Fredy Angarita
Este título se hizo famoso hace unos 25 años,
protagonizado por Kevin Spacey, Helen Hunt y Haley Joel Osment. La película
contaba la historia de un niño de 11 años que decide realizar un experimento
para su clase de ciencias sociales con la intención de mejorar el mundo bajo
una simple premisa: él haría una serie de favores a tres personas y, a cambio,
ellos devolverían el favor haciendo algo por otras tres, y así sucesivamente.
Se puede decir que algo similar sucede, solo
que se hace desde las redes sociales, con el famoso mensaje: «comparte esto con
cinco personas y te pasará algo». Ja, ja, ja, solo es un chiste, no he conocido
a nadie a quien realmente le haya funcionado. Pero, claro, todo evoluciona,
todo cambia.
Hoy se habla en todas partes, o se ven videos,
de personas que hacen favores sin pedir nada a cambio, sin sugerir que los
demás hagan lo mismo. Todo se resume en una frase que he escuchado mucho: «yo
afán no tengo». Quienes usan redes sociales seguro ya saben de quién hablo;
y quienes no, me refiero a Camilo Cifuentes.[1]
Él se presenta en distintos lugares preguntando
por los precios de lo que la gente vende, no hace distinciones entre los sitios
a los que va, lo más llamativo es ver el rostro de las personas cuando escuchan
su voz. Pocos no lo reconocen, pero todos le agradecen por lo que hace.
Ya es común leer en medios, así sean digitales
o mediáticos, la pregunta: ¿quién es Camilo Cifuentes? Una pregunta que
resuena con fuerza en las redes. Lo más impactante es que ya hay otros influencers
haciendo algo parecido en distintas partes de Colombia.[2] No sé si lo hacen por
ganar seguidores, por imitación o por aprovechar la tendencia.
Otras personas, sin razón específica,
comenzaron a tildar al creador de contenido de “narcisista”. Otros dicen que no
trabaja a fondo las “causas sociales” y que, al final, la compra de un producto
en un día “no cambiará la vida de esa persona”. Como esos, hay muchos
comentarios en redes y en medios.
Con el boom, me dio por ver algunos videos, me
parece que la obra que el joven realiza es muy bonita y conmovedora. Con ese
pequeño gesto fue capaz de movilizar a muchos. Todos podemos formar parte de
una cadena invisible que se activa con una mirada, con un favor, con ceder el
puesto, con un “tranquilo, yo le ayudo”, no hace falta grabarlo, basta con
hacerlo.
En sus videos hay algo que me deja preocupado:
la cantidad de habitantes de calle con los que comparte. Me impresiona ver sus
rostros, los lugares donde están. Inmediatamente me viene a la memoria Víctor
Hugo. Aunque en Los miserables no se habla de los “habitantes de
calle” como se entiende hoy, sí se habla de los “pobres”, los “desdichados”,
los “infelices”, los “desheredados” y los “parias”. Su presencia se refleja
también en nuestra realidad: el número crece en todo el país.
Podríamos decir que los habitantes de calle en
Colombia son los miserables contemporáneos, empujados a los márgenes por
un país que naturaliza la exclusión. Las ciudades principales se embellecen
hacia afuera mientras barren sus miserias hacia los ríos, los caños o los
puentes, igual que la sociedad parisina del siglo XIX escondía a sus pobres en
los arrabales.
Víctor Hugo lo resumió con una frase
contundente: “No hay malas hierbas ni hombres malos, solo malos
cultivadores.”
Aplicado a nuestro contexto, podríamos decir
que el Estado colombiano y la sociedad civil son los “malos cultivadores” de
una tierra donde la pobreza germina sin cesar.