron establecidos. La desconexión es total, lo que hace más difícil la recuperación de confianza en las instituciones.

No puede ser que la Unidad de Protección tenga más de 3.000 carros, en su mayoría de alta gama, blindados y yo no sé cuántos escoltas, ni cuántos conductores, sin ningún aparente control eficaz. Lo único claro es que eso es una sinvergüenzura que se debe acabar. Todos debemos estar en igualdad de condiciones frente a los innumerables riesgos que a diario tenemos que enfrentar los colombianos, a excepción de los protegidos, nuestros supuestos representantes. Si se hace un estudio de costo beneficio, pierden el año, hasta delinquen en los carros suministrados por el Estado. El que quiera carro que lo compre o que lo rente y si quiere escoltas, que los contrate de su propio bolsillo.

El pueblo no quiere más protegidos, a costas de los desprotegidos y más cuando esos protegidos, como que no son los que nos representan.

Que el Espíritu Santo, toque los corazones de nuestros políticos, los ilumine para que tomen rápidamente las medidas de autocontrol que les permita ser y sentir como cualquier colombiano, sacándolos de la burbuja que ellos mismos crearon para beneficio propio y de sus cercanos.

sábado, 4 de enero de 2020

Los nuevos gobernantes


Por Andrés de Bedout Jaramillo.*

Andrés de Bedout Jaramillo
El primero de enero se posesionaron los nuevos alcaldes y gobernadores. En el caso de Antioquia, donde pude seguir estos actos de cerca, inclusive asistir a la posesión del alcalde del Municipio de Santuario, me impactó favorablemente el hecho de que pusieron a Dios y a nuestra Iglesia Católica por delante, mejor dicho se encomendaron a nuestro señor Jesucristo, invitaron al buen comportamiento de sus pueblos y muy especialmente al de sus inmediatos colaboradores y al de ellos mismos. Públicamente se comprometieron a trabajar por las clases más desfavorecidas, a buscar en sus actuaciones el bien común, a continuar las obras que dejaron iniciadas sus antecesores, a cuidar y considerar como sagrados los dineros públicos, a trabajar duro en la generación de empleos dignos y formales, con las obras públicas y el apoyo a la grande, mediana y pequeña empresa, en las zonas urbanas y rurales, a trabajar unidos, buscando objetivos comunes entre gobiernos locales y regionales, a trabajar de cara y con las comunidades, con gobiernos de puertas abiertas, de autocensura, con autocontrol, respeto, inclusión, conscientes de que la unión hace la fuerza y que las diferencias se respetan civilizadamente.

Yo estoy muy optimista, muy positivo, este va a ser un cuatrienio de mucho desarrollo y bienestar, donde la paz y tranquilidad, fruto del buen comportamiento que nos enseña la Biblia, acompañados por nuestra Iglesia Católica y de la mano de nuestro señor Jesucristo, nos van a dar las fuerzas suficientes para enfrentar los momentos difíciles que se presenten. Nuestros gobernantes estarán iluminados por el Espíritu Santo en el manejo de sus responsabilidades. Han tenido el valor de reconocerse públicamente cristianos, creyentes y practicantes de nuestra religión, de nuestros principios y valores, de la importancia de la familia en la sociedad y de la Iglesia Católica, respetando la diversidad y trabajando por la inclusión.

Para todos la educación y la calidad de la misma, ocuparán lugar primordial, para que seamos iguales y libres. Las vías de comunicación, desde las 4G hasta las placas huellas, y el internet estará a todos los rincones donde también llegarán los servicios públicos, que garantizarán la calidad de vida en las zonas más apartadas, que frenarán la migración a las ciudades y que permitirán el desarrollo de nuestros campos con las empresas agropecuarias transformadoras, como futuro de generación de empleo y de riqueza.

Se dará solución a los elefantes blancos que la improvisación, los desaciertos, la falta de mantenimiento y hasta la irresponsabilidad, han permitido su existencia, en obras públicas y privadas, perjudicando a comunidades enteras.

Todos debemos comportarnos bien, trabajar duro, estudiar duro, aplicar permanentemente los principios y valores que nos enseña nuestra religión católica, porque queremos un futuro mejor para nuestros hijos, para nuestros nietos y para nosotros mismos.

Tenemos la mejor gente, la mejor tierra, la mejor ubicación geográfica frente al mundo, el mejor clima, todas las ganas y la fuerza para salir adelante; concentrémonos en lo que debemos hacer para lograrlo.

Las condiciones están dadas, de todos depende lograrlo, con familias fuertes, tendremos una sociedad fuerte, unos municipios fuertes, unos departamentos fuertes, una nación fuerte.

Ánimo, para atrás ni para coger impulso, todos a una.

martes, 29 de octubre de 2019

De cara al porvenir: ahora sí, a trabajar


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Antes de cualquier cosa, mis felicitaciones para los candidatos que resultaron electos en la reciente jornada electoral. Que la providencia y su honradez profesional les permita realizar muy buenos mandatos.

Como ciudadano, espero que dentro de 4 años no tengamos que ver el listado de algunos de los gobernantes electos en los pasados comicios, que están enredados por malos manejos. Si así ha de ser, ojalá que ni se posesionen.

Muy dura fue la contienda electoral, mucho sudor y muchos recursos fueron aportados para llegar al destino final. Eso sí, que quede claro que nadie los obligó a participar en este dispendioso y desgastante ejercicio democrático. Fue por su propia cuenta, riesgo e interés que disputaron tan dura jornada y hoy deben comenzar a servirle a la comunidad toda, sin hacer distingos políticos, como manda una verdadera democracia.

Esperemos que los ciclos tradicionales no se repitan por el bien de todos, y se capitalicen y se aprovechen las experiencias pasadas.

Mal favor se le hace al desarrollo anhelado, poner espejos retrovisores con aire de revancha. Se debe continuar con lo bueno, corregir lo enmendable y no continuar con lo malo. Hay que recordar que todos los gobernantes de todas las épocas han tenido aciertos y desaciertos. Aquí no hay ningún Adán y ninguno ha sido un gobernante infalible.

De igual manera, por qué no tener en cuenta las propuestas razonables de aquellos que no fueron electos, pero que pueden ayudar al reforzamiento y mejoramiento de la propuesta ganadora.

Es de suponer que las llamadas “Comisiones de empalme” sirvan de verdad para entender lo que se entrega y lo que se recibe y no se conviertan en un rito más, que solo sirve para dejar constancia y obviamente para perder tiempo.

Siendo respetuoso de las dinámicas políticas, es bueno que los ganadores reciban, como es apenas natural, las hojas de vida aportadas por quienes los apoyaron, pero ojalá previamente, habiendo determinado y exigido perfiles humanos impolutos y perfiles profesionales idóneos y ojalá con alguna experiencia. El gobierno local se da alrededor del alcalde y del gobernador que se supone tienen unos miembros que les colaboran, aportándole en el ejercicio de sus funciones, en una verdadera labor de equipo.

Personajes con alguna sombra de duda, es mejor no nombrarlos para evitar futuros desgastes, y como decía algún ilustre gobernante, uno puede nombrar a aquel que pueda después, desvincular.

Sería una verdadera irresponsabilidad y una muestra temprana de ineficiencia, el invertir o perder el primer semestre del año entrante, dizque revisando lo que entregó la administración anterior, haciendo libros de colores y elaborando a las carreras el proyecto de Plan de Desarrollo, que desde ya debe ser iniciado para ser radicado al momento de las instalaciones de los Concejos y Asambleas, pues con el argumento de la participación ciudadana, se desarrollan ritos que  ya se deberían haber realizado cuando se construyó el respectivo Programa de Gobierno que se inscribió para participar en la contienda electoral. ¡No más carreta al respecto por favor!

Así mismo, al instalar las sesiones de los respectivos órganos legislativos, se deberían radicar, al menos, los Proyectos de Acuerdo o de Ordenanza que tienen que ver con las propuestas bandera de la campaña.

Cada pueblo trae su cultura y sus propios personajes. Recordemos apartes del discurso de reconocimiento de la victoria de Obama por parte del Senador McCain: “Hasta hoy el senador Obama fue mi contrincante electoral. A partir de hoy, él es mi presidente”. Para ser gente, hay que ser gente.

viernes, 16 de agosto de 2019

Entre el semáforo y el túnel


José Leonardo Rincón, S. J.*


José Leonardo Rincón Contreras
Alguien hizo la comparación y me quedó dando vueltas. Mientras en la capital del país con rueda de prensa, bombos, platillos y gran despliegue en las redes sociales se anunciaba la puesta en marcha de semáforos con contador regresivo, en Medellín se inauguraba el túnel más largo de Latinoamérica que conecta a la capital de la montaña con el aeropuerto de Rionegro en solo 20 minutos.

Lamentable, por no decir vergonzosa, la fiesta bogotana haciendo alharaca de unos recién instalados semáforos que, en la población de El Paujil, en Caquetá, funcionan desde hace varios años, así como se usan desde hace muchos años en otras varias ciudades de Colombia. Qué cortedad y qué poquedad para una ciudad de más de 8 millones de habitantes, por cierto, con muy pocos rolos auténticos.

Motivo de alegría y orgullo, la fiesta paisa con la apenas ayer inaugurada obra de infraestructura realmente maravillosa. Acabo de pasar por allí. He observado también dos videos que la muestran desde la bocatoma en la vía Las Palmas, pasando por varios viaductos, algunos de ellos curvos, con vías nuevas, hasta llegar al túnel de 8 kilómetros, para tener finalmente la salida casi ad-portas del aeropuerto. Con antelación se había anunciado que el costo del peaje sería razonable, de modo que mucho se ha ganado con este nuevo aporte al país. Qué ganas, qué empuje, qué garra para hacer el sueño realidad. No es regionalismo, es amor por su tierra.

En Bogotá, después de 60 años, sigue la discusión sobre el metro: que si elevado, que si subterráneo, que si mejor el contaminante Transmilenio por la Séptima, que si el vetusto tren de cercanías… ahí lo están pensando.  Cada alcalde hace sus estudios, sus cálculos, su presupuesto y cuando va a arrancar, se le acabó su tiempo. Vendrá su sucesor a hacer lo propio, y así sucesivamente en el eterno retorno.

En Medellín, la cosa es diciendo y haciendo. El metro funciona hace décadas y parece inaugurado ayer. ¿Lo han visto? Sus estaciones perfectamente limpias, sus vagones impecables, la cultura ciudadana, la cultura metro, se ha venido construyendo y consolidando. No son solo las dos líneas que van desde Niquia hasta Caldas y de San Antonio hasta San Javier. Son las escaleras eléctricas, los teleféricos, el tranvía desde el centro hasta más arriba de Buenos Aires, los buses, el sistema todo, integrado y funcionando. ¡Es una espiral ascendente!

Bogotá es de todos y es de nadie. A ella llega todo el mundo en búsqueda de oportunidades, pero nadie se siente bogotano y menos aún tiene el sentido cívico para quererla y cuidarla. Es simultáneamente su grandeza de ciudad cosmopolita, efectivamente rica en alternativas, plural y abierta para todos, pero es también su karma y su lastre. Es un monstruo gigante y desordenado que no ha contado con la suerte de contar con buenos alcaldes. El uno fue tan honesto, tan honesto que lo único bueno que hizo fue tratar de inculcarnos valores ciudadanos, fracasando en su propósito porque ninguno posterior le siguió la onda. El otro fue y ha sido un realizador de obras, pero su arrogancia lo distanció de la gente. El otro con su ego político subido y crecida soberbia demostró ser mejor orador en el senado que alcalde ejecutor. Vendrá la gritona o el delfín aún biche, o el mejor de los hijos de Galán treinta años después.

Medellín con su calurosa primavera, que más parece ardiente verano, ha sufrido los peores rigores de la guerra por el narcotráfico, las bandas delincuenciales y todos los actores armados. Ha sabido sobreponerse en medio del más escabroso caos. Su gente, naturalmente colaborativa y solidaria, suma y multiplica. Con todo, la cultura del dinero fácil también ha hecho sus estragos pues pervirtió los ancestrales valores religiosos y volvió mediocres a muchos que nunca lo fueron por generaciones. El sentimiento regionalista ha sido el motor que no los ha dejado claudicar. Sus gobernantes suelen sobreponerse a sus animadversiones tratando de trabajar juntos.

Dos ciudades, dos realidades, dos actitudes ante la vida. En tanto para unos el semáforo es su gran logro, para otros el túnel es apenas un peldaño más hacia la realización de grandes sueños. Amo estas ciudades: en una nací en la otra me crie. Me alegran sus triunfos y me duelen sus reveses. Pero en lo que hoy les compartí, definitivamente las diferencias son muy grandes todavía. La cuestión no es solo de pasión, es también de convicción y de decidida gestión. Menos discurso y más acción.

domingo, 28 de julio de 2019

Las elecciones


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Estamos a 3 meses, 90 días, para definir quienes nos van a gobernar en Antioquia y en Medellín.

En Antioquia somos como 6 millones de habitantes, en Medellín algo más de 2 millones. Antioquia maneja como 4 billones de pesos de presupuesto y Medellín como unos 5 billones de pesos y eso sin tener en cuenta a las Empresas Públicas de Medellín que manejan como 16 billones.

No estamos hablando de poca monta, sumados son como 25 billones de pesos, que en última instancia terminan saliendo de nuestros bolsillos, en una u otra forma.

Dependiendo de los gerentes (Gobernador y Alcalde) y juntas directivas (Asamblea y Concejo) que elijamos en octubre, estos 25 billones serán bien o mal administrados.

Todos los candidatos como es lógico son actores de la política, independientemente de que utilicen firmas o avales u ambos para sus procesos de inscripción, la política como todas las actividades humanas, están permeadas por malas personas; el mal tratando de imponerse sobre el bien. No hay partido ni grupo significativo de ciudadanos que pueda tirar la primera piedra, todos compuestos por humanos pecadores, como lo somos todos, quienes gobiernen deben ser maestros en autocontrol.

La abstención o pereza electoral, seguirá apoderada de un cercano y preocupante 60% del posibles votantes, lo que ante tan nutrido grupo de candidatos permitirá ganadores con no muchos votos. Nuestra responsabilidad es hacerlo por los más honestos, por los que estén mejor rodeados, por lo que prometan lo cumplible, por los que tengan mayor experiencia, por los que sean capaces de aglutinar el mayor número de partidos políticos y de grupos significativos de ciudadanos a su alrededor, como prenda de garantía en la búsqueda de ponerse de acuerdo en lo fundamental, para derrotar la polarización que impide que todos quepamos en el mismo bus y que impide practicar inclusión y equidad, sobre todo en la satisfacción de las necesidades básicas insatisfechas. Ningún antioqueño puede estar aguantando hambre, sin que vestir, sin techo, sin salud, sin educación y sin empleo, los pueblos de nuestro departamento deben ser atractivos a la producción agropecuaria, para frenar la migración asfixiante a Medellín y su área metropolitana.

Hay muy buenos  candidatos, escojamos los mejores, Antioquia ahora más que nunca debe recuperar su liderazgo productivo en Colombia y esto solo lo lograremos con antioqueños felices, animados, fuertes, bien alimentados y con todas las garantías de una buena calidad de vida para ellos y sus familias, lo que solo lograremos con gobernantes honestos, austeros, con un gran sentido social y empresarial, que permita proyectarnos hacia un futuro unidos.

viernes, 19 de julio de 2019

¡Ay Dios estos candidatos politiqueros!


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Va cobrando fuerza la campaña electoral y tengo la impresión de que las cosas no van a ser muy distintas a como han sido siempre, es decir:

1. Un abanico grande de candidatos que se va reduciendo en la medida en que se van claudicando los ideales del principio con sus sugestivos programas y se van negociando alianzas cuando de forma realista se va viendo que solos no van a llegar muy lejos.

2. Unas alianzas inverosímiles donde los que posaban supuestamente como contradictores políticos y enemigos acérrimos, ahora se abrazan sonrientes, olvidando los señalamientos e insultos del pasado, en el más bello testimonio de reconciliación.

3. Un pueblo expectante, más por las promesas incumplibles de los candidatos y los regalitos y dones que generosamente prometen y que de antemano se sabe que nunca darán, que por estudiar y conocer su proyecto político, la ideología que lo sustenta, el equipo que lo acompaña, la idoneidad y competencias que posee, su trayectoria profesional, etc.

4. Una campaña polarizada, que se irá tornando más radical y agresiva, plagada de mutuas descalificaciones y buscando dejar tendido en la lona al otro, así haya que enviar fake-news, montajes, chismes, testigos falsos y demás patrañas de temporada.

Y en ese contexto, unos candidatos maquillados, algunos rejuvenecidos, otros envejecidos, todos echando carreta con floridos y conmovedores discursos, con cuentos hermosos pero mentirosos, diciendo que van a arreglar este asunto, dispuestos a todo: a sentarse a comer en la calle, besar afectuosamente a la mueca babosa, asistiendo a los cultos cristianos, católicos, islámicos, judíos, indígenas, masones, lo que sea, con tal de ganar votos; prometiendo el oro y el moro, repartiendo sonrisas postizas por doquier, simpáticos ellos saludando de mano a todos sin amagos de asco, repartiendo autógrafos y dejándose tomar fotos con todo el mundo. Todas estas actitudes tan numerosas como excepcionales en ellos y, sobre todo, efímeras, porque una vez ganen y accedan al poder: ¡chao pescao! Ojos que te vieron, no te volverán a ver.

Y lo que resulta más sorprendente: ¡nosotros mismos!, porque somos cientos, miles, millones de colombianos los que estamos hartos, inconformes, cansados, decepcionados, aburridos, con esta clase politiquera. Lo manifestamos por todas las redes de mil maneras, protestamos, pero llegada la hora de votar por los mismos con las mismas, puntuales vamos a parar de narices a elegirlos para luego de un tiempo repetir la misma historia, cual mito del eterno retorno. ¿Qué nos pasa? De los animales domésticos he aprendido que cuando se equivocan y se les reprende por ello, no vuelven a equivocarse. En cambio, nosotros, dizque seres inteligentes y evolucionados, somos los únicos que caemos una y otra vez en el error. Lo sabemos e insistimos tercamente.

Creo, además, que tenemos que madurar en formación socio política. No es sensato ni razonable decir: no me gusta la política, no quiero saber nada de política. Es absurdo. Por naturaleza somos seres políticos y de tal realidad no podemos sustraernos. Otra cosa es no estar de acuerdo con los comportamientos politiqueros o con la manera de hacer política de algunos, eso es diferente. El hecho es que no podemos cerrar los ojos ante una realidad ineludible. Por no querer hacerlo, dejamos que otros piensen, hablen y decidan por nosotros. Eso no puede ser.

Pero también es cierto que, si nos gusta la política, valdría la pena desarrollar el pensamiento y la conciencia crítica. No podemos tragar entero, no podemos ser ingenuos. La polarización ha logrado vendarnos los ojos para dar rienda suelta a las pasiones subjetivas y no dejar espacio a la razón. Sencillamente el otro es malo y se odia simplemente porque es de tal o cual corriente política. Todo lo que piense, diga o haga es malo per-se. Y eso no es verdad, pero como los líderes de uno y otro lado son tan visceralmente radicales suscitan que se genere automáticamente esa animosidad. Entonces, salimos a votar casi que a ciegas, simplemente arrastrados por la corriente y sin saber a ciencia cierta a dónde vamos a parar. Eso nos está llevando de nuevo al odio y la violencia, y por ende, a la debacle. No podemos caer en tan perverso juego. ¿No les parece?