Por José Leonardo Rincón, S. J.
El
realismo mágico garciamarquiano no era un fascinante producto literario. En
verdad es la mejor denominación y descripción de la realidad que nos circunda.
Lo más inverosímil, lo más absurdo, lo realmente tragicómico, está ahí no más,
cerquita, al orden del día.
La
inseguridad de la que todos nos quejamos, por ejemplo, no afecta a los de a pie,
en nuestras calles y avenidas. Los mismísimos encargados de cuidarnos están
temerosos de hacerlo por sentirse inseguros. Hay sitios donde la policía no se
mete porque corre peligro. Hay zonas del país donde el ejército no puede
intervenir porque los secuestran y maltratan. Y como si esto no fuese suficiente,
para completar el cuadro, los pobrecillos secuestradores del padre de Luis
Díaz, casi que no pueden devolverlo a la libertad porque no había condiciones
de seguridad. Esto está terrible, está de alquilar balcón, estamos tan
inseguros, pero tan inseguros, que la honorable delincuencia se siente insegura
para operar.
Por
supuesto que los miopes y cortoplacistas siguen pensando que el problema es de
falta de pie de fuerza. Necesitamos más celadores, más policías y militares por
doquier. Hay que construir más cárceles, hay que echarle plomo a los bandidos. Como
si la fiebre estuviese en las sábanas. Ya lo dijo un tal Jesús antes de ser
asesinado por la alianza de poderes judeo-romanos y con el apoyo del populacho enardecido:
No hay peor ciego que el que no quiere ver, no hay peor sordo que el que no
quiere oír.
Los
que creyeron que la salvación nacional, no ya la de Gómez Hurtado, sino la del Gobierno
del cambio había llegado, están desilusionados por no decir frustrados. Públicamente
abjuran de su voto y se sienten traicionados. ¿La culpa es de la vaca? Vuelve y
juega. Pifiados a fondo. Sin ir al meollo del asunto. Refractarios a la
evidencia del señor Perogrullo. Lo estamos viendo, pero algunos no quieren ver
teniendo los ojos abiertos y otros porque adrede los cierran. El problema no es
de la desgraciada polarización entre derechas e izquierdas como aquí llamamos. Aquí
hay un asunto estructural que hay que afrontar de otra manera.
Piensa
mal y acertarás. Creo que los reales artífices de todo esto están gozando tras bambalinas
con tan macondiano espectáculo. Como aconteciera en el circo romano, qué
maravilla ver cómo las fieras se devoran entre sí después de haberse devorado los
desechables que les estorbaban. Pan y circo. Así se controlan, una vez más, las
muchedumbres. Mas el problema persiste, sigue irresoluto.
Si
concluyo con lo que realmente siento y pienso, ustedes se van a decepcionar. Es
tan elemental, tan básico, tan simple, tan facil… que por eso es tan complejo,
tan sofisticado, tan difícil. Vamos a ver hasta cuándo.