miércoles, 22 de mayo de 2024

Un Gobierno reñido con el orden constitucional

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Es fácil de entender que en un determinado país existan grupos revolucionarios o subversivos que no compartan el orden constitucional que la sociedad haya adoptado para garantizar la convivencia y el normal funcionamiento de las instituciones. Pero que sea el propio Gobierno el que se aparte de las normas constitucionales vigentes y pretenda dirigir a sus gobernados en abierta contraposición con el orden constitucional establecido es un monumental disparate que no se tolera sino en Colombia.

Eso precisamente es lo que ha vivido el pueblo colombiano en los primeros dos años del actual régimen afilado a la izquierda internacional, que sigue al pie de la letra las directrices del Foro de Sao Paulo y pretende convertir a Colombia en otra nación subyugada por el socialismo del siglo XXI. En otras palabras, nos quieren obligar a padecer las desastrosas experiencias que viven nuestros hermanos de Cuba, Venezuela y Nicaragua bajo los regímenes comunistas.

El mantenimiento de las condiciones estructurales de seguridad del Estado presupone el pleno cumplimiento de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución por parte de las autoridades, cumplimiento que ha omitido el régimen petrista, reñido desde su comienzo con el orden constitucional.

Protección del derecho a la vida

Consagrado en el artículo 2 de nuestra Constitución, ha sido flagrantemente desconocido por quien ejerce la Presidencia. Gran parte de nuestro territorio nacional, como lo han reconocido los mismos funcionarios del Estado, está bajo el poder de carteles de la droga, las guerrillas y otros grupos armados ilegales. Sus conflictos determinados por el predominio en sus respectivas zonas, por enfrentamientos con la fuerza pública o, simplemente, para reclutar apoyo de la población civil, son los principales causantes de pérdidas violentas de vidas humanas. Sus protagonistas gozan de impunidad y protección del régimen, en lugar de ser combatidos con severidad para proteger a la inerme población civil.

Dentro de la política reñida con el orden constitucional se ha empeñado la administración petrista en el desmoronamiento de las fuerzas armadas, encargadas de proteger la vida de los colombianos. Para menoscabar la acción protectora de las fuerzas militares y de policía se ha descabezado su cúpula de mando, se les ha confinado a los cuarteles, hasta se les ha prohibido defenderse, lo que ha permitido que sean humillados y secuestrados por chusmas de campesinos manipuladas por la guerrilla; se les ha recortado los recursos financieros, el mantenimiento de equipos y el suministro de dotación militar; se ha recortado la labor de inteligencia y, para colmo de los colmos, se prepara una modificación sustancial de las políticas de seguridad y de la organización militar y de la policía en el acuerdo con el ELN, cuya mesa de diálogo comienza el día de hoy.

Promover la prosperidad general

Es otro de los principios esenciales de nuestra Constitución asignado al Estado como una de sus principales obligaciones, que –como se ha evidenciado– ha sido totalmente incumplida por el régimen petrista. Sin importarle para nada las consecuencias de su alienada política, ha pretendido acabar con la explotación de petróleo, fuente de los principales ingresos por concepto de exportación. Envenenado por el odio de clases, ha emprendido la destrucción de la economía, la guerra a la propiedad privada y a la libre empresa, lo que ha ocasionado ya la mayor fuga de capitales de nuestra historia y la desaparición de 400.000 empleos. Toda la política gubernamental está enderezada a desconocer el mandato constitucional de trabajar por la prosperidad general, pues sus hechos indican que sólo se busca ahuyentar la inversión, destruir el empleo, quebrar a las empresas y colocar a la población a depender de subsidios estatales, método habitual de los sistemas comunistas para subyugar a las masas.

Dignidad humana y prevalencia del interés general

Consigna en su artículo 1 nuestra Carta Magna que Colombia está “fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.”

Es este un principio rector de toda la actividad del Estado y, por lo tanto, la garantía de su cumplimiento se impone para mantener las condiciones de seguridad de la población y el orden constitucional cuyo sustento debe ser garantizado por las fuerzas militares, según lo que estatuye el art. 217 de la Constitución Política.

La alteración de este mandato se ha plasmado en la caprichosa voluntad del ejecutivo en destruir el sistema de salud para entregar su manejo a una burocracia que ha demostrado ser corrupta y que no cuenta con la idoneidad para el manejo de tan abultados recursos. Igual proceder rige el descabellado proyecto del ejecutivo de apoderarse de los ahorros pensionales de los trabajadores para ingresarlos al flujo de gastos del Estado. Son imprevisibles los perjuicios que a toda la masa de trabajadores y pensionados causarán estas absurdas decisiones del régimen, que riñen abiertamente con el mandato constitucional de hacer prevalecer el interés general.

Los pésimos resultados de la gestión económica del régimen causan enorme perjuicio al bienestar y al patrimonio de los colombianos, lo que representa una nueva violación al interés general y a la protección de la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad y demás derechos de los ciudadanos, protegidos de manera expresa por el texto constitucional. Un crecimiento económico comparable sólo con los pueblos más atrasados del planeta; la desaparición de exportaciones que generaban ingresos razonables para nuestra economía; la quiebra y liquidación de numerosas empresas; y, un oscuro panorama de miseria generalizada que generará la aprobación de las aterradoras propuestas “con fuerza vinculante” que comienzan a discutirse hoy en los diálogos de paz con el ELN.

Hemos pasado los colombianos del diálogo con las autoridades a las marchas de protesta; hemos incoado sin éxito la acción constitucional para separar del cargo a quien violó en forma desproporcionada los límites económicos de la campaña para hacerse elegir fraudulentamente. Todos nuestros derechos han sido desconocidos. No nos queda otro camino que impetrar, con el derecho que nos confiere la misma Constitución, que se aplique el artículo 217 para devolver el orden constitucional a la Nación.

Tenemos plena confianza en la preparación, madurez y patriotismo de nuestros soldados y policías. Sabemos que harán buen uso de esta delicada misión que les confiere la Constitución. Que sabrán conducir a la Nación y prepararla para la celebración de elecciones transparentes, despojadas de los vicios que aquejan a nuestro corrupto sistema electoral, para emprender juntos, todos los colombianos, un sendero de convivencia, bienestar y crecimiento en todos los órdenes.