Luis Guillermo Echeverri Vélez
(Terrorismo vs. conocimiento y civilización)
El bien y el mal han sido y serán siempre dos
fuerzas opuestas e incompatibles, lo mismo ocurre con la alianza entre el
populismo y el terrorismo que se enfrenta al conocimiento y a los avances de la
ciencia y la tecnología en beneficio de toda nuestra civilización en la misma
medida que las virtudes éticas y cívicas sucumben ante el crimen organizado, la
violencia, la ignorancia y la indolencia de quienes tenemos como gobernantes.
Mientras más progresa el conocimiento de los
seres humanos educados, mayor parece la ignorancia cultural de sus líderes y su
tolerancia con el terrorismo.
El debate ideológico entre izquierda y derecha
dentro de la legalidad es ya materia obsoleta. Las comunicaciones están
invadidas de la falta de sentido común propia del inmediatismo, equivocando a
la gente que no es capaz de asimilar toda la información que recibimos a cada
minuto sobre lo que acontece en el mundo.
La globalización es una apertura total al
conocimiento, pero el globalismo es la lucha digital por la dominancia en
términos de poder y se opone al progreso de la civilización entera.
El mundo puede estar muy loco, pero los líderes
políticos que tenemos lo están mucho más, se dedican a jugar a ser dioses, unos
con la riqueza pensando que es infinita, otros con la miseria de sus pueblos.
Bien decía mi maestro que “los extremos siempre medran en la misma canoa”.
Vivimos entre populismos de extremos que hoy
navegan en la demencia armamentista y se olvidan de los valores humanos.
Los grandes líderes mundiales juegan como en un
videojuego con la seguridad del mundo y de la civilización actual, dejándola a
discreción de la parametrización que cada loco le dé a la inteligencia
artificial en las naciones más poderosas.
Entre tanto muchos de los líderes del mundo
subdesarrollado destruyen: la niñez a golpe de hambre, secuestros, violaciones
y construyendo madrazas de criminales y terroristas; la adolescencia con
drogas, desinformación y vagancia, dejando el conocimiento reservado a personas
desconectadas del liderazgo político; y machacan el espíritu ético y laborioso
de sus naciones, jugando con su futuro socioeconómico al multiplicar la
inseguridad y la corrupción.
Trump propone un “escudo de oro” satelital que
proteja todo Estados Unidos que, para empezar, vale 175 billones y cada disparo
cuesta 50 millones de dólares. Los chinos, los rusos, Israel, los mismos
americanos y muchos países de la OTAN fabrican armas sofisticadas que venden a
países que ejercen terrorismo de Estado y promueven el terrorismo religioso y
el narcoterrorismo que generan matanzas y crímenes atroces en las zonas de
guerras, conflictos fronterizos e internos por el poder, y donde operan organizaciones
criminales contra democracias anárquicas y debilitadas. El terrorismo regenta
Cuba, Irán, Corea del Norte, Siria, Irak, Libia, Yemen del Sur, Sudán,
Venezuela, Nicaragua, Colombia y varias naciones africanas, y hay crisis en el
Oriente Medio, una gran tensión entre China y Taiwán y guerras en Rusia y
Ucrania, Pakistán e India.
Tiene el mundo gobernando naciones una
colección loquitos y populistas soberbios obnubilados por el poder, los vicios
y las drogas, que prometen gobernar bien pero que se dedican a convertir los
Estados en proxenetas que subsidian y se valen del terrorismo y la violencia
para controlar sus naciones, y se mantienen creando bazares de corrupción
política que desmejora las mayorías y solo atiende minorías ignorantes e
insensatas y sus incongruentes y falsas agendas progresistas.
Ya la polarización extrema, la que es
irreconciliable, traspasó la barrera de la legalidad y enterró el sano debate
democrático, ya supera la soberanía interna de las naciones, y está en manos de
un puñado de lideres globales abusivos, payasos, ególatras, vanidosos, incultos
e incongruentes a quienes cada día les importan menos los problemas de sus
gentes, de sus propias economías y el progreso de la civilización, pues no
entienden que vivimos en una era globalizada e interdependiente donde todas las
naciones tenemos problemas comunes.
Los líderes de las naciones grandes y pequeñas
están ignorando el hecho de que los graves problemas del ser humano demandan
cooperación entre todas ellas, pues no se resuelven con guerras de poderío que
pueden destruirnos a todos con uno solo loco que aprete el botón.