José Leonardo Rincón, S. J.
A
la naturaleza se le respeta y lo que ha ocurrido es que al sentirnos dueños y
señores de todo lo creado no hemos hecho otra cosa que abusar de ella hasta
lograr alterar sus ritmos y generar cambios traumáticos, como el climático, que
muchos siguen negando con pretendida soberbia. Eso nos está saliendo caro según
podemos constatar por las facturas que nos pasa, pero como que no aprendemos.
De
las latitudes donde hay estaciones hace años nos vienen contando que los
inviernos son cada vez más fríos y los veranos son cada vez más insoportablemente
calientes. Son anécdotas que aquí no nos afectan. Que los huracanes del Caribe son
cada vez más fuertes y arrasan con todo haciendo estragos, eso es problema de
ellos que ya saben que las cosas son así. Que la DANA en Valencia cobró
sorpresivamente la vida de más de 200 personas, eso no nos toca y quien les
manda no ser precavidos. Que en Bogotá se inundó la Autopista Norte convirtiéndola
en río un que dañó decenas de vehículos, eso es culpa de las administraciones
locales y constructoras voraces que no debían haber hecho desarrollos
urbanísticos sobre los humedales.
Para
todo encontramos explicaciones y justificaciones. Los señalamientos de
culpabilidad van dirigidos a otros, particularmente a los políticos de turno. Que
el Papa lo había advertido… es un romántico ambientalista. Que hay que tener cuidado
que el cambio climático es un hecho… esos son los medios sensacionalistas. Pasó
la COP16 por aquí cerca, pero a la hora de la verdad pocos, proporcionalmente
hablando, le pararon bolas. Veníamos sufriendo una sequía grande por el
fenómeno del niño, como lo llamamos, y hacíamos rogativas para que cayera
agüita pa mi gente y ahora que llueve a cántaros, La Mojana sucreña se desborda
una vez más, los ríos se salen de cauce, las montañas se vienen abajo, entonces
decimos que no estábamos preparados para el fenómeno de la niña y que bueno
sería que volviera el solecito. ¿Quién entiende esta humanidad nuestra?
¿Queríamos
agua? Ahí la tenemos, pero nos quejamos, nunca estamos satisfechos. Que si
mucho sol, malo. Que si llueve, malo. Nada nos tiene contentos. Grave. Lo que
resulta imperdonable es que siempre estos fenómenos “nos toman por sorpresa”.
Con pueriles excusas nos lamentamos: “no estábamos preparados”. Hola, hola,
seamos serios. Tan viejos, irresponsables e inmaduros. El colmo. Siempre
improvisando, siempre con excusas y pretextos. Nadie se hace responsable. Es
nuestra casa común pero como es de todos es de nadie. Mientras no nos saquen de
nuestra zona de confort todo se vale… muy triste. No hay derecho. Lo doloroso
es que hasta que no nos toque de cerca y no nos afecte de veras, no vamos a aprender.
¡Ojalá no sea tarde!