viernes, 21 de junio de 2024

Mi hermano mayor

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.

No tuve hermanos de sangre, pero para compensar ser el único hijo de la familia, ahora tengo 194 y Toño con sus 103 años es el mayor. Lo he venido a visitar a Medellín junto con los otros que viven en nuestra Casa Pedro Arrupe. Se trata de una visita que debo hacer debido a mi oficio, pero también es una de las más esperadas y gratas de cuantas debo hacer cada dos años.

Los jesuitas tenemos dos casas de adultos mayores. La otra queda en Bogotá. Ambas albergan a esos hombres que en su momento dieron lo mejor de ellos mismos colaborando en la misión de Cristo. Impacta ver a los otrora referentes, formadores, titanes apostólicos, mentes lúcidas, eximios académicos, celosos pastores, ahora limitados, disminuidos, venidos a menos físicamente. Si no fuera por la paz interior que traslucen, alegres sonrisas y efusivos abrazos, esta experiencia sería muy dura. Pero no. No lo es. Se respira en el ambiente la conciencia de la misión cumplida, la tarea realizada.

La casa es acogedora y el personal que los acompaña para que estén bien no puede ser más idóneo en lo profesional y más afectuoso en lo humano. A algunos de mis compañeros les aterraba la sola idea de tener que terminar sus días aquí, pero ahora no. Incluso algunos piden venir a vivir. No puede ser de otra manera en una comunidad que ora por la Iglesia y la Compañía, y donde no hay tiempo para aburrirse porque si no es la eucaristía o los actos religiosos comunitarios, es la conversación fraterna, la lectura compartida de un libro, una buena película o programa de televisión o una serie de actividades lúdicas como yoga, ejercicios físicos, karaoke e incluso baile. Juegos de mesa, paseos o salidas a tomar el algo, como decimos en Antioquia a las onces de la tarde.

Y allí, en medio de todos ellos, nuestro Toño Silva. El mismísimo que se atrevió a desafiar las reglas ortográficas de nuestra preciada lengua castellana, el escritor de poemas y cuentos para niños, el que nos distraía con su bompivaro, carruseles y juegos. El autor de “Te contaré” una picante y humorística columna donde le escribía al Provincial una carta pública para exponer sin pelos en la lengua, sin ofender, sus pareceres sobre los jesuitas. No le pasan los años y lo único que lo afecta es la sordera que logra manejar con un buen audífono. Solo toma una aspirina diaria como pretexto para tener una medicina que tomar. Es un niño grande y picarón que de tiempo atrás se declara cibernauta, pues efectivamente navega en internet y mantiene contacto vía mail con muchos de nosotros. De hecho, hace poco, respecto de un video que sobre la educación jesuita se publicó, me hizo interesantes preguntas. Está lúcido y yo creo que más de uno de nosotros, si quisiera llegar a viejo o vivir tanto, quisiera hacerlo como Toño, mi hermano mayor, un viejo que nunca dejó de ser niño, un hombre fascinante por su claridad mental, por su simpatía, don de gentes y grata conversación. Un hermano que quiero de corazón.