Luis Alfonso García Carmona
Armas
de la izquierda para perpetuarse en el poder
Los acontecimientos
más recientes tienen que llevarnos a la conclusión de que la izquierda radical
que nos conduce al abismo no ha abandonado su maléfico propósito de
aferrarse a las mieles del poder.
Por el contrario,
lo ha renovado apelando a las cuatro herramientas en las que ha comprobado ser
más fuerte, aquellas que las gentes de bien no utilizamos pues nos lo impiden
nuestra formación moral y los principios y valores que forman
parte de nuestra razón de ser.
Por ello hemos
advertido que estamos frente a una batalla cultural desigual.
Hemos derrotado al régimen en las calles, demostrando –como sucedió el pasado 7
de agosto– que las mayorías están contra Petro y sus compinches. Ya en
el Senado de la República y en las cortes asoman señales inequívocas de independencia
frente a los halagos y presiones a las que han venido siendo sometidas por
la corrupción oficial. Y el dolor por el asesinato de Miguel Uribe y tantos
colombianos sacrificados en los recientes actos de barbarie de los últimos
días, nos obliga a reflexionar sobre cuál debe ser nuestra respuesta a este
mar de violencia e iniquidad en el que naufragamos.
La desigualdad
proviene, en primer lugar, de la exacerbación de la violencia, la
estrategia preferida por los zurdos para hacerse con el poder en contra de las
mayorías. Así lo hicieron con Trump, quien milagrosamente se salvó de morir,
después de un disparo que le rozó una oreja; o con Bolsonaro, a quien un
seguidor del izquierdista Lula da Silva lo cosió a puñaladas que no cumplieron
su cometido gracias a la oportuna intervención de los médicos; con Miguel
Uribe, cuya partida colmó de dolor y rabia a los colombianos. Nos llega ahora
la noticia de que Charlie Kirck, un joven americano, fue asesinado a
tiros en Utah, por haber cometido el crimen de defender los principios
conservadores y cuestionar la retórica progresista en los campus
universitarios. El homicidio fue justificado por las “palabras horribles” del
joven activista, según la cadena roja MSNBC.
La omnipresente influencia
del narcotráfico determina los resultados en un país que, como Colombia,
ostenta el campeonato, en el ámbito mundial, de exportación de cocaína. A nadie
se le escapan las abultadas contribuciones de los capos de la droga a la pasada
campaña petrista, ni su correspondiente compensación gubernamental para
blindar el sucio negocio y beneficiar con impunidad absoluta a los carteles de
la droga. Será ahora el momento para cobrar el saldo a favor del Gobierno con
el dinero que haga falta para comprar conciencias, manipular las elecciones y manipular
votos en todo el territorio nacional.
Se ha caracterizado
este período presidencial por ser el más corrupto de nuestra historia.
Los sucesivos escándalos, desde la posesión fraudulenta del presidente hasta
estos días marcados por el mayúsculo escandalo de la UNGRD que involucra a
altos funcionarios del Gobierno y a congresistas nos conceden la razón. El
desastre del déficit fiscal no ha sido óbice para seguir malgastando y
robándose el erario a manos llenas. Ya no hay límite moral, ni jurídico que no
pueda rebasarse: hay que aprovechar hasta el último momento para dejar las
arcas vacías, desfinanciados el sistema de salud y el sector eléctrico,
paralizadas las obras de infraestructura, suspendidos o recortados los
programas de beneficio social, desmantelada la fuerza pública y, por ende, la
seguridad de los ciudadanos. Lo que importa es ganar las elecciones. Para ello
se está vinculando un ejército de vagos en cada ministerio sin otra finalidad
que la de hacer activismo en favor de la continuidad de esta funesta gestión.
Está preparada la “mise
en scène” (puesta en escena) para perpetrar de nuevo, ahora corregido y
aumentado, el fraude ensayado con éxito en el 2022. Está el pueblo
aterrorizado, la tesorería roja alimentada con infinitos recursos estatales y
mafiosos, la maquinaria oficial bien aceitada para seguir elaborando toda clase
de trampas y una carencia absoluta de ideas salvadoras por parte de
quienes deberían orientar a las mayorías indignadas con la injusticia y el
caos.
Numerosos
ciudadanos aspiran al voto de los colombianos para llegar a la Presidencia,
pero pocos se dedican a buscar verdadera solución a la hecatombe que vivimos.
Se limitan a repetir frases de cajón, sin alma ni corazón. Solo a Abelardo de
la Espriella le abonamos su vehemente llamado a poner orden en casa, proteger a
los buenos, castigar sin contemplaciones a los malos y gobernar con quienes no
han participado en la destrucción de Colombia.
Tampoco logramos
comprender por qué los directores políticos permiten a sus bancadas, o a parte
de ellas, respaldar con sus votos proyectos o designaciones patrocinadas por
el Gobierno.
Ninguno de ellos, a
pesar de dirigir partidos que dicen respetar la democracia, ha respaldado el derecho
constitucional de los ciudadanos para pedir la separación del cargo por
indignidad de quien lo ocupa fraudulentamente. Sus electores tienen derecho
a conocer las razones por las cuales sus dirigentes no respaldan a quienes ejercen
sus derechos constitucionales.
A quien aún le
faltan razones para combatir con firmeza a los zurdos, sin tibieza ni
claudicaciones, les recuerdo estas palabras que trae Marcelo Duclós
recientemente: «De acuerdo con Agustín Laje, hasta el momento,
la izquierda ha tenido éxito en ‘maquillarse’ para hacer creer que ellos son
los cultores de la diversidad y la paz… Los que tenemos alguna formación
sabemos muy bien que son los responsables de 100 millones de muertes, de
guerrillas sanguinarias, violencia política, de secuestros y violaciones.
Para ellos, la forma de imponer sus ideas es siempre mediante el uso de la
violencia”», concluyó.
