Luis Alfonso García Carmona
Entre las múltiples
plagas que el advenimiento de la extrema izquierda al poder nos ha dejado,
resulta difícil señalar cuál de todas es la que más daño viene causando a
nuestra sociedad y al futuro de los colombianos.
Entendemos que
mucha gente mira con alarma cómo se desmorona el sistema de salud, catalogado
como uno de los más eficientes del continente; la economía, manejada más con
desuetos postulados ideológicos que con ánimo de contribuir al crecimiento del
país, va en caída libre a pesar de los esfuerzos de los empresarios; el sistema
pensional, ahora amenazado por la voracidad de los nuevos burócratas, caerá
indudablemente en la insolvencia; la inseguridad tiene en vilo a empresarios, y
trabajadores, completamente impotentes para defenderse de la acción depredadora
de guerrillas, narcotraficantes, bandas criminales y milicianos protegidos por
la impunidad oficial; como si lo anterior fuera poco, los escándalos
protagonizados por los familiares, subalternos y amigos del
guerrillero-presidente, alimentan cada vez más el rechazo a la camarilla
gobernante.
Podríamos –a manera
de ejemplo– registrar el inusitado aumento de la corrupción, como el más
dañino de los males que nos agobian, no solamente por el deterioro fiscal que
genera o porque entorpece la realización de obras que podrán beneficiar a la
comunidad, sino también porque acarrea desconfianza de la población en la
transparencia y rectitud de sus gobernantes. Constituye, además, un pésimo
antecedente para las nuevas generaciones que toman nota de cómo sus dirigentes
acceden impunemente al dinero fácil con la alcahuetería del régimen.
Ante el inveterado
fracaso en el control y la reducción de esta plaga, nos corresponde como
ciudadanos amantes de nuestro terruño, indagar sobre las causas de la
corrupción y eliminarlas de tajo.
Y, ¿cuáles son esas
causas?
1. La pérdida de la ética y de la moral.
La moral no es otra cosa que un conjunto de normas, principios, valores y
creencias que a través de la historia ha adoptado la humanidad como modelo para
distinguir el bien del mal en la conducta del ser dentro de la sociedad. Es la
relación entre la moral y la conducta del ser humano dentro de la sociedad. El
funcionario público debe ajustar su gestión a la ética, con el cumplimiento de
planteamientos básicos como la honestidad, la responsabilidad, la transparencia
o la equidad. Son varias las razones que impiden a los funcionarios mantenerse
dentro de los parámetros de la ética: la falta de formación en valores éticos
desde la etapa de la educación (familia, escuela, universidad); el nombramiento
de personas acostumbradas a hacer mal uso del poder en cargos públicos; la
ambición de llegar y mantenerse en el poder a toda costa; el poder corruptor
del dinero; la ausencia de moral y ética en quienes dirigen la gestión del
Estado.
2. Falta de mecanismos eficientes para garantizar la ética estatal. No son suficientes las sanciones usuales (inhabilitación, suspensión,
multas, destitución, cárcel por períodos relativamente cortos, beneficios
penales). Hay que implementar una solución drástica para erradicar el mal,
garantizando que accedan a la administración pública en todos los niveles y
todas las ramas los ciudadanos más preparados académicamente, con una
trayectoria impecable y un perfil adecuado al cargo que van a desempeñar.
3. Carencia de valores en la sociedad.
No es serio querer acabar con esta inveterada plaga con soluciones a corto
plazo. La corrupción no se acaba por decreto ni con base en las promesas
electorales de los candidatos. Si de verdad queremos reconstruir a Colombia
devolvámosle la moral mediante una batalla cultural en contra de
las ideologías marxistas, materialistas y ajenas a nuestra tradición. Mientras
nuestra sociedad no actúe conforme a los valores y principios de la moral que
nos quiere robar el régimen, no habrá futuro para Colombia ni para nuestros
hijos.