La expresión empleada como
título de este escrito corresponde a una frase empleada comúnmente por el señor
expresidente Santos para referirse al papel que deberían cumplir los expresidentes
de Colombia, sin que estén interviniendo en los asuntos del día a día, ni
defendiendo su obra de Gobierno ni criticando al presidente de turno.
Me ha parecido inteligente y
oportuna la invitación que hace el expresidente Duque a todos sus colegas de
unirse en un solo frente para lograr consensos y presentarse con un candidato
único a las próximas elecciones presidenciales si de verdad se quiere tener una
verdadera posibilidad de triunfo ante el candidato de continuidad del presente Gobierno,
sea quien fuere.
Ante las circunstancias y
coyunturas actuales, esta propuesta es un verdadero termómetro y reto para
medir la grandeza de todos y cada uno de los expresidentes vivos de Colombia.
Veremos su real capacidad y
compromiso para vencer sus egos, su soberbia, sus intereses partidistas y sus
cálculos políticos y burocráticos de filigrana.
Alto servicio le prestaría al
país si encausan sus esfuerzos para construir un proyecto político que consiga
organizar y convocar a la mayoría de los colombianos a superar el desmadre en
el cual estamos, producto de atrasos e incumplimientos históricos y del mal
funcionamiento del Gobierno actual, en medio de una coyuntura internacional
verdaderamente incierta.
Flaco servicio le prestaría al
país si eludieran su responsabilidad histórica y se dedicaran a la defensa de
sus pequeños intereses particulares y a las ganas de tener un protagonismo
permanente.
Hoy se dice que este es el Gobierno
de la improvisación. Ojalá la oposición no cometa la misma improvisación que
cometió cuando en las últimas elecciones se optó por elegir por descarte ante
la falta de candidatos propios al oponente del entonces candidato Petro.
Se supone que al marrano no lo
capan dos veces… (¿O sí?)
Preocupante por decir lo menos,
la presentación de los dos precandidatos con mayor posibilidad de triunfo en
las elecciones presidenciales de los Estados Unidos el próximo mes de noviembre,
en el debate televisivo promovido y organizado por CNN, el pasado jueves 27 de junio.
No voy a juzgar a quién le fue
bien o a quién le fue mal. Es claro que no estaban presentando una entrevista
para aspirar al cargo de animador para un programa de televisión –y no necesariamente
el mejor candidato mediático es la mejor opción–, si no que estaban presentando,
en teoría, sus argumentos para convencer al electorado que cada uno es la mejor
opción para el país. Lo cierto es que, es más que lamentable, que la sociedad norteamericana,
el imperio vigente en esta coyuntura histórica, no tenga una opción diferente a
los dos candidatos actuales.
Estamos ante una crisis de
candidatos frescos, de ideas nuevas y le estamos teniendo que entregar la
rienda de los países a políticos que no necesariamente parecieran ser los
mejores.
Y es que gústenos o no la
elección de presidente para los Estados Unidos, –permítanme la expresión–, es
la elección del primer mandatario del planeta, una decisión que nos impacta a
todas las personas, a todas las instituciones y a todos los países de nuestro
golpeado planeta, agobiado hoy por las guerras, las crisis migratorias, el
cambio climático, la injusticia, la iniquidad y la hambruna, por encima de lo
que ocurra por ahora en China, en Rusia,
en India o en Europa, en un mundo con tendencia a la multipolaridad.
Una persona muy mayor con varias
limitaciones y una persona pendenciera con líos judiciales son la opción que
hoy se presenta: hemos caído muy bajo.
Ojalá las grandes y distinguidas
élites intelectuales, académicas, políticas y económicas de los Estados Unidos se
pellizquen y, dejando a un lado sus intereses partidistas, se comprometan con
la grandeza de su nación y con la estabilidad del planeta.
Mi gran anhelo es que no les
vaya a quedar grande la grandeza.