viernes, 18 de octubre de 2024

Tres horribles problemas

Andrés de Bedout Jaramillo
Andrés de Bedout Jaramillo

En la sociedad actual estamos enfrentando tres problemas muy difíciles, malucos, horribles y que requieren urgente atención de todos:

  1. Las basuras e indigencia.
  2. Los habitantes de calle.
  3. El consumo de drogas y alcohol.

No sabemos cuál de los tres es peor, los tres son una desgracia, inclusive se interrelacionan y tienen sus parecidos. Los habitantes de calle viven entre la basura, drogados y/o borrachos, causan temor y desagrado, se roban las tapas de las alcantarillas, de los contadores, las basureras y todo lo que sea metálico, destruyendo a su paso el amoblamiento urbano, duermen en calles y parques y hacen sus necesidades fisiológicas en cualquier parte. Son instrumentalizados por bandas de delincuentes, al servicio de la venta de drogas, el robo y quema del cable de teléfonos para sacar cobre, de un muy desordenado reciclaje de basuras, dejando en muy malas condiciones los sitios donde desarrollan esas actividades.

Se apoderan de sectores que convierten en infiernos tenebrosos, haciéndole la vida imposible a sus usuarios y vecinos, mejor dicho, el desastre de los desastres, la violación más clara y flagrante al interés general.

Estamos pasados de la necesidad de que se legisle sobre esta creciente situación, para que se le permita mucha más capacidad de acción al Estado, los municipios y departamentos, para con su fuerza pública ser más efectivos en la lucha contra este flagelo. Ya es hora de que la Corte Constitucional revise su jurisprudencia frente a este tema que avanza a pasos agigantados y que requiere para su atención, el uso de la fuerza para conducir a tratamiento y atención a la gran cantidad de seres humanos que por causa de la dependencia absoluta de las drogas, han escogido la calle como su lugar de habitación, en las peores circunstancias de higiene y cuidado personal, con su mente enajenada que les permite acciones como las de lanzar rocas desde los puentes para matar conductores y motociclistas, robarles sus pertenencias y contar con dinero para financiar su vicio, que les garantiza la continuidad de vida en la enajenación total.

Son humanos y tienen sus derechos y se los tenemos que respetar, pero también tienen la obligación de respetar a los demás, de no afectar a la salud ni a las condiciones higiénicas, ni menos a la seguridad del resto de la población, que además, es la mayoría, y es por eso que tiene que primar el interés general sobre el interés particular.

En Medellín, por ejemplo, parece que tenemos ya más de 9.000 indigentes y habitantes de calle deambulando por la ciudad, asentados en lugares específicos que han convertido en sus territorios, llenos de basuras, de excrementos, de droga, de prostitución, de enfermedades, de contaminación.

La oferta institucional, para brindarles alimentación, baño, dormida, atención médica y psiquiátrica, podría ser más eficiente, si se permitiera desde la ley, la posibilidad de la utilización de la fuerza para conducirlos a estos lugares y la posibilidad de retenerlos en ellos para poder atenderlos en la mejor forma posible.

Sería mucho más digno el vivir de un indigente en los sitios que ofrece el municipio, que en la calle. Sería más seguro, más higiénico, menos contaminante y haría más vivible la ciudad en sus espacios públicos.

Hay muchas personas, instituciones, empresas y entidades que en una u otra forma, trabajan en la forma de poder ayudar a mitigar las consecuencias de estos tres horribles problemas, pero desafortunadamente los resultados no son los que quisiéramos como sociedad.

La generación de basuras crece, mientras que las alternativas de tratamiento diferentes a enterrarlas, por sus altos costos y poca sostenibilidad, no avanzan.

Los indigentes y habitantes de calle se incrementan día a día, invaden los espacios, forman comunidades que se asemejan a infiernos, generando inseguridad, desorden, malos olores y desaseo. Qué situaciones tan horribles y desagradables e incómodas para la sociedad.

El consumo de drogas y alcohol se incrementa en una forma impresionante, dejando en su paso, familias destruidas, hijos no deseados, huérfanos, muertos y miles problemas.

Los gobiernos, nacional, departamentales y municipales, cuentan con múltiples dependencias y presupuestos, supuestamente para luchar contra estos tres graves problemas, que inclusive tienen muchos puntos comunes en su afectación directa a todos los miembros de la sociedad y por ello cabe preguntarnos:

1. ¿Cuál es el grado de interacción entre las entidades del Estado, a todos los niveles, para acometer estos terribles problemas?

2. ¿Cuál es el grado de interacción entre las diferentes personas, fundaciones y entidades, que en una u otra forma trabajan para ayudar a las personas (recicladores, indigentes, viciosos, etcétera)?

3. ¿Cuál el grado de interacción, organización y colaboración de las entidades del Estado y de las personas e instituciones dedicadas a estas difíciles labores?

4. ¿Existen cadenas de suministros organizadas que permitan que sector público y privado trabajen coordinadamente estos temas?

5. ¿Existen mediciones que permitan ver avances o retrocesos en el manejo de estos horribles problemas?

Más vale tarde que nunca, señores congresistas, ustedes hacen las leyes y es urgente que se pongan a trabajar sobre estos temas tan delicados y difíciles; el interés general lo demanda.