Luis Guillermo Echeverri Vélez
La verdad si bien tiene contextos y aristas, es una sola
para quien presenta un hecho o una idea. Pero esa es la verdad de las personas.
Otra cosa es la verdad factual de los hechos reales cuando ello no es un asunto
de apreciación.
Y es eso, lo que hoy tratamos de tapar, cambiar, alterar o
desconocer con la narrativa de posverdad que hace parte de las nuevas
realidades de la deconstrucción, que a su vez es la careta revolucionaria de
los cobardes que le temen al cambio por la vía de la transformación y el
conocimiento tecnológico en un mundo tan real como digital.
Pero cuidado, que el cambio no es un asunto relativo. Los
cambios reales siempre han sido tecnológicos y manifiestos en hechos
incontrovertibles. No se puede pedir a Picasso cambiar un trazo, ni a Miguel
Ángel los ojos de la virgen de la piedad para que oculte su tristeza.
Igualmente, la posverdad no puede pretender que no son organizaciones
terroristas Hamas, Isis, Hezbollah, ETA, IRA, ni narcoterroristas FARC-EP, ELN,
Clan del Golfo, el Cartel de los Soles, el de Sinaloa, etcétera.
Será que es justificable o que no son esas organizaciones
terroristas las que matan civiles inocentes con bombas, instalan minas
antipersonas, ni los que les arrebatan mediante secuestro los hijos a
indefensas familias campesinas para violarlos física y mentalmente y
convertirlos en sus esclavos militantes, ni los que estimulan la venta de droga
en las escuelas para convertir los jóvenes en adictos y por medio de ellos
realizar el microtráfico.
La epistemología o el fondo del conocimiento no puede
amarrarse o naturalizarse a algo por una creencia o un dogma ideológico, ni por
incurrir en la falacia de la confrontación de hechos con supuestos.
La posverdad es uno de los elementos del nuevo caos como la
deconstrucción del civismo, la legalidad, la justicia, el sentido común, el
deber ser y el interés general, mediante la imposición legislativa de agendas
minoritarias que por pura conveniencia electoral o en función de figuración
individual, pretenden cambiar la realidad fáctica que pertenece a la gran
mayoría.
Una cosa son los derechos humanos que todos debemos
respetarlos como verdad incontestable y otra la utilización de estos como causa
política con ideas preconcebidas.
No estoy de acuerdo con destruir para construir sobre
ruinas. Eso viene causando millones de muertes desde la revolución francesa,
pasando por el estalinismo, el nazismo y el fascismo que hoy resurge bajo la
denominación de Socialismo del Siglo XXI en las Américas.
Los jóvenes no deben ser alejados de la realidad con
verdades amañadas a ideologías o nuevos contextos. No podemos caer en el juego
de desnaturalizar la epistemología a partir de las emociones políticas.
El adanismo es el vicio más marcado de personajes como
Castro, Chávez, Petro y su libretista digital, y sus camaradas. Son los mayores
exponentes de la empobrecedora y esclavizante dialéctica inversa populista
neo-narco-estalinista, al pretender ser los primeros, los iluminados, los
únicos que comienzan una nueva era con sus ideas y sus actos de derrumbamiento
nacional.
La posverdad como la propusieron Camilo Torres y el oscuro padre
De Roux, y como lo venden Petro y Bolívar asociados a lo más selecto de la
corrupción de la política tradicional del país y a las mismas organizaciones
criminales que aterrorizan y abalean a los indefensos, es el engaño a la razón
y al deber ser, para cambiarle a la juventud la manera de pensar llenarle la
cabeza de resentimiento y de odio social.
Estamos enfermando la niñez desde una nueva versión de la
historia colombiana, negándoles los elementos, las herramientas y la libertad
de pensar y sacar sus propias conclusiones.
Para terminar, con ejemplos de lo que produce la posverdad
como relativización de la verdad, preguntamos: ¿qué bien le ha hecho al país la
presencia de terroristas como Tornillo o Timochenko en el Congreso? ¿No es la
JEP un sistema inquisitivo ideológico viciado en favor de la posverdad para
destruir sectores económicos, empresas y personas a partir de los testimonios
acomodados de quienes acuden a buscar beneficios a cambio de hacer acusaciones
teledirigidas? ¿No se convierte la Corte Suprema en un cuerpo delictivo a causa
del proceder desequilibrado por ideología o lucro de sus integrantes, al
desconocer de plano la naturaleza de execrables crímenes de lesa humanidad o al
cometer el despropósito de imputárselos a quienes han sido las víctimas?