Por: Luis Alfonso García Carmona
Un nuevo amanecer,
pleno de esperanzas por el futuro de nuestro país y de renovado
entusiasmo por la activa participación de las gentes de bien en su
recuperación, despertó a Colombia el pasado 30 de octubre.
No era para menos
después de la apabullante victoria de los candidatos para las
gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales y concejos municipales,
opuestos al protervo régimen.
Por doquier se
puede palpar nuevos aires de confianza para seguir trabajando por Colombia,
con el convencimiento –ahora ratificado en las urnas– de que las utópicas
consignas de la extrema izquierda no cuentan con arraigo alguno en el pueblo
colombiano.
Más allá del júbilo
y la euforia que naturalmente nos embargan, vale la pena intentar un análisis
de la jornada electoral para destacar las diez conclusiones de mayor
trascendencia en el panorama político que ahora comienza.
1.- El resultado electoral
arroja, con una contundencia inobjetable, la absoluta derrota del presidente
Gustavo Petro y de su partido, el Pacto Histórico. Sus candidatos a las
alcaldías perdieron en las 4 principales ciudades del país: Bogotá, Medellín,
Barranquilla y Cali. En Bogotá, donde Petro había sido alcalde y se suponía que
contaba con un apreciable respaldo, su candidato quedó en el tercer lugar. De
las 32 gobernaciones en juego, sólo obtuvieron 2: Nariño y Magdalena. Las
diferencias a favor de los candidatos opuestos al sátrapa fueron aplastantes.
En Bogotá los candidatos que ocuparon los dos primeros puestos, Carlos
Fernando Galán y Juan Daniel Oviedo, obtuvieron el 69.12% de los votos,
mientras Gustavo Bolívar, el apadrinado por el presidente-guerrillero tan sólo
alcanzó el 20.10%. En Medellín, Federico Gutiérrez se llevó el 73.36% de
los votos contra apenas un 10.14% de su contrincante, Juan Carlos Upegui,
promovido por el exalcalde de ingrata recordación para la ciudad, Daniel
Quintero. Barranquilla fue el escenario para el triunfo de Alejandro Char
con el 73.71% de la votación contra el 9.29% del aspirante por el Pacto
Histórico. Cali, después de haber padecido la pésima administración de un
alcalde de extrema izquierda y el vandalismo a cargo de indígenas y grupos
ilegales armados, reaccionó otorgando el 40.39% de la votación a Carlos Eder
y el 28.21% al liberal Roberto Ortiz, frente a un patético 11.09% de su
rival, el candidato del Pacto Histórico. (https://www.eltiempo.com/politica/partidos-politicos/elecciones-colombia-2023-siga-en-vivo-los-resultados-electorales-de-alcaldias-821012)
2.- Si bien es
cierto que en los comicios regionales y locales tienen preeminencia algunos temas
álgidos que afectan a sus habitantes, como la entrega de Cali a los
violentos, la corrupción que ha afectado a la ciudad de Medellín, los vaivenes
políticos en el avance del metro de Bogotá, etc., esta jornada electoral estuvo
enmarcada en un descontento general de la Nación frente al gobierno central,
que se reflejó de manera estruendosa en las urnas. Nunca, en nuestra historia
democrática, se había convertido una elección regional en un plebiscito no
anunciado para dejar consignado en las urnas el generalizado rechazo de
todo un pueblo a un régimen como el que sufrimos los colombianos desde hace
15 meses. ¿Qué estamos gritando a los cuatro vientos los electores que triunfamos
el pasado 29 de octubre? Que no estamos dispuestos a padecer durante años, subyugados
a un infame régimen de extrema izquierda, como nuestros hermanos cubanos,
venezolanos, nicaragüenses, chilenos y argentinos.
3.- En un país
donde en la práctica ha desaparecido la oposición política al régimen, esta ha
sido sustituida con creces por una oposición cívica, espontánea e informal.
No ha entendido la
población colombiana por qué partidos que se dicen “de centro” respaldan
con su voto en el parlamento las iniciativas de un Gobierno de izquierda
radical. O que líderes que hemos tenido como adalides de la democracia ahora llaman
a trabajar para que Petro termine su mandato. O que guarden absoluto silencio
en torno al proceso por indignidad contra Petro por violación de los topes
de gastos en la campaña. O que endulcen a la opinión con la excusa de que
practican la oposición “constructiva” con un gobierno que sólo quiere
destruir al país para edificar sobre sus ruinas el estado socialista que
preconiza.
Por estas y otras
razones, han perdido influencia y poder sobre el electorado quienes venían
acostumbrados a imponer sus nombres o los de sus avalados en los cargos de elección
popular.
La calle, antes
escriturada a la izquierda para sus llamados “estallidos sociales”, con petardos,
incendios y homicidios de fondo, ha sido conquistada por masas ordenadas, pacíficas
y espontáneas, que han expresado públicamente su rechazo a la camarilla
social-comunista instalada fraudulentamente en el poder. Activistas sin
experiencia política, veteranos de la fuerza pública, amas de casa,
desempleados, jubilados, pequeños empresarios, profesionales, técnicos, estudiantes,
campesinos, obreros de diferentes sectores, vendedores, etc. son los artífices
de este movimiento para salvar a Colombia. Cada uno eligió a los
candidatos que más se ajustaban a sus aspiraciones, sin recibir órdenes de
nadie porque no existe organización política que haya preparado una acción
conjunta, ni estrategia alguna para ganar las elecciones. Naturalmente,
prefirieron los candidatos que mostraron carácter frente a los desafueros que
viene cometiendo el Gobierno en nombre de la doctrina marxista-leninista. Y éstos
fueron los victoriosos sobre la ignominia narco-petrista.
4.- Aunque los
medios tradicionales y los dominados por los que ahora gradúan como “influencers”
o directores de opinión se hagan los de la vista gorda, los grandes temas que
en el “boca a boca” y en el diario vivir del colombiano de a pie constituyeron
el motor para remover el “establishment” y generar tan abismales diferencias
en las preferencias ciudadanas, fueron, entre otros, los siguientes:
a.- Inseguridad,
impunidad, violencia, aumento de la criminalidad, blindaje del negocio de la
cocaína. Es una consecuencia directa de la alianza del presidente con
los empresarios de la coca, los corruptos, los grupos ilegales, las guerrillas
terroristas. La percepción general basada en la triste y pura realidad es
que el régimen gobierna con y para los criminales y que el resto de los
ciudadanos estamos totalmente desprotegidos. Mientras tanto, la propaganda
oficial machaca sobre: “Colombia, potencia de la vida”.
b.- Desmoronamiento
de la fuerza pública, mediante la mutilación de las cúpulas militar y de la
policía; la disminución de recursos para suspender el mantenimiento de equipos
y la compra de municiones y armas; el cambio de misión para que el ejército y
la policía abandonen sus deberes de velar por la vigencia de la Constitución y
garantizar la vida y los bienes de la población; la prohibición a la fuerza
pública de defender hasta su propia vida, lo que ocasionó que un agente de la
autoridad fuera secuestrado y degollado sin recibir ayuda de sus compañeros por
orden directa del presidente; ya los secuestros de militares por turbas ilegales
son una vergüenza a nivel mundial. Mientras tanto, la Presidencia se empeña en formar
un ejército de vándalos a sueldo para que dejen de matar y se conviertan en defensores
del régimen, al mejor estilo de los países comunistas.
c.-
Destrucción de las instituciones. Tanto el discurso
del sátrapa como sus acciones evidencian su propósito de destruir las
instituciones para construir sobre sus ruinas el estado totalitario y
comunista. Así lo ha previsto con el invento de la “paz total”, que
no es otra cosa que aprobar en comités integrados con una mayoría del 80% de partidarios
de la izquierda radical, las reformas estructurales, que serán llevadas al
acuerdo con el ELN con “fuerza vinculante”. O sea que van a reformar la
Constitución sin necesidad de reforma constitucional, ni plebiscito, ni
referendo, para convertirnos, de la noche a la mañana, en otro país socialista.
d.-
Reformas sociales en contra del pueblo. Con
la complicidad de partidos como el Conservador, el Liberal, el de la U, que
aparecen como neutrales y con la bancada del Pacto Histórico se está aprobando
una reforma laboral que, en lugar de fomentar la creación de empleo, la
obstaculiza; una reforma pensional, que coloca a merced de los políticos
el ahorro de los colombianos en los fondos de pensiones, y una reforma al
sistema de salud que crea monumentales conflictos que darán al traste con
uno de los mejores sistemas de atención sanitaria del continente.
e.-
Depresión económica y aumento del déficit fiscal. Juega
alegremente el Gobierno con las finanzas del país. Mientras aumenta de manera
irresponsable los gastos oficiales en un derroche absurdo y sin sentido,
continúa endeudando al país, sin realizar inversiones para su desarrollo o para
el bienestar de los colombianos. Por el contrario, propugna por el
decrecimiento, que se agudizará cuando no exista petróleo ni para consumir ni
para exportar, pues considera que debe eliminarse su explotación. La persecución
al sector privado solo conseguirá disminuir los recaudos tributarios y desestimular
la generación de empleo. Se insiste en la expropiación de la tierra agrícola
más productiva, lo que generará el desabastecimiento y el hambre, como
se observa en vecinos países como Cuba y Venezuela.
f.-
Fomento del odio y la polarización. Toda la política
del actual sistema totalitario se fundamenta en sembrar odio entre los
colombianos. Aunque no cumple sus compromisos y se ausenta por días de su
agenda oficial, sí es muy prolífico el presidente-guerrillero en el envío de
mensajes por las redes sociales. Pero no son, como se espera de un estadista,
para movilizar a los gobernados a participar en planes enderezados hacia el bien
común. Lo que busca es fomentar el odio de clases, estigmatizar a sus
oponentes políticos y hasta los que no los son, crear controversias
con periodistas, ganaderos, agricultores, etc. La izquierda, de la cual se
considera uno de sus más recalcitrantes ejemplares, procura crear conflictos
donde no existen para “pescar en río revuelto”. Se habla de discriminación
contra los afroamericanos y los indígenas en un país donde, desde la época de
la Conquista se practica un total mestizaje, ordenado, además, por la Corona de
España, una de cuyas provincias éramos los territorios americanos. Hay tantos
grados de mestizaje entre blancos, indígenas y afroamericanos como personas, hasta
el punto de que es difícil clasificar a algunos en relación con las etnias
originarias.
Nota.- Continuará
en la segunda parte próximamente.