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viernes, 27 de diciembre de 2024

No reincidamos en los errores del pasado

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

En muchas actividades se destaca el colombiano por su inteligencia, su capacidad, su talento, pero no ocurre así en los temas políticos. Arrastramos una larga historia de malas decisiones, de la cual parece que nada aprendemos.

Se han aprovechado de nuestras falencias los vividores de la política para mantenerse en el poder, usufructuando para su beneficio el manejo de los enormes presupuestos del Estado y repartiendo entre sus familiares y amigos, con impudicia y desvergüenza, toda suerte de privilegios y prebendas. ¿Cómo hemos reaccionado? Volviendo a votar por los mismos o por sus candidatos de bolsillo.

Las elecciones se han convertido en un sucio negocio donde lo que menos importa es el futuro del país. Y los partidos políticos en oscuras asociaciones para defraudar al Estado o para proyectar indeseables sujetos a las más altas posiciones. No obstante lo anterior, no deja de sorprender que cuando alguien menciona el tema político, lo primero que le preguntan es por cuál de esos caducos caciques debemos votar. Y parecida tendencia asoma en las encuestas de opinión en las que, con pocas excepciones, se repiten los nombres de quienes han engañado por generaciones a los colombianos y los de quienes siguen sus orientaciones.

Partimos de una desacertada práctica cuando se trata de tomar una decisión sobre la persona que debe desempeñar la Presidencia de la República. Nos dejamos dominar por el apasionamiento que por largo tiempo han sembrado en nuestras mentes a favor o en contra de un partido o de un determinado cacique. Para nada tenemos en cuenta el carácter y las cualidades o defectos del candidato, o su preparación para el ejercicio del cargo, o su propuesta en relación con las necesidades de la Patria y de sus habitantes. No. Preferimos actuar en forma primaria o irracional como si de un partido de fútbol se tratara.

Mientras más se calienta el debate, más nos aferramos al candidato elegido y con mayor aspereza nos referimos a sus oponentes. Abandonamos cualquier rastro de sindéresis o de racionalidad, pues solo nos interesa imponer a los demás nuestros gustos y odios en esta materia.

No es la hora de seguir con esa errada práctica que nos ha conducido a la más catastrófica crisis de nuestra historia. Cada uno, en esta época de reflexión, debería hacer una crítica introspectiva de su actitud frente a la solución que el país requiere. Soy de los que creen que soluciones para el tremendo conflicto que vivimos sí existen, pero se encuentran en cada uno de los colombianos. No podemos esperar que venga alguien de fuera a salvarnos o pedir que milagrosamente desparezcan todas las causas de nuestros males. Empecemos por escoger a los mejores para que nos gobiernen y eso ya es un buen comienzo.

Y, ¿cómo lograrlo?

A.-Hagamos un perfil de cómo debe ser nuestro próximo presidente

1.- Debe ser una persona que respete y practique los valores fundamentales, tales como el respeto a la verdad y a la justicia; que crea en la dignidad de la persona humana creada por Dios a su imagen y semejanza; que considere el servicio público como una oportunidad para servir al prójimo, especialmente a los más vulnerables; que respete el Estado de derecho y la democracia; que practique la ética y la moral en sus actuaciones; que considere al bien común como el objetivo de la acción del Estado.

2.- Que no crea en el odio de clases sino en la creación de riqueza para poder generar empleo y atender a las necesidades de la población; que se comprometa con respetar la propiedad privada y la libre empresa; que se proponga atraer la inversión nacional y extranjera para conseguir el crecimiento económico; que impulse la explotación de nuestra situación geográfica y nuestros recursos naturales; que esté dispuesto a reducir la carga tributaria de las empresas y ayudar al emprendimiento.

3.-Que reduzca el tamaño y costo del Estado e imponga la austeridad en el manejo de los recursos públicos, que declare la guerra total a la corrupción y al despilfarro; que ordene la construcción de obras de infraestructura para apoyar el crecimiento económico y no para repartir cupos entre los parlamentarios; que gobierne con los mejores hombres y mujeres del país, mediante su elección y designación por méritos.

4.- Que brinde a los colombianos la seguridad en sus personas y bienes; que combata a fondo el narcotráfico y la criminalidad en general y procure la desaparición de la impunidad, mediante un programa de seguridad, una reforma a las normas penales, al sistema judicial y al régimen carcelario, con la asesoría de potencias extranjeras.

5.- Que solucione los gravísimos problemas que dejará el actual régimen de la extrema izquierda, tales como la destrucción de la salud, las amenazas contra el sistema pensional, el problema energético y de los hidrocarburos, la recesión económica, la falta de ética y moral en el manejo del Estado, la mala educación de nuestros hijos, entre otros.

6.- Que proponga a los colombianos las reformas necesarias para corregir nuestro sistema democrático y la devolución del imperio de la moral y la ética mediante una reforma educativa que siembre buenos principios en nuestros jóvenes y los aparte de las teorías marxistas y la ideología de género.

7.- Que su elección no dependa ni política ni económicamente de los caciques políticos que nos han conducido a la crisis monumental que padecemos.

7.- Que sea transparente con sus electores dando a conocer sus programas, la forma como logrará implementarlos y las personas que serán sus inmediatos colaboradores.

B.- No nos apresuremos a comprometernos con ningún candidato sin antes estudiar diferentes alternativas.

C.- Una vez escogido, apoyémoslo con decisión, con argumentos, sin ofensas a terceros ni guerra sucia. Desde la campaña debemos demostrar que cada uno de nosotros es la verdadera solución para Colombia.

sábado, 18 de junio de 2022

El camino al infierno está lleno de “bien-pensantes”

María Cristina Isaza
Por María Cristina Isaza

Bien-pensantes: personas que, escondidas tras citas filosóficas, el uso de un lenguaje almibarado con ínfulas de intelectualidad y la promoción de “buenas intenciones” se sienten arropadas por un manto de superioridad moral que les permite imponer a los demás, usando armas como la cancelación, las peores ideas por el simple hecho de que es lo que” se ve bien”, apelando más al sentimentalismo e instinto primario que al razonamiento crítico, los hechos y los datos. Son las personas que bajo la dictadura de lo “políticamente correcto” terminan imponiendo o facilitando la llegada de las doctrinas más dañinas para una sociedad, mientras ellos mismos se sienten como espíritus nobles a los que todo mal resultado se les debería perdonar porque al fin y al cabo querían solucionar una injusticia o fueron asaltados en su buena fe y supuestamente no esperaban el resultado nefasto que ya se sabía se podía obtener al implementar pésimas ideas. Personas que no toman posición en momentos determinantes o que se hacen del lado que les brinda beneficios, aun cuando esto signifique el detrimento de todos los demás. Bajo la excusa de las buenas intenciones se hacen elegir para luego ser ellos y su séquito de áulicos los únicos beneficiados. La arrogancia y la ambición son rasgos comunes bajo la careta del líder “bien-pensante”

Hoy Colombia está en peligro de elegir un modelo nefasto y ante este evidente riesgo no es responsable asumir posturas simbólicas como el voto en blanco o aliarse a la campaña de la tramoya, argumentando que las propuestas adversas han sido discutidas y mitigadas, cuando conocemos que es una campaña que no tiene problema en prometer para luego no cumplir y se conoce la baja calidad personal de quienes participan ella, comenzando por su líder.

Hay dos personajes que bien podrían ayudar a cambiar el rumbo electoral para que Colombia no caiga en un modelo totalitario, pero uno se decanta por el voto facilista, de no tomar partido, votar por el simbolismo y el otro corrió a los brazos de la campaña totalitaria, tal vez para no quedarse por fuera de lo que sabe, será la imposición del Estado fascista donde estará “todo dentro del Estado, nada fuera del estado”.

Al momento y sin avistar cambios de opinión, me atrevo a escribir lo que pienso de estas dos personas, ambos paisas, que hoy están cumpliendo un papel tan siniestro para nuestro país como el que cumplen los aliados del Pacto Histórico.

Alejandro Gaviria: la decisión de sumarse a esa campaña nefasta y no retractarse, a pesar de todo lo revelado, lo deja como el destape de uno de los mayores fraudes intelectuales y maquiavélicos que haya presenciado en mi vida. Me recuerda bastante a lo que hizo su exjefe Juan Manuel Santos. Al parecer, es la forma de actuar convencional en ese círculo, en los que pregonan unos principios y luego no tienen problema en traicionarlos para lograr sus objetivos. Ya en su artículo para el Financial Times, en el que expuso que el país exigía un cambio y que lo mejor podría ser una “explosión controlada”, se develó para muchos el apoyo que daba a la campaña de Petro, mientras posaba de aliado de Fajardo. Razón tuvo Jorge Robledo cuando declaró simplemente “Alejandro Gaviria es una mala persona”

“Fraude intelectual” creo que es lo mínimo que se le puede decir a una persona que conociendo y entendiendo las consecuencias y despropósitos de las propuestas del candidato populista engaña incautos, decide apoyarlo. Yo me pregunto ¿Es su verdadera esencia? O ¿Es tanto su afán de poder?

Alejandro Gaviria aterriza con su refinado léxico y tufillo de intelectual a la campaña en la que:

·         ¡Todo vale! En la que “se corre la línea ética”, en la que no dudaron en atacarlo y tratarlo mal, en la que “fabrican contradicciones” y fake news para desprestigiar al contrario. En la que incumplen cada uno de los 7 puntos del manifiesto que ellos mismos crearon, titulado: “Por una campaña limpia”. Alejandro Gaviria con su permanencia legitima el sicariato digital y moral usado en esta campaña.

·         Se revictimiza y ataca constantemente a una familia víctima del atroz delito del secuestro y desaparición forzada.

·         Se persiguen a los detractores, en la que de ser elegido seguramente borrará la libertad de prensa. Una campaña que no acepta perder (claro que en esto tiene experiencia, como cuando no se aceptó el resultado democrático del NO), que extorsiona con una Primera Línea y un “Estallido Social” (eufemismo para vandalismo, atentados, bloqueos). En la que se instrumentaliza a los jóvenes.

·         Se pretenden vender como el cambio y es apoyada por Benedetti, Roy, Samper, Piedad (la mercader de secuestrados), Cepeda, entre muchas otras rancias figuras de la política. También es apoyada por el partido Comunes, conformado por algunos de los peores terroristas que hemos padecido en el país, que no tienen ningún respeto por la vida y que gracias al gobierno Santos les fue “lavada la cara”. Además, hace solo 6 meses en entrevista con El Colombiano, Gaviria reconocía que Petro era sin lugar a duda un cambio para empeorar. Hoy miente sin sonrojarse al decir que Petro representa el cambio responsable.

·         Están las propuestas más dañinas para la economía de nuestro país, generando déficit fiscal e inflación, como la pretensión de confiscar las pensiones privadas, imponer mayores impuestos a las empresas, acabar de tajo con la exploración petrolera, dejar de vender carbón a Alemania para que lo compre el Estado Colombiano, hacer un tren elevado que costaría la módica suma de 40 veces la reforma tributaria por la que incendiaron el país hace un año, etcétera.

·         Se usan eufemismos: Alejandro Gaviria apoya un programa de gobierno en el que aparece repetidamente la palabra democratizar: Democratizar el espacio, la tierra fértil, el espacio urbano, el espacio virtual, el saber, etcétera. Pero muchos están tranquilos por la voluntad de no expropiación que firmó el candidato en notaría, en un acto circense.

·         Se busca pactar con los peores delincuentes ofreciéndoles no extradición a cambio de votos.

·         Tiene apoyo de todo tipo de grupos al margen de la ley: ELN, Clan del Golfo, “Disidencias” FARC, etcétera, que amenazan a las poblaciones de zonas vulnerables afectadas por el conflicto para que voten por el candidato del Pacto Histórico. Esta semana fue silenciada la voz del líder indígena Misak, Jesús Antonio Montaño… ninguno de los “bien-pensantes” se ha pronunciado en rechazo. Claro que, en el fortalecimiento de estos grupos ilegales, Alejandro Gaviria tuvo un papel determinante cuando en el año 2015 solicitó que se dejara de fumigar, aplicando “el principio de precaución”, porque un estudio de la OMS indicó que el glifosato es “probablemente cancerígeno”. Gracias a esto, pasamos de menos de 60 mil hectáreas sembradas de Coca en 2010 a casi 300 mil hoy, lo que ha derivado en más violencia, más ajustes de cuentas, mayor empoderamiento de grupos armados ilegales, más microtráfico, incluso en zonas sanas como el suroeste antioqueño… el microtráfico está dañando a la juventud. Gaviria expuso que el debate sobre el glifosato no es académico, sino ético… ¿La ética de la violencia, del dinero sucio, de envenenar las mentes jóvenes?

Sergio Fajardo: el arrogante Irresponsable. Su orgullo no le permite tomar la decisión solidaria por el país, aun conociendo todo lo descrito anteriormente. No es hora de simbolismos, él sabe muy bien que el voto en blanco no es una opción legítima en esta segunda vuelta, pues no tiene efectos jurídicos. Hay que elegir Sí o Sí entre el candidato del Pacto y Hernández, no hay más opciones. Fajardo sabe que la campaña sucia, del desprestigio viene por el candidato del Pacto y aun así no da su respaldo irrestricto a la campaña de Hernández, la única opción para detener al tirano. Llegó a exigir para dar su apoyo, en un momento en el que el país necesita decisiones desprovistas de intereses y cálculos políticos. Se queda en blanco, tibio y simplón. Sólo es decidido cuando puede pavonear su ego, ahora sostenido en menos de 1 millón de votos, que, aunque pocos, son decisivos para el destino de nuestra democracia. El voto en blanco hoy sirve al Pacto, de esta forma Fajardo ayuda a que se instale en la Casa de Nariño la campaña sucia que se dedicó a matonearlo, la campaña peligrosa que lo ha querido envolver en líos jurídicos con Hidroituango.

No tuvo la estatura política para respaldar sin condición la opción viable. A Fajardo le hieren el ego, entonces el hiere nuestra democracia… sino es conmigo, bajo mis condiciones, entonces ¡vámonos al infierno!

Por eso, solo agradecimiento a dos excelentes personas como Fico y Lara, a quienes apoyé y les di mi voto en la primera vuelta: sin titubear respaldaron la campaña de Hernández: ¡hay grandeza en su corazón! También a Enrique Gómez Martínez a quien admiro y con quien comparto muchas de sus ideas y a Jhon Milton Rodríguez, persona que, aunque no conocía me dejó una buena imagen de su ejercicio político: Todos ustedes nos demostraron con el ejemplo lo que es defender la democracia y la libertad, no dudaron en ponerse al lado de Colombia sin esperar a cambio favores particulares o que los atendieran con alfombra roja. ¡Líderes como ustedes son los que necesita el país! ¡Gracias!

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Néstor Humberto piensa con el deseo

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín

Considerando la elección presidencial dentro de 18 meses, los colombianos se debaten entre la desesperanza y la resignación. Al tenor de las encuestas y por percepción directa, pocos dudan de que los dos que se enfrentarán en la segunda vuelta serán, el uno, pésimo y el otro, aun peor. El pésimo continuaría la transición, y con el otro llegaría la república castrista.

En medio de esta angustiosa espera, a mediados de diciembre apareció un artículo de Néstor Humberto Martínez, que fue ampliamente leído por su mensaje consolador. El brillante jurista, político y fiscal aseguraba que ni Petro ni Fajardo serían candidatos en 2022.

https://www.infobae.com/america/colombia/2020/12/12/nestor-humberto-martinez-se-declara-de-centro-y-anticipa-que-ni-gustavo-petro-ni-sergio-fajardo-estaran-en-el-tarjeton-de-2022/

Del primero dice que tiene que responder ante los jueces penales por hechos muy sospechosos, y del segundo, que debe enfrentar investigaciones de la Contraloría General de la República, por su irresponsable participación en las determinaciones que causaron el desastre constructivo y financiero de Hidroituango.

Nada más tonificante que ver despejado el porvenir, porque ambos personajes son funestos, y el país, en manos del uno o del otro, iría inevitablemente al abismo. Pero por desgracia, el pronóstico de Néstor Humberto no pasa de ser wishfull thinking. La mayor parte de los colombianos agradecen esa inocentada que ha hecho menos lúgubres las Navidades, pero el exfiscal simplemente piensa con el deseo.

Mientras Petro disfrute de inmunidad judicial, que lo ampara frente a sindicaciones penales y malversación de fondos públicos, será candidato. No será fácil derrotar a quien prometa, a la salida de la pandemia, además, renta básica universal, rebaja en los servicios domiciliarios, compartir las viviendas de más de 65 m2 con extraños, la expropiación de las viviendas arrendadas para financiarlas a los inquilinos por el precio catastral, y todo lo demás que salga de la febril minerva demagógica…

En lo que dice a Fajardo, al resto del país no le interesan detalles de la actuación de un mediocre alcalde de Medellín, de tal manera que el exdocente puede seguir posando de matemático y de buen mozo, sin expresar nada concreto, siguiendo la exitosa fórmula vacía del inmortal e inútil Pacheco retratado por Eça de Queiroz.

Antes de que aparecieran los antibióticos, la escogencia entre dos enfermedades venéreas era bien difícil, porque ambas se eternizaban con los peores efectos. En política, por desgracia, no hay antibióticos, de manera que entre Petro y Fajardo es como escoger entre dos males muy similares.

Lo trágico es que los políticos saben que el acomodo con Fajardo es bien fácil; pero que con Petro también será posible… Por eso, en vez de unirse para conjurar el peligro supremo en la vida nacional, surgen diariamente candidaturas presidenciales absurdas, para fragmentar y parcelar la votación democrática.

Aparte del narcisismo y la vitrina, ¿qué buscan los “candidotes”, distinto de un puñado de votos para negociar cuotas de poder y para poder así soñar con estar en el partidor del año 2026?

Nadie quiere recordar cómo Hitler en 1932 y Allende en 1970 se montaron sobre solemnes promesas de cumplir la Constitución, burlándose a los pocos días de todas ellas para establecer sus funestas dictaduras.

Como así habrá de ocurrir con Petro, no se entiende que un país entretenido siga patinando por el plano inclinado que conduce al precipicio, en vez de exigir responsabilidad a un establecimiento político que siguiendo tristes juegos será barrido, si se resigna desde ahora a la derrota del 22, pensado que será provisional y reversible.

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Celebro vivamente la expulsión de dos “diplomáticos” rusos, después de dos años de seguimiento, porque finalmente el gobierno colombiano toma cartas en el asunto del espionaje. En la Embajada de Castro, en Bogotá, con varias docenas de funcionarios que monitorean a millares de cubanos que escudriñan todos los rincones de nuestro país, deben estar temblando…

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¡Reconstrucción o catástrofe!

lunes, 14 de diciembre de 2020

Voto electrónico

Antonio Montoya H.

Por Antonio Montoya H.*

En Colombia estamos en un proceso de construcción de país, en el que, sin duda alguna, se requiere ajustar las leyes, crear nuevas, y aún, reformar las vigentes, por ello, el Congreso de la República tiene una inmensa responsabilidad social; debe analizar con cuidado los proyectos de ley que se presenten a su consideración, porque no todos ellos son buenos para el país y para el sistema democrático.

En una reunión jurídica, analizamos, entre muchos temas, el del voto electrónico, el cual fue utilizado por primera vez en Bélgica, luego en otros países como Estados Unidos, Venezuela, India, e incluso para elegir el parlamento europeo. En todos ellos, los resultados no fueron los mejores. El sistema en unos colapsó, en otros se anularon votos, en otros han quedado serias dudas del resultado de la votación y, por ende, al final de cuentas, concluimos que es un sistema que aún no genera credibilidad, que se presta para la manipulación de resultados (debido a la dificultad de verificación de los mismos), produce desconfianza y muchas dudas.

El sistema nuestro es con tarjetas (tarjetones) y tres jurados de votación, que en la mayoría de los casos no se conocen entre ellos. Existen verificadores de mesa y listados precisos de qué cédulas pueden votar en cada lugar asignado. Terminado el tiempo determinado por la ley, sigue el escrutinio, se procede a contar los tarjetones, que deben coincidir con el número de votantes, luego se suman y se determina el resultado; todo es a la vista, pueden recontar los votos, tomar fotos, dejar constancias de errores cometidos no compartidos, y se firma un acta al final del proceso. Todo puede ser objeto de demanda al no ser divulgados los resultados y se puede ordenar un nuevo escrutinio y aún demandar la elección. Cientos de casos se han dado en que se revierte la decisión por encontrarse indicios de fraude o error. Como podrán analizar, es un sistema no imbuido de tecnología, pero práctico, sujeto a la alteración de resultados, pero fácilmente verificables sus yerros convirtiéndose en un medio trasparente y eficaz, el cual, a pesar de que en algunas regiones del país han logrado corromper, tiene una diferencia con el voto electrónico y es que en este último el resultado lo manejan terceros, por allá metidos en “algún lugar” sin control aparente de nadie, donde a lo que dictaminen se les debe creer.

No siempre la tecnología trae beneficios, en este caso podría ser un factor de fraude electoral y podrá pasar lo que ha ocurrido en Venezuela, donde el voto electrónico ha servido para perpetuar a Maduro y a su revolución porque sobre todo en las últimas elecciones la trampa salió a flote, manipularon el sistema y ganó el gobierno.

Señores congresistas, lo mejor, como en este caso del voto electrónico, no es lo bueno y adecuado para nuestra democracia; no podemos dejar en las manos de quienes detenten el poder la posibilidad de alterar los resultados de las elecciones para perpetuarse en él o facilitar a terceros el control.

El sistema actual con sus errores permite controvertir resultados; el voto electrónico, facilita el direccionamiento de las elecciones y su resultado. Por ello, ojo fino señores congresistas, no se dejen meter el dedo en la llaga, por correr como borregos a cumplir lo pactado en los acuerdos, caso es este, en el que hay que aplazar la decisión, estudiar las posibles consecuencias y mantener el actual sistema, por lo menos, hasta que las experiencias en otros países (como Venezuela) no sean tan nefastas.

viernes, 19 de julio de 2019

¡Ay Dios estos candidatos politiqueros!


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Va cobrando fuerza la campaña electoral y tengo la impresión de que las cosas no van a ser muy distintas a como han sido siempre, es decir:

1. Un abanico grande de candidatos que se va reduciendo en la medida en que se van claudicando los ideales del principio con sus sugestivos programas y se van negociando alianzas cuando de forma realista se va viendo que solos no van a llegar muy lejos.

2. Unas alianzas inverosímiles donde los que posaban supuestamente como contradictores políticos y enemigos acérrimos, ahora se abrazan sonrientes, olvidando los señalamientos e insultos del pasado, en el más bello testimonio de reconciliación.

3. Un pueblo expectante, más por las promesas incumplibles de los candidatos y los regalitos y dones que generosamente prometen y que de antemano se sabe que nunca darán, que por estudiar y conocer su proyecto político, la ideología que lo sustenta, el equipo que lo acompaña, la idoneidad y competencias que posee, su trayectoria profesional, etc.

4. Una campaña polarizada, que se irá tornando más radical y agresiva, plagada de mutuas descalificaciones y buscando dejar tendido en la lona al otro, así haya que enviar fake-news, montajes, chismes, testigos falsos y demás patrañas de temporada.

Y en ese contexto, unos candidatos maquillados, algunos rejuvenecidos, otros envejecidos, todos echando carreta con floridos y conmovedores discursos, con cuentos hermosos pero mentirosos, diciendo que van a arreglar este asunto, dispuestos a todo: a sentarse a comer en la calle, besar afectuosamente a la mueca babosa, asistiendo a los cultos cristianos, católicos, islámicos, judíos, indígenas, masones, lo que sea, con tal de ganar votos; prometiendo el oro y el moro, repartiendo sonrisas postizas por doquier, simpáticos ellos saludando de mano a todos sin amagos de asco, repartiendo autógrafos y dejándose tomar fotos con todo el mundo. Todas estas actitudes tan numerosas como excepcionales en ellos y, sobre todo, efímeras, porque una vez ganen y accedan al poder: ¡chao pescao! Ojos que te vieron, no te volverán a ver.

Y lo que resulta más sorprendente: ¡nosotros mismos!, porque somos cientos, miles, millones de colombianos los que estamos hartos, inconformes, cansados, decepcionados, aburridos, con esta clase politiquera. Lo manifestamos por todas las redes de mil maneras, protestamos, pero llegada la hora de votar por los mismos con las mismas, puntuales vamos a parar de narices a elegirlos para luego de un tiempo repetir la misma historia, cual mito del eterno retorno. ¿Qué nos pasa? De los animales domésticos he aprendido que cuando se equivocan y se les reprende por ello, no vuelven a equivocarse. En cambio, nosotros, dizque seres inteligentes y evolucionados, somos los únicos que caemos una y otra vez en el error. Lo sabemos e insistimos tercamente.

Creo, además, que tenemos que madurar en formación socio política. No es sensato ni razonable decir: no me gusta la política, no quiero saber nada de política. Es absurdo. Por naturaleza somos seres políticos y de tal realidad no podemos sustraernos. Otra cosa es no estar de acuerdo con los comportamientos politiqueros o con la manera de hacer política de algunos, eso es diferente. El hecho es que no podemos cerrar los ojos ante una realidad ineludible. Por no querer hacerlo, dejamos que otros piensen, hablen y decidan por nosotros. Eso no puede ser.

Pero también es cierto que, si nos gusta la política, valdría la pena desarrollar el pensamiento y la conciencia crítica. No podemos tragar entero, no podemos ser ingenuos. La polarización ha logrado vendarnos los ojos para dar rienda suelta a las pasiones subjetivas y no dejar espacio a la razón. Sencillamente el otro es malo y se odia simplemente porque es de tal o cual corriente política. Todo lo que piense, diga o haga es malo per-se. Y eso no es verdad, pero como los líderes de uno y otro lado son tan visceralmente radicales suscitan que se genere automáticamente esa animosidad. Entonces, salimos a votar casi que a ciegas, simplemente arrastrados por la corriente y sin saber a ciencia cierta a dónde vamos a parar. Eso nos está llevando de nuevo al odio y la violencia, y por ende, a la debacle. No podemos caer en tan perverso juego. ¿No les parece?