José Leonardo Rincón, S. J.
La muerte del papa Francisco retrasó unos meses
la canonización de estos dos jóvenes italianos, nuevos santos de nuestra
iglesia. Lo llamativo no es eso, lo que me llama muchísimo la atención es que
los santos jóvenes que tenemos, en su mayoría son de esta nacionalidad y se han
distinguido por sus peculiares virtudes.
Luis Gonzaga, jesuita, ha sido reconocido hasta
la exageración por la virtud de la pureza, pero lo que no se cuenta casi es que
su temprana muerte acaeció porque lejos de ser un angelito sin malos
pensamientos, en realidad su celo apostólico lo llevó a cuidar enfermos de la
peste hasta que lo contagiaron y falleció heróicamente.
María Goretti, una niña de apenas once años,
murió asesinada por un abusador que no logró cumplir sus perversos propósitos.
Morir antes que pecar fue la ejemplar convicción de esta mártir de la castidad.
Admirable.
Domingo Savio, con tan solo 15 años, alumno de
Don Bosco, ha sido un ejemplar referente de que la santidad no es algo
imposible de alcanzar.
Y ahora dos Santos muy interesantes: Pier
Georgio Frassati, al igual que Carlo Acutis, compañeros de canonización, ambos
exalumnos de los jesuitas, con comunes denominadores, jóvenes y laicos. Los
dos, de comienzos de siglo, uno del XX y el otro del XXI. Ambos bastante
normalitos en su vida de jóvenes: inquieto escalador de montañas uno, milenial
encarretado con internet y los videojuegos; el otro, le daban un sentido
trascendente a su cotidianeidad: hay que ascender en la vida para ganar a
Cristo, decía Pier Giorgio, hay que comunicar por las redes sociales el
maravilloso valor y sentido de la eucaristía, afirmaba Carlo.
Tanto Frassati como Acutis llamaban la atención
a sus respectivos padres, indiferentes o alejados de la Iglesia, porque eran
fieles devotos de la eucaristía diaria, práctica que no se quedaba en un
intimísimo pietista, sino que se traducía en una cercanía a los más pobres y
desvalidos de la sociedad. El rico papá de Frassati quien siempre lo criticó
por vago y holgazán, dice que vino a conocer a su hijo cuando a raíz de su
muerte por poliomelitis el templo se abarrotó de pobres y mendigos a quienes
cuidaba. Por su parte, Carlo quien morirá de 15 años por leucemia, un genuino influencer
que creó páginas web multilingües para promover la eucaristía, como narra
Antonia su mamá, también: «Vivíamos en el centro de Milán, en un edificio
rodeado de mendigos. Él quería ayudarlos, hablar con ellos, llevarles comida y
mantas».
En su canonización, el papa León dijo de ellos:
“son una invitación para todos nosotros, especialmente para los jóvenes, a
no desperdiciar nuestras vidas, sino a encaminarlas hacia lo alto”. Así las
cosas, tenemos estos jóvenes italianos, modelos verdaderamente inspiradores que
nos evidencian que se puede ser santo viviendo auténtica y coherentemente la
vida, amando a Dios y sirviendo a los demás. Amar y servir, ¡ese es el lema!