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viernes, 9 de febrero de 2024

Modelo 62

Por José Leonardo Rincón, S. J.

Este modelo 62, acaba de cumplir 62. ¡Qué barbaridad! ¿A qué horas nos volvimos viejos? Bueno, como diría el otro, vieja la cédula, porque el sujeto todavía se siente con muchos ánimos. Y mientras Dios nos regale salud haremos todo lo que esté a nuestro alcance por seguir creciendo personalmente y buscando el bien de los demás. Esa es la vocación de servicio y lo que ayuda a darle sentido a la existencia.

Como todos los años, la celebración del propio cumpleaños fue un día para celebrar y dejarse consentir. En tanto algunos que conozco ese día se desaparecen y no se dejan ver de nadie, ni se dejan felicitar. Por el contrario, en mi caso, ese día me dedico a recibir llamadas, leer correos y contestar mensajes en las redes sociales. Como quien dice, es un día para subir la autoestima y sentir las expresiones de afecto que provienen de familiares, amigos y conocidos, aunque en realidad los festejos se pueden extender durante la octava.

La verdad, este año me sentí abrumado, anonadado. La cascada de detalles se transformó en avalancha de esas expresiones de cercanía y amistad, que finalmente resultaron ser más un tsunami de afecto. Desbordante realidad que me llevó rápidamente a darle gracias a Dios y a endosarle todo eso, pues Él es el autor y artífice del asunto. Pensé también en mi madre a quien le debo en buena medida lo que soy. Recordé a todos aquellos que a lo largo de estas décadas han contribuido de múltiples maneras a moldearme y ayudarme a crecer y madurar.

Cada mensaje, cada llamada, trajo a colación tanta historia acumulada, tantos rostros, tantas vivencias experimentadas, a veces duras y tristes, la mayoría de las veces alegres y maravillosas, como es el variopinto existencial de todos nosotros. Me sentí afortunado, pero no me comí el cuento de que solo yo lo era. Lo cierto es que cada persona que me saludó también tiene su propio acumulado favorable en el balance de su vida y en el día de sus cumpleaños seguramente siente otro tanto como yo. Es un patrimonio común que, si fluye y se comparte, nos enriquece y hace felices a todos.

Estoy tratando de responder a cada uno en particular su saludo, pero aquí debo hacerlo general y masivamente para todos. Gracias por la amistad, gracias por los augurios y buenos deseos, por los abrazos y las bendiciones, por los reconocimientos sinceros, por las palabras cargadas de afecto. Todos esos regalos para el corazón son activos para el alma. Si son tantos es porque Dios me ha regalado muchas amistades en todas las latitudes de este mundo, con cada una hay temas para episodios o sagas enteras. Hay mucha vida, mucha historia. Y todo, a pesar de mis humanas limitaciones. Por eso, con mayor razón: ¡gracias, muchas gracias! Dios los bendiga por hacer parte importante de mi vida.

jueves, 14 de julio de 2022

Hace un año murió mi madre

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo

Lo que más admiré de mi madre fue su capacidad de procreación al mejor estilo católico, relaciones sexuales para la procreación de siete hijos, hoy entre los 57y 69 años. Fueron 12 años para la creación de 7 hijos, con un marido con el que compartió cerca de 30 años. Perdió a su marido a los 53 años y a su primer hijo a los 85 años.

Fueron 10 años pariendo, 50 manejando un hogar y educando hijos, viuda más de 30 años y cerca de 10 años con alzhéimer progresivo.

Su fortaleza y carácter lo heredó de su madre Ana Peláez y de su padre Roberto, apenas lo conoció, murió cuando tenía cerca de 5 años.

Estuvo muy comprometida con nuestro padre Jacques en los proyectos educativos de sus hijos, del Colegio de Los Benedictinos, del Colegio Jesús María y del Colegio Cumbres. La formación católica en valores y la educación, fueron prioridades en su existencia.

Nos enseñó sobre la importancia de la unidad familiar, siempre andábamos juntos, los 9 cabíamos en el mismo carro, en la misma casa, salíamos todos juntos a vacacionar, en fin, ahí aprendimos amor de hermanos, tolerancia, a compartir, a ser responsables, solidarios, estudiosos y trabajadores. También aprendimos a competir, a ser celosos, reservados, peleadores y muchas otras cosas aparentemente malas que los humanos interiorizamos para pasarnos la vida desaprendiéndolas; así es que formamos para vivir. Aprendimos a escoger entre el bien y el mal. Todos los amigos de sus hijos e hijas la recuerdan con cariño, aprecio y agradecimiento; en su casa los trató como a sus hijos e hijas.

Nos separamos muy pocas veces excepto las que podríamos llamar trágicas separaciones, la primera cuando por cuestiones laborales nuestros padres y los dos mayores viajaron a Alemania a preparar el terreno para la llegada de los cinco hijos que quedamos esperando en Medellín. El momento de reunirnos otra vez fue frustrado por un trágico accidente de nuestros padres en el exterior, que impidió los planes originales. Superadas las dificultades nos volvimos a juntar en Medellín. Luego vino la segunda y más difícil separación, la muerte trágica de nuestro padre hace ya 44 años y posteriormente, hace cerca de 10 años la muerte súbita de nuestro hermano Santiago y ahora hace un año la muerte de Nora nuestra madre. Estas tres últimas separaciones, de por vida, la muerte es la muerte.

Las crisis económicas hicieron parte de nuestra formación, fueron difíciles, estábamos acostumbrados a que no nos faltara nada y si bien nunca nos faltó nada, tocó abrocharse muy duro el pantalón y trabajar sin descanso (sin fecha, ni horario, ni calendario).

Nora, en este primer aniversario de tu partida te quiero pedir perdón por los momentos difíciles y agradecerte infinitamente todo lo que hiciste por toda tu familia y tus congéneres.

Son tres los angelitos que tenemos en el Cielo, que siempre estarán vigilantes para ayudarnos, siempre de la mano de nuestro Señor Jesucristo.