Por Pedro Juan González Carvajal
Hace 78 años
Europa, Rusia y Japón estaban semidestruidas al terminar la Segunda Guerra
Mundial. Hace 70 años Corea del Sur estaba parcialmente destruida y hace 48
años se terminaba la Guerra de Vietnam quien quedó con su infraestructura casi
que completamente arrasada. Este triste recorderis sirve para enmarcar una
reflexión que a países tercermundistas como Colombia le cae como anillo al
dedo.
Mientras nosotros
estábamos a nuestro propio ritmo desarrollando nuestra precaria infraestructura
y no sufríamos la tragedia de guerras internacionales, pues en vez de mirar
hacia adelante, intensificábamos el conflicto interno y nos entreteníamos
matándonos entre nosotros mismos sin mirar hacia un futuro promisorio, tal como
sucede hoy en día.
Mientras tanto, los
países que debían comenzar de nuevo su proceso de reconstrucción en todos los
sentidos, se esmeraban en recuperar su amor propio, su identidad, su
nacionalidad, todo esto con una voluntad férrea de salir adelante y recuperar y
ampliar el espacio y el tiempo perdido, y a fe que lo lograron, pues todos esos
países son hoy potencias mundiales en lo político, lo económico y lo
tecnológico, mientras nosotros, siempre rezagados y sin dirección, esperamos a
ver qué pasa sentados a la vera del camino, conformándonos con las sobras de la
mesa.
Sirve lo anterior
para volver a pensar y entender qué se entiende por riqueza.
Se genera riqueza
en la producción y transformación de materias primas y en el desarrollo del
conocimiento en la búsqueda del bienestar de los humanos a través de bienes y
servicios que se intercambian en una sociedad de consumo.
Aparecen la
agricultura, la minería y la industria como palancas para la generación de
riqueza.
La riqueza no sale
de la tierra per se, aun cuando tener tierra genera poder y riqueza.
El asunto de la
tenencia y uso del suelo se hace impostergable si lo que se requiere es generar
riqueza mediante la apropiación y transformación de los recursos del suelo. La
modernización del campo, de lo rural, es condición previa a la posible
industrialización de Colombia.
Hoy se habla de la
necesidad de reindustrializar a Colombia, argumentando el freno en seco que
causó la llamada Apertura Económica por allá en los inicios de los años 90, que
efectivamente trajo, como todo proceso de cambio, cosas buenas y cosas malas.
Nos insertamos al
mundo, perdimos la industria y se frenó la dispendiosa construcción de un incipiente
mercado interno.
Hoy por hoy no
estamos midiendo la creación de la riqueza sino la transformación de la
riqueza, en medio de una creciente iniquidad.
¿Cómo vamos a hacer
crecer la economía? Algunas posturas dicen que no se debe estatizar la riqueza
y otros que solo el sector privado debe generar riqueza y el Estado vía
impositiva la redistribuye.
Si se deja actuar
al mercado se crea riqueza y se maximiza el bienestar, como lo predica la
Teoría del Bienestar.
Si se deja
funcionar libremente al mercado, se potencia la producción con graves
implicaciones como el cambio climático y aparece en el escenario un tema que
bajo otros parámetros no bebería aparecer, como lo es el de la posible extinción
de la especie humana.
Un proyecto de
reindustrialización requeriría de la definición de un foco de especialización, del
aprovechamiento de las ventajas comparativas, de la creación de ventajas
competitivas, de la formalización de un modelo económico y de la precisión de
aquellos sectores estratégicos que queremos y podemos desarrollar siempre con
un horizonte de largo plazo.
Así mismo se deben
superar los problemas alrededor de la tierra, modernizar el sistema fiscal y
superar la violación de los derechos sociales una vez el Estado tenga presencia
y sea el principal actor dentro del territorio.
Aparecen nuevos
enfoques que invitan a que las asociaciones público-privadas alrededor de
grandes proyectos sean las que orienten el crecimiento económico soportado en
una política de reindustrialización o de industrialización según sea el caso, una
alta inversión en conectividad en todos sus modos, la potencialización del
saber y del conocimiento alrededor de objetivos como acabar con el hambre, uso
intensivo de energías limpias, manejo del agua y búsqueda de la equidad.
En temas económicos
las teorías son abundantes. Es la política la que permite finalmente que sus
resultados sirvan para resolver los problemas de la humanidad para lograr un
nivel de bienestar digno y la preservación del entorno.
Como sostiene mi
dilecto amigo el doctor Humberto Díez, “Aquí el Gobierno se traga al Estado y
la Improvisación se impone al Gobierno”.