viernes, 23 de mayo de 2025

Santa Cruz de Mompós

José Leonardo Rincón Contreras S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Hace días que no escribo sobre esos rincones colombianos que he visitado y que me resultan fascinantes por su historia y por sus gentes. Pues bien, esta semana tuve que volver a Mompós, esa colonial y estratégica población del departamento de Bolívar donde los jesuitas llegamos tardíamente y que, en razón de la expulsión de Carlos III, pocos años estuvimos allí. A pesar de ello, el actual edificio de la alcaldía era, ni más ni menos, el claustro del colegio de dos plantas, con su típico patio central rodeado de columnas de piedra sosteniendo arcos de medio punto, muy similares arquitectónicamente a otros en otras latitudes y que eran propios de nuestro estilo.

Mompós fue un puerto importante sobre el río Magdalena, la principal arteria de comunicación entre Cartagena con Honda y desde allí con el interior del país. Prácticamente todas las órdenes religiosas hicieron presencia. Por ejemplo, el santo dominico Luis Bertrán trabajó en la ciudad, pero parece que no le fue muy bien según consta en una placa sobre la margen del río que dice que salió sacudiendo el polvo de sus pies, gesto mencionado en la biblia que expresa la protesta del foráneo cuando sale de un pueblo donde no ha sido bien recibido.

Suerte muy distinta tuvo nuestro libertador Simón Bolívar quien pasó ocho veces entre 1812 y 1830, una de las cuales sirvió para convocar varias decenas de hombres que le ayudaron a liberar a Caracas, su tierra natal. Con razón junto a la estatua que se yergue en su honor la famosa frase: "Si Caracas me dio la vida, Mompós me dio la gloria".

Hoy Mompós tiene 50 mil habitantes, la mitad de los cuales residen en el casco urbano. El pueblo que estuviese abandonado por décadas por los gobiernos local y departamental, desde hace unos años presenta un mejoramiento continuo que lo hace permanentemente destino turístico de múltiples extranjeros que ya no vienen solamente a adquirir las famosas piezas de orfebrería en oro y plata, o a rezar en la tradicional Semana Santa, o también a disfrutar el popular festival del jazz, sino, simplemente, a gozarse una caminata por el centro antiguo con sus calles estrechas y hermosas casas, la mayoría de una planta, que mucho se parecen a Cartagena, la capital regional.

Llegar a la isla ya no es tan complejo como antes cuando debía atravesarse el río en ferri o planchón. Ahora dos puentes majestuosos facilitan el acceso por sendos puntos con carreteras modernas bien señalizadas. Se puede viajar también vía Montería, Corozal, Barranquilla o Valledupar. Cuenta además con un excelente aeropuerto que aún sigue sin usarse la mayor parte del año, excepto cuando se celebran los eventos mencionados y a donde se puede viajar desde Medellín y la Heroica.

Me ha sorprendido gratamente ver cómo cuenta con un moderno hospital de segundo nivel, cómo se ha invertido en modernas infraestructuras deportivas y en el arreglo del atractivo malecón sobre brazo de loba. La gente se ha esmerado en recuperar sus casas, muchas de ellas ahora convertidas en oferta hotelera que, por cierto, no da abasto en altas temporadas. Por nuestra parte, las haciendas cuentan con ganado bufalino que, al decir de los expertos, es de la de mostrar en la región.

Cuando puedan, péguense la escapada a Mompós. Bien vale la pena. Se experimenta una increíble sensación solo comparable a la que se siente paseando por las calles del centro histórico de Cartagena.