viernes, 6 de octubre de 2023

Agresividad

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Por supuesto que no tengo la pretensión de incursionar en temas propios de la psicología y escribir siquiera una página sobre tan delicado tema. No. Voy a comentar coloquialmente con ustedes mis impresiones subjetivas sobre este comportamiento humano en nuestro contexto. Decidí hacerlo porque mi sensor social me indica que la adrenalina está alta y el nivel de agresividad ha venido subiendo.

Esta percepción la confirmo principalmente cuando salgo a la calle y dado que nunca, en toda mi vida, la había sentido. He tenido la hipótesis de que, culturalmente, nuestro pueblo ha sido aguantador y resiliente, incluso que hace aflorar su buen humor en medio de dolorosas situaciones y que, quizás por ello, se ha abusado de su paciencia y no se le ha dado la importancia que merece a sus necesidades y reclamos.

La inconformidad global que era evidente con marchas y protestas en varios países de diferentes latitudes contra un sistema social y político indiferente a la inequidad y la injusticia, sospechosa y abruptamente se ve frenada de tajo con la pandemia. No creo fácilmente en teorías conspiracionistas, pero sí me pareció muy rara esta coincidencia. El confinamiento tedioso y prolongado que inicialmente nos amansó hasta hacernos creer que después del festival del COVID-19 todos íbamos a ser mejores seres humanos, en realidad fue caldo de cultivo para que ciertas patologías se reprimieran y posteriormente se exacerbaran. Efectivamente fuimos distintos, estamos peor que antes en muchos aspectos, así en otros hayamos evolucionado a la brava. Lo que los educadores narran respecto del comportamiento de niños y jóvenes al volver a las aulas es realmente asombroso. Algo similar se comenta en el mundo de las empresas. No somos los mismos, no estamos bien.

Me parece percibir en muchos lo que yo también he experimentado: esa sensibilidad o hipersensibilidad que ante ciertas situaciones que en otro momento nos hubieran hecho reaccionar tranquilamente o al menos con admiración y sorpresa, aquí y ahora, con disgusto, mal genio y agresividad notorias. No sé si los canales o medios para “ex-presarnos” (dejar la presión) han sido suficientes y aprovechados, el hecho es que hay una carga emocional fuerte que se alimenta todos los días a nivel mundial con el absurdo de las guerras, desempleo, pobreza y hambre crecientes en tanto otros derrochan y desechan sin consideración alguna, gobiernos y políticos que decepcionan las expectativas que generaron, vuelta a escena de regímenes totalitarios en todas sus denominaciones, inflación económica que no para a pesar de las fuertes medidas de los bancos centrales, el frenesí del consumismo capitalista que invirtió la escala de valores a punto de dar prioridad a lo innecesario sobre lo urgente e importante, un Dios remitido al archivo histórico cual pieza de museo, entre muchos fenómenos…

Hay un malestar acumulado que puede estallar, no sé de qué manera, en tanto los señores de los diferentes poderes siguen apoltronados cómodamente sin importarles mayor cosa lo que pasa. La agresividad que no se desfoga a tiempo se convierte en una olla de presión peligrosa. Sin válvulas de escape las fuerzas de la masa son incontenibles. Lo hemos visto ya y pareciera habérsenos olvidado. En tanto, en las calles, en los hogares, en la escuela, los niveles de inseguridad y violencia se disparan. La agresividad no es un concepto teórico académico sino una realidad efervescente que está embullando y que requiere ponérsele atención.