Luis Guillermo Echeverri Vélez
Sin respeto
a la dignidad de las víctimas jamás habrá justicia en Colombia. Amnistiar
criminales de lesa humanidad tiene un insostenible costo social y jurídico, que
se multiplica cuando la impunidad incluye llevarlos al parlamento y la
presidencia de un país.
No habrá
paz en Colombia mientras nuestro nivel cultural y educativo, y nuestra actitud
indiferente frente a la violencia causada por el crimen organizado nos lleve a
que algunas actuaciones de una justicia ideologizada se confeccionen a la
medida del criminal, y sigamos victimizando a los delincuentes.
La
cooperación nórdica ha terminado auspiciando el laboratorio social desde el
cual se propaga el mensaje publicitario de la revolución y se promueve el
amancebamiento de la izquierda con toda suerte de organizaciones criminales que
se valen del terrorismo y de la comisión de delitos de lesa humanidad, para
debilitar nuestros Estados y sociedades.
En política
no hay casualidades. ¿Qué tan contaminada está nuestra administración de
justicia de la ideología mamerta y de los mecanismos para encubrir criminales,
que malversan recursos de la cooperación europea?
Viajó el
mandatario a Europa, con la mentira de ir como líder regional a una conferencia
de paz donde su militancia revolucionaria y su promoción del terrorismo no
serían bienvenidas. Fue a Suecia, acompañado por grandes grupos empresariales
que avalaron social y políticamente una misión revolucionaria en favor de un
narcoterrorismo sanguinario, para buscar la complacencia de los mercaderes
ideológicos que administran aquella gélida guarida de delincuentes subsidiados.
El viaje
tuvo varios objetivos: invertir la realidad de la historia colombiana, ofrecer
la compra de aviones Saab Gripen, traer los niños mutilados de Gaza al hospital
militar, y promover que saquen al ELN de la lista de organizaciones terroristas
internacionales, para poder esparcir su psicodélica utopía de “narco-paz
total”. Quizás en búsqueda de comprar una nominación al premio Nobel de Paz.
Hace 42
años la ORP (Organización Revolucionaria del Pueblo) un movimiento terrorista
urbano, financió con recursos nórdicos para la ANUC (Asociación Nacional de
Usuarios Campesinos), el secuestro y asesinato de Gloria Lara de Echeverri,
quien fue concejal de Bogotá, embajadora en la ONU, querida por todas las acciones
comunales y las comunidades indígenas del país. Una verdadera líder social, que
entonces era la directora nacional de la oficina de desarrollo de la comunidad
Digidec, hija del empresario secuestrado y asesinado Oliverio Lara Borrero, y esposa
de Héctor Echeverri Correa, presidente del Senado.
Este caso
sigue impune jamás ha sido reconocido por el Estado colombiano como crimen de
lesa humanidad. Los llamados a juicio como secuestradores y asesinos eran
dirigentes de la ANUC y militantes del MNDP o DP (Movimiento Nacional
Democrático Popular) y de su núcleo ideológico la ORP. Participaron como
activistas en la campaña de Luis Carlos Galán, y consiguieron huir de la
justicia colombiana cuando apelaron a su primer llamamiento a juicio en 1983,
ayudados por la Embajada de Francia y el gobierno de la paz de Betancur y
amparados por una gran campaña mediática a su favor que encabezaron, Galán,
Enrique Santos, El Tiempo, TV-Hoy, 360 Grados, Semana, El Espacio y el
Bogotano.
Mis tíos,
Héctor y Gloria dedicaron gran parte de su vida y de sus recursos personales a
hacer trabajo social en los barrios de Bogotá y en muchas comunidades
necesitadas del país, llevándole a la gente salud y todo un abanico de ayudas
que el Estado no les proveía.
Las pruebas
efectuadas por la justicia indican que el objetivo político de la ORP era
demostrar su capacidad para perpetrar acciones violentas, con el secuestro y
asesinato de una verdadera y reconocida líder social, madre y esposa, que
representaba la alta clase económica del país, para ganar reconocimiento,
espacios y credibilidad ante el Partido Comunista Colombiano y las grandes
organizaciones revolucionarias y guerrilleras que tanto han azotado con
violencia al país.
Después de
42 años la familia sigue esperando justicia, y los imputados por secuestro y
asesinato siguen ayudados por la mano invisible que financia la ideología
revolucionaria; luego de confesiones, de una sentencia condenatoria, 14
procesos judiciales y varias solicitudes de la procuraduría, lograron que el
caso prescribiera en 1998, y que no se considerara un crimen de lesa humanidad
por la Corte Suprema en 2012.
¿Puede responder el Estado, por qué sí fue considerado crimen de lesa humanidad el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado y el de Gloria Lara prescribió? Y ¿por qué el mandatario fue a Suecia a defender en una de sus alocuciones a quienes fueron señalados como secuestradores y asesinos de Gloria Lara y acusar a la familia de ese magnicidio y cobarde feminicidio?
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