viernes, 1 de marzo de 2024

Un día sin celular

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Decimos con ironía que los años no vienen solos y no falta razón. Pues bien, ya había habido campanazos de alerta que algo me inquietaron, pero no lo suficiente, parece.

Se acostumbra uno a andar pa arriba y pa´bajo con este dispositivo telefónico, aparato que se ha vuelto no solo necesario, sino imprescindible, es decir, todo un “apoyo emocional” y ¡a tragedia! cuando se refunde, lo decomisan, o se lo roban. Pareciera que estamos incompletos y que nuestra vida no es la misma si nos falta. A ese grado de dependencia hemos llegado. Toda una adicción que sutilmente se ha instalado en nuestras vidas y que ya tiene nombre técnico: nomofobia.

Así las cosas, les cuento que he tenido en estos días un ataque de nomofobia. Como les acabo de decir, ya había tenido evidentes síntomas a los que no les puse suficiente atención. Primero fue dejarlo olvidado en la oficina mientras me desplazaba a otras en el mismo edificio: cuando caí en cuenta, me entró el afán de devolverme: ¿me habrán llamado?, ¿habrá entrado un mensaje de WhatsApp? Cuando volví no había pasado nada. Respiré tranquilo. Después, lo dejé en casa de mi mamá y no me vine a dar cuenta sino cuando entrando a la oficina me dice el guarda de seguridad que me llamó ella para decirme que había dejado el celular. Ya no podía hacer nada porque entraba a una reunión toda la tarde y rescatarlo solo sería posible hasta el final del día. El estrés fue similar: ¿y si hay una llamada urgente? No pasó mayor cosa.

La tapa fue esta semana, me tocó madrugar para el aeropuerto para un viaje de tres días y cuando iba en el taxi, al chequear si todo estaba en orden comprobé que por el afán había olvidado el dichoso aparato. Ya no podía hacer nada porque estaba sobre el tiempo, ¡ay Dios! ¿Y ahora, qué voy a hacer? En ese dichoso aparato está todo: contactos, correos, números telefónicos, reloj, redes sociales, aplicaciones para desplazarse de un lugar a otro, para hacer el checkin aéreo, para buscar un taxi algunos también tienen allí hasta sus tarjetas virtuales… mejor dicho… el caos. Me relajé cuando me acordé que, mi asistente viajaría al otro día y podría traérmelo… ¿pero cómo avisarle si no tengo teléfono y no me su número de memoria? Todos los datos los hemos depositado allí. Al recuperarlo, el ataque nomofobico ha terminado, el alma ha vuelto al cuerpo, ha vuelto la paz.

Pues, aunque no lo crean, un día sin celular ha resultado ser saludable. Me ha servido para reflexionar sobre la sobrevaloración que le damos a algunas cosas en detrimento de otras. Sobre la importancia de no hipotecar allí toda nuestra información valiosa y el tener backups en otros dispositivos o medios. Si bien el celular es una prótesis importante en nuestras vidas, si faltare en algún momento, no por ello nos vamos a morir, ni se va a alterar el sentido de nuestra existencia. Medios son medios, no fines, pero en estos tiempos de excesiva dependencia tecnológica y más ahora cuando la inteligencia artificial casi que nos va a hacer todo, que no nos volvamos inútiles como seres humanos a tal punto que nos reemplacen, porque serán esos aparatos los que piensen, hablen y decidan por nosotros. Feliz campanazo de alerta.