martes, 21 de octubre de 2025

No nos engañemos más

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Una de las mayores ventajas del populismo autoritario ha sido tener como rival a un republicanismo bobo y sin arraigo popular, sea por falta de autenticidad, decisión o inteligencia.” (Pablo Ignacio Rossi, periodista argentino).

El respetuoso y cordial llamado del presente escrito se refiere a la tendencia muy en boga de atribuir los males del país a las torpezas que, bajo la influencia de los psicotrópicos o de una supuesta afección mental, han llevado al jefe del estado a cometer toda clase de necedades en su desacertada gestión y a descargar la culpabilidad correspondiente en los demás, no en su pésima dirección del Estado.

En esta hora crucial para Colombia no tenemos derecho a equivocarnos. Empecemos por llamar a las cosas por su nombre. Lo que ha ocurrido en Colombia, aunque nos pese, es que hemos permitido un avance inexorable de la izquierda radical que comenzó con la reforma de la Constitución de 1986, continuó con el robo del plebiscito para implementar el espurio acuerdo de La Habana, siguió con las administraciones de transición hacia la izquierda de Santos y Duque, y culminó con el zarpazo que llevó a Petro al poder, con ayuda de dineros ingresados ilícitamente en su campaña.

Conseguida esa primera victoria, no ha parado el guerrillero-presidente de interpretar el papel que le corresponde: engatusar a sus ingenuos gobernados con extravagantes propuestas, ofensas a diestra y siniestra, provocación de conflictos con la oposición, la prensa, la rama judicial, el Congreso, líderes de países aliados, etcétera.

Todo ello no ha significado más que cortinas de humo mientras prepara, paso a paso, la perpetuidad de su política en el gobierno. Ha conseguido su macabro propósito. Ahora quienes deberían orientar una oposición seria, documentada y efectiva se relajan y le compran la idea de que está derrotado, que se quedó sin la calle, que sus múltiples errores lo van a enterrar, que ha perdido su antiguo poder.

Falso. Sigue el sátrapa conservando e incrementando los factores reales del poder. En primer lugar, dispone de muchísimos más recursos financieros que en la última campaña. Basta con observar cómo las entidades del Gobierno con posibilidades de aportar recursos mediante subterfugios legales están en poder de hombres de confianza del presidente-guerrillero. Sus antiguos camaradas del M-19 fungen como un auténtico partido de gobierno, manejan la inteligencia nacional, y están presentes en las escandalosas maniobras de corrupción que a paso de tortuga investiga una sesgada fiscalía.

La ausencia de respaldo en las calles no preocupa a quien ya es experto en la compra de votos y en la manipulación de las urnas y de los formularios para ganar donde le plazca.

Sigue manteniendo una narrativa de odio de clases que une con pasión y fanatismo al sindicalismo comunista, los indígenas esclavizados por las FARC, las clases marginadas, y una juventud carente de valores e ideales. adoctrinada por un incesante lavado de cerebros emanado de las redes sociales contratadas para esa perversa misión.

A través de los nombramientos y de otras prácticas inconfesables se ha infiltrado la voluntad presidencial en sectores de la administración de justicia. Es bien conocido el trasiego de bolsas con dinero efectivo para comprar el apoyo de congresistas a los asuntos que interesan al Gobierno. En otras palabras, se ha roto en mil pedazos el filtro de la separación de los poderes, esencial en cualquier sistema democrático.

Cerca de 800 municipios reportan presencia de grupos armados irregulares. Son lugares donde a ningún candidato, salvo los afectos al petrismo, le es permitido realizar actividades políticas. Aproximadamente el 40 % del territorio nacional está bajo el dominio de ELN, FARC, Cartel del Golfo, y oros grupos irregulares. No cuentan los candidatos de oposición con garantías de seguridad para realizar su campaña electoral. No bastó con el asesinato del senador Miguel Uribe, pues continúan los atentados. Poca credibilidad merece una Unidad de Protección conformada por ex guerrilleros de FARC para proteger la integridad de candidatos de oposición.

Durante tres años se ha dedicado el mandatario a desmantelar a las Fuerzas Militares y de Policía, rebajando sus efectivos y presupuesto, suspendiendo compra de equipos y reparación de estos, modificando su misión constitucional para dedicarlos a labores diferentes a la prioritaria de recuperación del orden constitucional. Simultáneamente se ha incrementado el pie de fuerza de la guerrilla, especialmente del ELN, FARC y Cartel del Golfo.

Se ha blindado el negocio de la cocaína, impidiendo bombardeo y fumigación de cultivos, extradición de capos, persecución de sus bienes, impidiendo su detención. Como se sabe, sus ganancias en el mejor negocio del planeta, irrigan con generosidad la campaña de sus candidatos.

Esta reseña nos indica a las claras que Petro ni está loco ni está acabado. Dentro de sus planes prioritarios, como lo ha pregonado, está el de reformar la Constitución, como lo han hecho todos los izquierdistas cuando llegan al Gobierno. Ha anunciado una asamblea constituyente, formal o informal, porque dizque la Constitución ya no sirve.

Se repetirá en Colombia la historia que conocemos: Ahora habla en nombre del pueblo, pero cuando apruebe su reforma a la Constitución hablará en defensa de la Constitución. Es la manera que emplean los zurdos para adquirir credibilidad, para disfrazarse de demócratas. En suma, para implementar la dictadura constitucional

Contra un enemigo de este calibre y con tan malvados propósitos no podemos seguir mintiéndonos ni actuar con ingenuidad.

Se nos acabó el tiempo para concientizar a la sociedad sobre la gravedad del problema que se nos avecina. Debemos actuar ya. Pero no con un puñado de aspirantes a la Presidencia, con sus personales e irrenunciables pretensiones, sino con un solo líder que comparta la necesidad de actuar con todo el peso de la Ley contra el desorden constitucional, que tenga vocación de héroe para afrontar sin miedo los peligros a los que se expone combatiendo a los más peligrosos delincuentes de nuestra historia.