viernes, 7 de junio de 2024

Un corazón que ama

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.

Apuesto que más de uno no tiene idea de por qué este fin de semana tenemos de nuevo puente festivo. Se los recuerdo: porque ocho días después de la fiesta del Corpus es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, celebración ciertamente religiosa pero que en realidad era una fiesta patria en la que el presidente de la República renovaba la consagración del país al Sagrado Corazón y lo hacía obedeciendo una Ley promulgada desde 1902 en agradecimiento por el final de la guerra de los mil días, gesto solemne y oficial que se repitió invariablemente hasta que por la Constitución del 91 el país dejó formalmente su carácter confesional católico.

Con cierta ironía algunos hablan del país del Sagrado Corazón. Encontré para mi sorpresa que no somos los únicos: hay otros 13 países que también están consagrados. Y eso me llama la atención porque de aquellas experiencias místicas de Santa Margarita María de Alacoque, una monja de clausura del convento de La Visitacion en Paray Le Monial (Francia), se derivó el “Munus suavissimum” (el encargo suavísimo) que el mismísimo Corazón de Jesús le pusiese a la Compañía de Jesús a través de San Claudio de La Colombiere, jesuita y confesor de Margarita, para que la Compañía fuese ardiente promotora de esta devoción, divulgase sus 12 Promesas, consagrase hogares y naciones enteras y con ello fortaleciere una pasión amorosa por ese Corazón que tanto ha amado el género humano. No había en Colombia casa que no tuviese expuesta su imagen y al comenzar una clase en el colegio no podía faltar la jaculatoria: “Sagrado Corazón de Jesús: ¡en vos confío!”

Lo interesante del asunto, más allá de estas históricas anécdotas sobre la forma como celebrábamos la efeméride, es el fondo que contiene. En su momento, Proexport difundió como la marca-pais un corazón encendido sobre un fondo rojo que decía “Colombia es pasión”. Me fascinaba. Porque se conjugaban en el símbolo muchas cosas: el país del Sagrado Corazón con ese corazón llameante, el rojo fuego, ardor, calor. Y que hablase de la pasión, es decir, ganas, convicciones profundas, empuje, porque como decía el filósofo aleman Hegel: “nada grande en el mundo se ha hecho sin pasión”.

Nuestro país vive momentos particularmente desafiantes que podrían sobrellevarse con coraje y tesón, con ardorosa pasión, si nuestro corazón estuviese inflamado de amor como lo está el corazón de Cristo, un corazón que ama, sí, así como suena y escribe, en presente, ahora, a este mundo, esta gente. Es verdad, no es fácil cuando muchas cosas están al revés, trastocadas o patas arriba. Pero ahí es cuando cobra mayor sentido entonces el consagrarnos a la noble causa de buscar cambiar las cosas, ya lo dijimos, no cambiar por cambiar, sino apuntando al meollo del asunto: la transformación personal como conditio sine qua non para el cambio social y estructural.