José Alvear Sanín
La conducta, cada vez más indigna, la
vulgaridad siempre creciente, y el dolo, cada día menos encubierto, del actual Gobierno,
ni disminuyen su poder ni presagian su derrota electoral.
Desde luego, es increíble que un
individuo en ese aterrador estado mental, moral y conductual haya podido
superar tres años de escándalos y corrupción, pero es todavía más inconcebible
que tenga las mayores posibilidades de conservar el poder, bien sea con
elecciones amañadas, bien con el cómputo madurista de las mismas, si es
necesario.
Nada hay peor que vivir bajo un gobierno
comunista. Quienes mejor saben eso son precisamente los jefes de los partidos
“democráticos”, ciudadanos privilegiados por sus antecedentes familiares y
educativos, por su experiencia vital, envidiable información, ejercicio de los
más altos cargos, ilustración, inteligencia y sagacidad... Y, sin embargo, nada
eficaz han hecho por detener la acción proterva del Gobierno, por ejercer una
oposición real, y por preparase, unidos, para recuperar el poder y lograr el
retorno al imperio de la Constitución y la ley.
En cambio, a pesar de escasas y
espasmódicas manifestaciones de descontento, en general permanecen
atrincherados en sus viejos odios, sus rivalidades y trapicheos, aupando la
aparición de docenas de candidaturas presidenciales bufas de aspirantes carentes
de votos, preparación, equipo y voluntad de poder. A lo sumo, los jefes parecen
favorecer posibles uniones de última hora en torno a quien obtenga el primer
lugar en la tómbola electoral de una primaria eventual..., que bien puede ser
ganado por otro Rodolfo, como cualquier Fajardo, Pinzón o Galán.
Colombia está polarizada entre la acción
de la izquierda y la omisión de la derecha.
No me gusta ninguno de la subversión,
pero reconozco en ellos la voluntad de poder. Si lo conservan para consolidar
la revolución, serán consecuentes con sus ideas totalitarias, excluyentes,
tóxicas y criminales. Si llegan a triunfar, serán menos culpables de la
tragedia que los dirigentes que han omitido oponerse a la aplanadora petrista
que viene, lenta pero eficazmente, demoliendo la democracia política y la
racionalidad económica, para consolidar una atroz y permanente dictadura a partir
del próximo semestre.
Para consolarnos se nos repite una y
otra vez que nada debemos temer porque “nuestras instituciones son muy
sólidas”, como si alguien pudiera confiar en un Congreso putrefacto, en unas cortes
sesgadas, como la Constitucional, que avaló hasta el robo del plebiscito; en un
Consejo Electoral amedrentado, una Fiscalía de bolsillo, una Procuraduría
insulsa, una Contraloría ausente, la omnipotente JEP y mermelada a rodos.
La situación exige unidad y acción, pero
solo experimentamos la omisión en el cumplimiento del deber de oponerse,
oponerse y oponerse, con el fin de impedir el próximo y presumible autogolpe
para aplazar las elecciones, hasta que puedan celebrarse en “paz total”, bajo
la nueva Carta, dictada por el poder constituyente popular.
***
¡La gravedad de la situación puede
juzgarse por el reciente escrito de un lúcido exvicepresidente de la república,
que, para salvar a Colombia, solo ve esperanza en la acción de Mr. Trump!
 
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