Luis Alfonso García Carmona
Cuando pensábamos
que todo lo imaginable ya lo habíamos padecido en estos tres años del régimen
de traición e iniquidad que comanda el narcoguerrillero Petro, se ha
descubierto un escándalo de inenarrable magnitud que explica por sí solo cómo
hemos llegado al actual estado de inseguridad, desmoronamiento institucional y
moral.
Con numerosos
documentos a los que tuvo acceso Noticias Caracol se da cuenta el país de
cómo la cruel guerrilla del bandolero alias Calarcá ha contado con la
colaboración de oficiales del Ejército, funcionarios de la Dirección
Nacional de Inteligencia y altos directivos del Gobierno para
acceder a informaciones reservadas de orden público, códigos secretos, planes y
estrategias militares que les han permitido atacar con ventaja a las fuerzas
del orden.
Es la mejor
comprobación de que la seguridad de la población colombiana está en vilo
y carecemos de instituciones y dirigentes dispuestos a salvar al país de esta
hecatombe. La implementación del espurio Acuerdo de La Habana, las
funestas administraciones de Santos y Duque, permisivas con lo que llamaron el
“estallido social” y la corruptela alcahueteada por la obsoleta y desacreditada
dirigencia política nos han conducido a este lamentable laberinto sin salida a
la vista.
Desde hace 16 meses
la documentación sobre los “archivos de Calarcá” ha permanecido en poder
de la Fiscalía sin que esta proceda a actuar para descubrir todo el entramado y
someter a los implicados a la acción de los jueces. Ridícula la disculpa de la fiscal
general, Adriana Camargo, cuando afirma que su subordinada, la fiscal delegada,
que recibió las evidencias, no las puso en conocimiento de sus inmediatos
superiores jerárquicos, la delegada contra la criminalidad organizada, o
la Dirección Especializada contra las Organizaciones Criminales “Decoc”.
Sólo ahora, cuando se develó el estremecedor escándalo, informa que serán
compulsadas copias a la Corte Suprema de Justicia.
Vale la pena
recordar cómo fue designada la fiscal general, a través de la recomendación de
uno de los alfiles del camarada Petro, el anterior ministro de Defensa, Iván
Velásquez, prófugo de la justicia guatemalteca y fanático defensor del
marxismo-leninismo.
Ya estamos
habituados a registrar cómo actúan los funcionarios judiciales. Sus
determinaciones no se guían por el derecho sino por la política, como
solicitaba a sus compañeros un magistrado de la Corte. Se sabe de antemano cómo
van a fallar los magistrados petristas de la Corte Constitucional
el tema de las irregularidades en el proyecto de reforma al sistema
pensional. Tal como estaba previsto, los magistrados “petristas”
Vladimir Fernández, Juan Carlos Cortéz, Natalia Ángel Cabo y Miguel Polo
aceptaron el proyecto sin que fueran enmendados sus vicios de forma. Al
presentarse un empate, se optó por la designación de un conjuez que lo dirima,
para el cual fue escogido el doctor Carlos Pablo Márquez, recomendado por el
magistrado Polo.
En el caso de la fiscal
Adriana Camargo está en juego la soberanía del país puesta en peligro por su
conducta dolosa o negligente que ha permitido a los subversivos actuar a
sus anchas, penetrando los archivos secretos del Ejército durante 16 meses.
Nuestra llamada “justicia” debería ocuparse, en primer lugar, de investigar
esta conducta y someterla a la decisión de la Corte, donde aún quedan restos de
decencia y de imparcialidad.
Contamos, además,
con una costosa y mastodóntica Procuraduría General de la Nación, cuya
intervención es de la máxima urgencia para que sean detenidos y castigados los
funcionarios púbicos que resulten implicados en el caso de las “archivos de
Calarcá”, y en las órdenes de libertad concedidas a bandoleros reconocidos
por sus crímenes designándolos como “gestores de paz” para burlar las
órdenes de captura que contra ellos existen.
Estamos ante
catastróficos hechos que impiden la existencia del Estado de derecho,
hacen nugatorio cualquier esfuerzo para garantizar la seguridad de los
colombianos y tornan a Colombia en un Estado inviable, sin presente ni
futuro. ¿Cuándo vamos a entender la diferencia entre quienes nos engañan con
discursos memorizados para capturar nuestra atención y buscan a toda costa su
elección aunque sea maltratando la honra de sus aliados, de una parte, y el
candidato de los defensores de la Patria, Abelardo de la Espriella,
que no se arruga ante el peligro y representa nuestra única esperanza de
supervivencia?
