Mostrando las entradas con la etiqueta Duelo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Duelo. Mostrar todas las entradas

viernes, 13 de septiembre de 2024

Amparito ve con Dios

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Agradecido con todos ustedes por sus alentadoras palabras con ocasión de mis 31 años de sacerdocio ministerial; tan consolador momento se entristeció al día siguiente con la repentina muerte de mi amiga Amparito.

La conocí hace poco más de 20 años en la eucaristía que presido en nuestro Templo de La Soledad. Una mañana de sábado me buscó para hablar de sus cosas y como se dice, hubo química, esa conexión inmediata entre dos seres que, siendo muy distintos, sintonizan, empatizan, se entienden. Les puedo decir que se convirtió en una verdadera amiga a quien le ofrecí todo mi cariño y confianza. Ella siempre se conservó en su puesto de esposa y madre, pero yo fui el atrevido que por muchos años le hizo bullying de toda especie para reírnos siempre a carcajadas con semejantes ocurrencias.

Lamparito, resultó apodada también la gata horrorosa, bandida y no sé qué más cosas. Esguitar, su esposo, era cómplice silencioso, atónito de ver tanta ridiculez junta. Clarita (Clara era su primer nombre) era una mojigata, en tanto que Monique, era la coqueta. Ella seguía el alternado juego telefónico de creativas, incoherentes y absurdas conversaciones con supuestas hermanas que eran ella misma. Todo para reírnos como niños chiquitos.

Recién que nos conocimos le confesé que me fascinaban los perros calientes, así que me invitó a su casa para degustarlos. Quiso engañarme ofreciéndome alitas de pollo que a ella tanto le encantaban como antesala de sus deliciosos perros y a quienes yo denominé mis bulldogs y que no podían ser menos de tres. Nunca me perdonò que en una homilia dominical denuncié el intento de fraude: “eso es como si a uno lo invitan a comer perros calientes y le salen con alas de pollo”. Curiosamente después comenzaron a sobrevenirle unos ataques de tos cuando yo comenzaba mis homilias: venganza, sin duda. Para perdonar tan antilitúrgico sabotaje era condenada a darme unos masajes en la nuca y espalda en las escaleras de la sacristía para mitigar mis tensiones musculares que allí se focalizan.

Su salud siempre fue frágil y todo el grupo de 36 laicos denominado Agua Fresca que funcionó por 16 años en el Templo lo sabía. Milagritos, como alguno la llamó, porque sobrevivió y superó no sé cuántas cirugías y tratamientos incluidos cáncer, corazón abierto, tumores, etcétera, siempre nos alegró con su sonrisa abierta y sincera, su acogida especial y su cariño y detalles para con todos. Se esmeró cada año en celebrarme los cumpleaños con todo el grupo. Sabíamos que de su lindo corazón solo le funcionaba un bajo porcentaje, de manera que fue fatal el pasado lunes cuando le dijeron que a Édgar tenían que hacerle cirugía de corazón abierto. Ese poquito de energía que le quedaba se lo dedicó todo a su esposo estos días, hasta que ya no dio más y extenuada por el cansancio de traslados al hospital, trasnochos, descuido en la comida y en la ingesta de sus medicinas, para llegar a descansar a casa en la madrugada, en su lecho, entregó el alma a ese Dios que le habia dado las 7 vidas.

Nos hace mucha falta Amparito. Mi mamá echará de menos sus llamadas diarias para monitorearla cuando yo estaba de viaje. ¿Quién asignará ahora las lecturas de mi eucaristía?, y ¿mis perros?, y ¿mis masajes relajantes?, y ¿su sonora y picaresca carcajada? ¡Cuánta falta nos hacen los seres que amamos! Cuando este artículo se publique, Édgar estará luchando por su vida en el quirófano sin saber que Amparito ya no está. Qué duro todo esto. De su unión queda Diana Carolina a quien el buen Dios le sabrá regalar mucha fortaleza y mucha paz pues tuvo una madre que la amó con todo su ser. Como era ella, mi Amparito. Ve con Dios amiga hermosa. Dios te acoge con su celestial sonrisa. Y si te toca algún día cocinar, ofrece perros, no alas de pollo. Sin trampas.

viernes, 13 de enero de 2023

Tragedia

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Anhelé tener unos días de vacaciones con mi comunidad porque me sentía realmente agotado. Estaba feliz porque 10 de los 15 compañeros pudimos coincidir para unos días de sol y playa en una casa entre Barranquilla y Cartagena. El plan para los cuatro días alternaba la estancia en casa con paseos de día entero. El ambiente en el grupo era muy alegre y distendido. Nunca imaginamos que el tercer día terminaría en tragedia.

Con mi hermano jesuita estuve conversando minutos antes. El se fue al mar y yo a la piscina. Todo fue muy rápido, demasiado rápido. Medicina Legal nos dirá en un tiempo que fue lo que realmente le pasó. La prensa mal informada dijo que murió ahogado pidiendo auxilio. No fue así. Uno no se ahoga tan rápido y cuando el agua le da a las pantorrillas. Y si se está ahogando lo expresa, grita, patalea, chapucea, mueve brazos y piernas. Nadie narra que esto fue lo que sucedió. Si se traga tanta agua el cadáver se hunde, no flota. Su rostro completamente cianótico muestra un gesto de labios apretados. Pudo ser trombosis, pudo ser infarto fulminante.

Cuando arribo corriendo al lugar de los hechos, me encuentro con escenas muy diversas. Una mujer filma con su celular lo que ocurre. Su rostro sonriente, se transforma cuando la miro inquisitivamente. Bajan su rostro y el celular y percibo que siente vergüenza. Al llegar donde está el cuerpo exánime, es variopinto el cuadro. Abundan los curiosos, pero están también quienes lo sacaron del agua, los que le dan respiración boca-boca y le dan masajes en el pecho para reactivar el corazón, o traen agua (¿se la traerían a un ahogado?), o llaman a la policía, los organismos de socorro y la ambulancia. También está el viejo morboso que se deleita filmando estos procedimientos y se vuelve agresivo cuando le increpo diciendo que todo esto no es un show mediático. No faltó el que dijera sandeces. En tanto, nosotros, paralizados, estupefactos, impotentes. Habría pasado media hora cuando llega la ambulancia. Los paramédicos lo observan y sentencian la desgraciada noticia. Con todo se sube el cuerpo con la ilusión de lo imposible. El vehículo se entierra en la arena, pero entre 15 personas logra moverse y dirigirse al hospital de Juan de Acosta donde se confirma su deceso.

Llevado su cuerpo a Medicina Legal de Baranoa, regresamos a casa devastados. Tarde en la noche celebramos la eucaristía que él nos iba a presidir ese día. Era 6 de enero, la Epifania del Señor que litúrgicamente se traslada al domingo siguiente. Evocamos al hermano y amigo en el Señor, agradecimos su vida y nos preparamos para el regreso. No tenía sentido seguir allí en vacaciones. Además, al día siguiente, la jornada fue larga, abundante en trámites y diligencias. Todo se prolongó hasta el pasado miércoles cuando pudimos darle cristiana sepultura.

Epifanía significa eso, manifestación. El Señor nos sigue hablando a través de los acontecimientos. Y esta dolorosa vez nos recordó que la vida es frágil, que ahora estamos y al siguiente minuto ya no. Que hay que estar preparados. Creo que nuestro hermano lo tenía claro y nosotros no debemos olvidarlo. Descanse en paz el siervo bueno y fiel y entre a disfrutar el gozo de la eterna presencia de Dios.

jueves, 14 de julio de 2022

Hace un año murió mi madre

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo

Lo que más admiré de mi madre fue su capacidad de procreación al mejor estilo católico, relaciones sexuales para la procreación de siete hijos, hoy entre los 57y 69 años. Fueron 12 años para la creación de 7 hijos, con un marido con el que compartió cerca de 30 años. Perdió a su marido a los 53 años y a su primer hijo a los 85 años.

Fueron 10 años pariendo, 50 manejando un hogar y educando hijos, viuda más de 30 años y cerca de 10 años con alzhéimer progresivo.

Su fortaleza y carácter lo heredó de su madre Ana Peláez y de su padre Roberto, apenas lo conoció, murió cuando tenía cerca de 5 años.

Estuvo muy comprometida con nuestro padre Jacques en los proyectos educativos de sus hijos, del Colegio de Los Benedictinos, del Colegio Jesús María y del Colegio Cumbres. La formación católica en valores y la educación, fueron prioridades en su existencia.

Nos enseñó sobre la importancia de la unidad familiar, siempre andábamos juntos, los 9 cabíamos en el mismo carro, en la misma casa, salíamos todos juntos a vacacionar, en fin, ahí aprendimos amor de hermanos, tolerancia, a compartir, a ser responsables, solidarios, estudiosos y trabajadores. También aprendimos a competir, a ser celosos, reservados, peleadores y muchas otras cosas aparentemente malas que los humanos interiorizamos para pasarnos la vida desaprendiéndolas; así es que formamos para vivir. Aprendimos a escoger entre el bien y el mal. Todos los amigos de sus hijos e hijas la recuerdan con cariño, aprecio y agradecimiento; en su casa los trató como a sus hijos e hijas.

Nos separamos muy pocas veces excepto las que podríamos llamar trágicas separaciones, la primera cuando por cuestiones laborales nuestros padres y los dos mayores viajaron a Alemania a preparar el terreno para la llegada de los cinco hijos que quedamos esperando en Medellín. El momento de reunirnos otra vez fue frustrado por un trágico accidente de nuestros padres en el exterior, que impidió los planes originales. Superadas las dificultades nos volvimos a juntar en Medellín. Luego vino la segunda y más difícil separación, la muerte trágica de nuestro padre hace ya 44 años y posteriormente, hace cerca de 10 años la muerte súbita de nuestro hermano Santiago y ahora hace un año la muerte de Nora nuestra madre. Estas tres últimas separaciones, de por vida, la muerte es la muerte.

Las crisis económicas hicieron parte de nuestra formación, fueron difíciles, estábamos acostumbrados a que no nos faltara nada y si bien nunca nos faltó nada, tocó abrocharse muy duro el pantalón y trabajar sin descanso (sin fecha, ni horario, ni calendario).

Nora, en este primer aniversario de tu partida te quiero pedir perdón por los momentos difíciles y agradecerte infinitamente todo lo que hiciste por toda tu familia y tus congéneres.

Son tres los angelitos que tenemos en el Cielo, que siempre estarán vigilantes para ayudarnos, siempre de la mano de nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 27 de abril de 2020

Vivir cuesta y...

Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
Los muertos duelen. Cada día que pasa de la cuarentena creo que a cada uno de nosotros nos trae enseñanzas, nuevos aprendizajes, nos da tiempo para reflexionar, evaluar y mirar inquisitivamente el futuro, el cómo será el día a día, la convivencia, en fin, el actuar, pensar y mirarnos en este giro que nos dio la vida.

Pero, volviendo al inicio, hay algo que me inquieta en estos días y son las familias que han tenido a su alrededor fallecidos por causa del covid y el dolor que tienen. No hubo acompañamiento en la despedida, cómo se les dio sepultura, qué es de sus vidas recluidos soportando y llevando con dignidad y entereza el dolor de la pérdida, qué angustia y qué dolor. Si para nosotros es dura la cuarentena, cómo será para las familias dolientes, separadas unos de otros, hermanos, hijos, esposos(as) o padres (madres) solos, soportando el vacío del ser querido. Para ellos estos días son más difíciles de afrontar que para cualquiera de nosotros, adicional al cuidado personal, el dolor de la muerte, sin duda alguna hace que estos días sean interminables e infernales. Para todos ellos un abrazo solidario, tienen mis oraciones en este momento crucial de nuestras vidas y que, aunque no los conocí, ni a los que se fueron ni a ustedes los deudos, los tengo en mi mente rogando a Dios para que tengan paz y sosiego en estos días.

Por otro lado, también me refiero a los vivos, pero no a los corruptos que están haciendo lo que quieren con las ayudas gubernamentales, no a esos hampones que deberíamos colgar en la plaza pública como en épocas anteriores, para ver si aprenden los que queden vivos, que con el dinero de lo público no se juega y menos con los ciudadanos que necesitan y reclaman ayuda, lo que es vital para su subsistencia.

Sí hago referencia a los vivos, a los trabajadores informales, a los que sostienen la familia, a aquellos que tienen sus negocios y de ellos se sostienen, a los que de ninguna forma les llegará la ayuda del gobierno, a todos los que están sufriendo, esperando con ansias la posibilidad de salir a reiniciar sus actividades, a quienes recurren a los bancos para pagar sus nóminas y les piden papeles y soportes para demostrar lo que no es posible porque el negocio está cerrado. A ellos debe el Estado, a través de los departamentos o municipios, buscar alivios que hagan la cuarentena más llevadera.

También tenemos a nuestro alrededor las llamadas familias vergonzantes que pueden estar sufriendo y les da penar pedir ayuda. Por ello, a nuestros vecinos debemos preguntarles como están y en qué podemos ayudar; sencilla forma de allanar el camino para colaborar sin ofender, ni atentar contra su dignidad. Así todos podemos ser solidarios y contribuir a que estos días difíciles sean llevaderos y en las casas exista tranquilidad.

Nosotros en El Pensamiento al Aire, estamos contribuyendo a fundaciones, y a familias que no tienen ingresos para subsistir. Creemos en la solidaridad y en el bienestar de los demás, en un mundo que para ser mejor requiere de la contribución de todos, porque al final somos iguales, las mismas necesidades, expectativas y deseos.