José Leonardo Rincón, S. J.
Este fin de semana debo
dejar lista una carta circular dirigida a quienes tienen la responsabilidad
administrativa y financiera de nuestras comunidades y obras ofreciendo algunas
orientaciones que puedan ayudarles en la elaboración de sus presupuestos para
el próximo año. Es una tarea anual tan rutinaria como necesaria e importante
que nos obliga a ser analíticos y muy juiciosos en este ejercicio de planeación
organizacional.
Me gusta iniciar
presentando una aproximación al contexto económico global que nos ayude a
entender nuestro propio contexto. Son realidades inseparables que no se pueden
ignorar deliberadamente. Los enfrentamientos arancelarios entre USA y China, el
conflicto ruso-ucraniano o el esperado fin de la barbarie en Gaza, todo, nos
afecta. La ansiedad interna por el
devenir político en medio de un año electoral junto con las diversas y muy
complejas variables que tenemos como país, deben estar en la mira.
La tasa de cambio del
dólar, el porcentaje de inflación al cierre del año, la incertidumbre respecto
del incremento en el salario mínimo, las tasas de interés en los productos
financieros, por mencionar algunos elementos que hay que tener en cuenta, se amalgaman
con el análisis de la ejecución a finales del tercer trimestre y lo que se
proyecta hasta diciembre. No es una tarea fácil porque no somos pitonisas
adivinos del futuro. Ya ni los más connotados analistas se atreven a
pronosticar cifras. Todos sabemos que hay tendencias que pueden sufrir cambios
bruscos inesperados. Hay que ser prudentes y, si se quiere, conservadores.
La cuestión no es subirle
por parejo el 5.2 a todos los rubros. Las reformas tributarias siempre nos
incrementan los impuestos. Los servicios públicos hace rato suben por encima
del IPC. Lo que se decrete como aumento del salario mínimo legal está indexado
automáticamente a ciertos costos fijos que hay que asumir. Los rendimientos
financieros son menores que el año pasado. Todo esto nos obliga a ser
cuidadosos pues hay que confrontar esas cifras con las de nuestros ingresos. La
idea es que no podemos ser deficitarios y que una sana austeridad es
socialmente responsable.
Elaborar un presupuesto no
es, pues, una tarea simple y no se puede hacer fría y asépticamente desde un
escritorio. Hay que mirar rubro por rubro, renglón por renglón. No todos los
años son iguales. El capítulo de lo relacionado con nóminas y prestaciones es
muy delicado y su impacto en el conjunto del presupuesto evidencia en buena
medida la salud financiera de la obra. Hay costos fijos ineludibles y de
obligatoria ejecución, pero también hay lugar para las inversiones y las
mejoras. ¿Quién mejor para hacer un presupuesto lo más acertado posible que
quien tiene el conocimiento y la responsabilidad de ejecutarlo? Por eso su
elaboración debe ser participativa, para generar corresponsabilidad y
compromiso.
Es claro que un
presupuesto 100 % exacto no existe, pero sí es un buen marco de referencia para
todos. Exige altas dosis de crudo realismo. No se puede gastar más de lo que se
tiene y la revisión periódica de su ejecución nos irá mostrando si estamos en
el camino correcto o hay que tomar medidas de contingencia. A todos los que
están por estos días inmersos en esa labor, les deseo el mejor de los éxitos.