viernes, 17 de octubre de 2025

Presupuestos 2026

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Este fin de semana debo dejar lista una carta circular dirigida a quienes tienen la responsabilidad administrativa y financiera de nuestras comunidades y obras ofreciendo algunas orientaciones que puedan ayudarles en la elaboración de sus presupuestos para el próximo año. Es una tarea anual tan rutinaria como necesaria e importante que nos obliga a ser analíticos y muy juiciosos en este ejercicio de planeación organizacional.

Me gusta iniciar presentando una aproximación al contexto económico global que nos ayude a entender nuestro propio contexto. Son realidades inseparables que no se pueden ignorar deliberadamente. Los enfrentamientos arancelarios entre USA y China, el conflicto ruso-ucraniano o el esperado fin de la barbarie en Gaza, todo, nos afecta.  La ansiedad interna por el devenir político en medio de un año electoral junto con las diversas y muy complejas variables que tenemos como país, deben estar en la mira.

La tasa de cambio del dólar, el porcentaje de inflación al cierre del año, la incertidumbre respecto del incremento en el salario mínimo, las tasas de interés en los productos financieros, por mencionar algunos elementos que hay que tener en cuenta, se amalgaman con el análisis de la ejecución a finales del tercer trimestre y lo que se proyecta hasta diciembre. No es una tarea fácil porque no somos pitonisas adivinos del futuro. Ya ni los más connotados analistas se atreven a pronosticar cifras. Todos sabemos que hay tendencias que pueden sufrir cambios bruscos inesperados. Hay que ser prudentes y, si se quiere, conservadores.

La cuestión no es subirle por parejo el 5.2 a todos los rubros. Las reformas tributarias siempre nos incrementan los impuestos. Los servicios públicos hace rato suben por encima del IPC. Lo que se decrete como aumento del salario mínimo legal está indexado automáticamente a ciertos costos fijos que hay que asumir. Los rendimientos financieros son menores que el año pasado. Todo esto nos obliga a ser cuidadosos pues hay que confrontar esas cifras con las de nuestros ingresos. La idea es que no podemos ser deficitarios y que una sana austeridad es socialmente responsable.

Elaborar un presupuesto no es, pues, una tarea simple y no se puede hacer fría y asépticamente desde un escritorio. Hay que mirar rubro por rubro, renglón por renglón. No todos los años son iguales. El capítulo de lo relacionado con nóminas y prestaciones es muy delicado y su impacto en el conjunto del presupuesto evidencia en buena medida la salud financiera de la obra. Hay costos fijos ineludibles y de obligatoria ejecución, pero también hay lugar para las inversiones y las mejoras. ¿Quién mejor para hacer un presupuesto lo más acertado posible que quien tiene el conocimiento y la responsabilidad de ejecutarlo? Por eso su elaboración debe ser participativa, para generar corresponsabilidad y compromiso.

Es claro que un presupuesto 100 % exacto no existe, pero sí es un buen marco de referencia para todos. Exige altas dosis de crudo realismo. No se puede gastar más de lo que se tiene y la revisión periódica de su ejecución nos irá mostrando si estamos en el camino correcto o hay que tomar medidas de contingencia. A todos los que están por estos días inmersos en esa labor, les deseo el mejor de los éxitos.