Fredy Angarita
Después de que Byung-Chul Han ganara el Premio
Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, su nombre volvió a
ocupar titulares, búsquedas y vitrinas. Se le reconoce por su crítica lúcida al
capitalismo digital, la sociedad de la transparencia y la autoexploración del
sujeto contemporáneo.
Una búsqueda rápida en Google arroja lo
siguiente:
·
10 claves para conocer su pensamiento
·
Un repaso a su filosofía
·
Todos los libros de Han
·
Lo mejor de Byung-Chul Han
Y, claro, una joya:
·
Un filósofo que vende, pero no convence
La pensadora María Zambrano lo comparó
con otra galardonada del mismo premio: “Byung-Chul Han es a la filosofía lo
que J.K. Rowling es a la literatura contemporánea: alguien que escribe bien,
que entretiene, que ha creado un universo que engancha… pero hasta ahí.”[1]
Incluso el librero y crítico Juan José
Gaviria, desde la revista Nueva Generación, se une al fenómeno con
humor: "Nos han robado más de sesenta ejemplares este año. No sé si es
por culpa del neoliberalismo —como él dice—, pero parece que lo roban ladrones
que no leen. Lo hacen por moda, por auge.”[2]
Con todo ese ruido en el aire, decidí volver a
leer tres de sus ensayos:
·
Hiperculturalidad (2018)
·
Capitalismo y pulsión de muerte (2019)
·
La desaparición de los rituales (2020)
Este último volvió a sacudirme. Han afirma que
los rituales crean comunidad sin necesidad de comunicación directa. Son
gestos que estructuran el tiempo, que cargan de sentido lo cotidiano. Pero en
esta época de prisa, rentabilidad e inmediatez visual, esos gestos se están
evaporando. Fue inevitable no pensar en Colombia.
Aquí los rituales no han desaparecido del todo,
pero sí su sentido profundo. El acto persiste; el significado se diluye.
Y en medio de esa reflexión me encontré pensando en Sofía Ospina de Navarro
(Medellín, 1892–1974)[3], una figura que hoy muchos
han olvidado, pero que fue pionera en su época: escritora, periodista,
conservadora en sus formas, pero audaz en su voz.
Sofía descansa desde 1984 en la Parroquia San
José, en Medellín. Y no es coincidencia que, al hablar de rituales, la traiga a
esta conversación. En su libro La abuela cuenta[4],
escribió sobre la pérdida de los ritos. Documentó algunos, dejó otros entre
líneas, y desde su mirada tejió con palabras lo que Han lamenta como perdido. En
este mes de junio, cuando se cumplen 51 años de su fallecimiento, quisiera unir
ambas miradas en algunos puntos esenciales:
Presencia del rito vs desaparición del rito
Sofía celebra los pequeños gestos del día a
día: el rezo en voz baja, el chocolate servido a las cinco, el duelo con luto
verdadero. Han, en cambio, nos advierte cómo esos mismos gestos han sido
vaciados de su peso simbólico.
Memoria y transmisión vs olvido digital
Ospina de Navarro encarna la oralidad como
archivo vivo. Cada historia de abuela es un acto de resistencia frente al
olvido. Han observa cómo la tecnología convierte esa transmisión lenta en ruido
continuo.
Tiempo cíclico vs tiempo acelerado
En Sofía, la repetición no es tedio, sino
ancla. El tiempo era un espacio habitable. Para Han, la aceleración moderna nos
desarraiga y nos vuelve esclavos del rendimiento.
Comunidad vs individualismo
La abuela cuenta es la metáfora viva de
la comunidad. A través de su lenguaje, su cocina, sus historias, se tejen
vínculos. Justo lo que Han denuncia como disuelto por la lógica del yo-marca,
del yo-mercado.
La abuela cuenta es más que un libro:
es un espejo retrovisor de un mundo que Han llora como perdido. Un
universo en el que los gestos eran lenguaje, el tiempo no era enemigo, sino
morada; el texto de Sofía no es simple nostalgia, es testimonio. Testimonio de
que alguna vez existió un orden simbólico donde el dolor tenía velorio, el amor
tenía espera, la comunidad tenía palabra.
Mientras pensaba en estos paralelismos, la
política nacional me devolvió al presente.
En Colombia, como en muchos otros lugares, la
política ha sido colonizada por la IA, likes, reels, frases diseñadas
para viralizarse. El debate se reemplaza por el clip, la protesta por el
trend. El ritual democrático se diluye entre la rabia, la indiferencia y
el hastío.
Una frase que escuché recientemente me golpeó: "La
democracia colombiana ya no sabe hablarse a sí misma." Perdimos los
gestos que nos unían, cada ciudadano convertido en marca, enemigo o
estadística. Eso es lo que pasa cuando desaparecen los rituales: también
desaparece la comunidad. Quizá aún haya tiempo, tiempo para recuperar los
símbolos, tiempo para volver al gesto compartido, tiempo para reconstruir lo
lento, lo humano, lo que nos nombra pueblo.
Como decía Marañas —entre bobo y filosófico— al
ver encenderse por primera vez el alumbrado público en Medellín: “Te
fregaste, luna… alumbrar a los pueblos.”
Ojalá no perdamos esa luz.
[1] https://www.infobae.com/espana/cultura/2025/05/11/byung-chul-han-el-filosofo-mainstream-ganador-del-premio-princesa-de-asturias-que-no-convence-a-todo-el-mundo-es-filosofia-de-instagram/
[2] https://digitales.elcolombiano.com/epaper/viewer.aspx?publication=Generacion&date=15_06_2025&tpuid=7241#page/26