viernes, 23 de febrero de 2024

Hay que hacer algo

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Almorcé en estos días con dos amigos del mundo de la política. Uno, veterano líder de un partido tradicional que fue concejal, senador y embajador, otro, joven promesa que ya fue cónsul en Estados Unidos. Dos generaciones distintas y una sola preocupación verdadera: nuestro país y su futuro.

La amistad y nuestras periódicas tertulias se suscitaron a propósito de una columna como estas que se volvió sorprendentemente viral: al meollo del asunto. Se me invitó entonces, en tiempos electorales, a lanzarme a la política como tantos curas lo han hecho. Agradecido, por supuesto, con tamaña propuesta, obviamente la decliné. No voy a colgar los hábitos por tan seductora tentación. Mi vocación es de cura, no de la política partidista. Otra cosa es que de lo político no podamos sustraernos. Ese es mi tema de hoy.

Tengo que reconocer que la política me gusta. Un ciudadano de la polis no puede eludir interesarse por la suerte de su pueblo. Lo que pasa es que la política tiene mala fama y se asocia automáticamente con falsas promesas, oportunismos, virajes camaleónicos, corruptelas. Y eso es lo que denominamos despectivamente como politiquería. Su verdadero sentido se ha desvirtuado y eso, en tanto a muchos espanta y los vuelve apáticos, a otros los atrae para obtener prebendas e irse por la senda equívoca. El daño está hecho, pero hay que resarcirlo, sin comerse el cuento de que muchos han sentido ser mesías para terminar siendo más de lo mismo.

Esa apatía, indiferencia, ignorancia o también el desprecio de lo político ha sido el caldo de cultivo para estar como estamos. Todos nos quejamos del estado actual de las cosas, pero amnésicamente se nos olvida que así lo hemos querido, o al menos, permitido. Esto no comenzó ayer, al menos hay que remontarse a los tiempos de la patria boba que resultaron ciertos a pesar de la oportuna advertencia del tribuno del pueblo, José de Acevedo y Gómez. Los intereses personales de los líderes populares de turno han primado sobre los colectivos en tanto las masas, cual veletas, son movidas por no decir manipuladas por esas conveniencias.

Hay que despertar, hay que sacudirse, hay que hacer algo. Se ha dicho hasta la saciedad: vamos corriendo vertiginosamente hacia el abismo. No podemos seguir así. Hay que hacer un alto y reflexionar un poco si no se quiere repetir la historia. Quisiera pensar que todavía estamos a tiempo, quisiera imaginar que hay muchos todavía que desean salir del letargo para proponer algo distinto. Hemos pensado convocar gente de todos los partidos, de todas las edades, de toda condición, eso sí con algunas primeras condiciones: que sean de mente abierta, que escuchen y hablen con respeto, es decir, que sepan dialogar sin agresiones e insultos, que no traguen entero, que quieran construir país, que no busquen sus intereses egoístas, sino que anhelen el bien de todos. ¿Eres uno de esos?