Luis Alfonso García Carmona
“Una de las mayores
ventajas del populismo autoritario ha sido tener como rival a un republicanismo
bobo y sin arraigo popular, sea por falta de autenticidad, decisión o
inteligencia.” (Pablo Ignacio Rossi, periodista argentino).
El respetuoso y cordial
llamado del presente escrito se refiere a la tendencia muy en boga de atribuir
los males del país a las torpezas que, bajo la influencia de los
psicotrópicos o de una supuesta afección mental, han llevado al jefe del
estado a cometer toda clase de necedades en su desacertada gestión y a
descargar la culpabilidad correspondiente en los demás, no en su pésima
dirección del Estado.
En esta hora crucial
para Colombia no tenemos derecho a equivocarnos. Empecemos por llamar a las
cosas por su nombre. Lo que ha ocurrido en Colombia, aunque nos pese, es
que hemos permitido un avance inexorable de la izquierda radical que
comenzó con la reforma de la Constitución de 1986, continuó con el robo del
plebiscito para implementar el espurio acuerdo de La Habana, siguió con las
administraciones de transición hacia la izquierda de Santos y Duque, y culminó
con el zarpazo que llevó a Petro al poder, con ayuda de dineros ingresados
ilícitamente en su campaña.
Conseguida esa primera
victoria, no ha parado el guerrillero-presidente de interpretar el papel que le
corresponde: engatusar a sus ingenuos gobernados con extravagantes
propuestas, ofensas a diestra y siniestra, provocación de conflictos con la
oposición, la prensa, la rama judicial, el Congreso, líderes de países aliados,
etcétera.
Todo ello no ha
significado más que cortinas de humo mientras prepara, paso a paso, la
perpetuidad de su política en el gobierno. Ha conseguido su macabro propósito.
Ahora quienes deberían orientar una oposición seria, documentada y efectiva se
relajan y le compran la idea de que está derrotado, que se quedó sin la calle,
que sus múltiples errores lo van a enterrar, que ha perdido su antiguo poder.
Falso. Sigue el sátrapa
conservando e incrementando los factores reales del poder. En primer
lugar, dispone de muchísimos más recursos financieros que en la última
campaña. Basta con observar cómo las entidades del Gobierno con posibilidades
de aportar recursos mediante subterfugios legales están en poder de hombres de
confianza del presidente-guerrillero. Sus antiguos camaradas del M-19 fungen
como un auténtico partido de gobierno, manejan la inteligencia nacional, y
están presentes en las escandalosas maniobras de corrupción que a paso de
tortuga investiga una sesgada fiscalía.
La ausencia de respaldo
en las calles no preocupa a quien ya es experto en la compra de votos y
en la manipulación de las urnas y de los formularios para ganar donde le
plazca.
Sigue manteniendo una narrativa
de odio de clases que une con pasión y fanatismo al sindicalismo comunista,
los indígenas esclavizados por las FARC, las clases marginadas, y una juventud
carente de valores e ideales. adoctrinada por un incesante lavado de cerebros
emanado de las redes sociales contratadas para esa perversa misión.
A través de los
nombramientos y de otras prácticas inconfesables se ha infiltrado la voluntad
presidencial en sectores de la administración de justicia. Es bien
conocido el trasiego de bolsas con dinero efectivo para comprar el apoyo de
congresistas a los asuntos que interesan al Gobierno. En otras palabras, se
ha roto en mil pedazos el filtro de la separación de los poderes,
esencial en cualquier sistema democrático.
Cerca de 800 municipios
reportan presencia de grupos armados irregulares. Son lugares donde a ningún
candidato, salvo los afectos al petrismo, le es permitido realizar actividades
políticas. Aproximadamente el 40 % del territorio nacional está bajo el dominio
de ELN, FARC, Cartel del Golfo, y oros grupos irregulares. No cuentan los
candidatos de oposición con garantías de seguridad para realizar su campaña
electoral. No bastó con el asesinato del senador Miguel Uribe, pues
continúan los atentados. Poca credibilidad merece una Unidad de Protección conformada
por ex guerrilleros de FARC para proteger la integridad de candidatos de
oposición.
Durante tres años se ha
dedicado el mandatario a desmantelar a las Fuerzas Militares y de Policía,
rebajando sus efectivos y presupuesto, suspendiendo compra de equipos y
reparación de estos, modificando su misión constitucional para dedicarlos a
labores diferentes a la prioritaria de recuperación del orden constitucional.
Simultáneamente se ha incrementado el pie de fuerza de la guerrilla,
especialmente del ELN, FARC y Cartel del Golfo.
Se ha blindado el
negocio de la cocaína, impidiendo bombardeo y fumigación de cultivos,
extradición de capos, persecución de sus bienes, impidiendo su detención. Como
se sabe, sus ganancias en el mejor negocio del planeta, irrigan con generosidad
la campaña de sus candidatos.
Esta reseña nos indica
a las claras que Petro ni está loco ni está acabado. Dentro de sus
planes prioritarios, como lo ha pregonado, está el de reformar la Constitución,
como lo han hecho todos los izquierdistas cuando llegan al Gobierno. Ha anunciado
una asamblea constituyente, formal o informal, porque dizque la Constitución ya
no sirve.
Se repetirá en Colombia
la historia que conocemos: Ahora habla en nombre del pueblo, pero cuando
apruebe su reforma a la Constitución hablará en defensa de la Constitución. Es
la manera que emplean los zurdos para adquirir credibilidad, para disfrazarse
de demócratas. En suma, para implementar la dictadura constitucional
Contra un enemigo de
este calibre y con tan malvados propósitos no podemos seguir mintiéndonos ni
actuar con ingenuidad.
Se nos acabó el tiempo
para concientizar a la sociedad sobre la gravedad del problema que se nos
avecina. Debemos actuar ya. Pero no con un puñado de aspirantes a la
Presidencia, con sus personales e irrenunciables pretensiones, sino con un solo
líder que comparta la necesidad de actuar con todo el peso de la Ley
contra el desorden constitucional, que tenga vocación de héroe para
afrontar sin miedo los peligros a los que se expone combatiendo a los más
peligrosos delincuentes de nuestra historia.
 

