José Leonardo Rincón, S. J.
A
propósito del cumpleaños de Bogotá el pasado 6 de agosto, escribo con alegría y
esperanza estas líneas al observar que el deseado metro para la capital del
país es, por fin, una realidad que avanza.
Ver
lo que estamos viendo se tomó décadas. Aunque hay quienes se remontan a los
años 40 es solo hasta los 60 cuando comenzó a hablarse seriamente de esta
posibilidad, de este sueño. Vimos muchas veces titulares en los periódicos
capitalinos anunciando con bombos y platillos que ahora sí el consorcio tal del
país cual adelantaría las obras. Puro blof, mucha carreta, solo cuento. Eso sí,
multimillonarios gastos en estudios, factibilidades, propuestas. Vana ilusión.
Así que cuando hablaron de que ahora sí y que lo harían los chinos, no lo
creímos. Cuento chino, pensamos. Y pasó lo del pastorcito mentiroso que cuando
fue cierto nadie creyó, o lo del apóstol Tomás: que hasta cuando no vio no
creyó.
Londres
tiene Metro desde 1863 y por estos lares latinoamericanos Buenos Aires desde
1913. Increíble. Medellín, gracias al empuje paisa, lo disfruta desde 1995. Y
aquí en rololandia un alcalde dejaba listos los estudios y llegaba otro
para botarlos a la basura y contratar los propios. Los inflados egos no podían
permitir que otros tuviesen el honor y la gloria. Cada cual quería ser el nuevo
Adán. Que si subterráneo, que sí elevado, discusiones interminables. Mucho
tilín tilín y nada de paletas. Ya en obra y no faltan los oportunistas
politiqueros que no hacen nada, pero todo lo critican, quieren atravesar palos
en la rueda y buscan sabotear su progreso. La envidia es enorme.
Mas
el Metro avanza con un porcentaje de ejecución del 60%. Los chinos han tomado
en serio el encargo y con eficiencia y disciplina, además de juiciosa
organización, vienen demostrando con hechos que la obra evoluciona.
Personalmente creo que, aunque estéticamente un Metro elevado no es lo más
bello paisajísticamente hablando, por los impactos que genera, si lo hubiesen
querido hacer subterráneo, quizás los bisnietos de nuestros hijos podrían
disfrutarlos. Esa construcción sí que hubiese sido demorada y traumática,
además de muy costosa, porque el subsuelo de Bogotá es realmente complejo.
El
Metro elevado avanza a buen ritmo y va a cambiar en mucho la calidad de vida de
nuestra gente.
En
contraste con el Metro de Medellín, me preocupa seriamente que a estas alturas
no se esté promoviendo una "cultura Metro". Eso toma años de
pedagógica motivación y los resultados son admirables. Podrán decir lo que
quieran, pero el Metro de Medellín, de lejos, es un Metro modelo. Sus
estaciones bellas y siempre aseadas. Sus vagones relucientes como nuevos. Su
gente respetuosa del ingreso y acceso a las estaciones y a los coches mismos.
Si esto no se promueve a tiempo el metro será un caos. Lo qué vergonzosamente
vemos en Transmilenio todos los días, nunca debería darse en el nuevo sistema
de transporte masivo y esa formación de la cultura ciudadana sí que les
corresponde a las autoridades locales. Tenemos menos de tres años para hacerlo.