domingo, 2 de julio de 2023

El imperio de la ley


Antonio Montoya H.



Por Antonio Montoya H.

Cuando hablo del imperio de la ley, no me refiero a la supremacía del más fuerte sobre el débil, sobre el indefenso, o como en el Viejo Oeste, la ley del más rápido para disparar, amedrentar y controlar los pueblos. No.

Cuando hablamos del imperio de la ley, es para entender su significado en el verdadero y estricto sentido jurídico que no es otra cosa que la sujeción de la acción del Estado a una regla o ley fundamental: la Constitución.

El desarrollo de la humanidad ha tenido etapas y momentos difíciles para cada grupo o tribu, que pasaron de ser nómadas al sedentarismo, es decir, a construir y desarrollar su vida en un hábitat específico hasta llegar a nuestros días.

No podemos olvidar las guerras permanentes, las invasiones, el deseo imperialista de grandes guerreros y líderes por ocupar territorios lejanos, apoderarse de ellos y gobernar a la fuerza a los que sobrevivieron esos ataques. Son pueblos que fueron sometidos a la fuerza, hasta que se rebelaron del yugo que los asfixiaba.

Europa entero fue fuente de invasiones, guerras, divisiones, y desde finales de 1850 en adelante se fueron definiendo los Estados actuales, porque antes los señores feudales eran quienes mandaban en sus territorios, tenían ejércitos propios y recibían tributos.

Dicen que América está en construcción y yo diría que sí. Su proceso independentista terminó en la primera parte del siglo IXX, y los países que la integran en la forma actual llevan unos doscientos o doscientos treinta años de trabajo dándole identidad a los territorios y aunando el sentido de pertenencia para así lograr el primer punto que es el sentimiento; de allí surge el significado de nación.

El grupo humano de cada país se unió para tener una convivencia ciudadana justa, pacífica y civilizada.

Nosotros lo escogimos y aceptamos como bien lo dice la Constitución Nacional, en su artículo primero:

“Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de república, unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.

Tenemos definido el rumbo, no podemos perderlo y menos aceptar que grupos minoritarios colombianos que no respetan la democracia, vayan a cambiar nuestro sistema de Gobierno democrático, por un comunismo encubierto de socialismo, que no está destinado a hacernos crecer sino a destruir a Colombia.

Por ello es por lo que hablamos del imperio de la ley. En la democracia se acepta a quien gane las elecciones, eso es claro, no se discute, pero sí no se acepta, ni ahora ni nunca, que se vaya perdiendo el respeto por la norma, por la justicia y el orden y menos que se limite la libertad.

Por eso existen las tres ramas del poder, independientes cada una de la otra, pero, al final, unidas por el mismo rasero: la del legislativo crea las leyes, la justicia las aplica y la del ejecutivo las desarrolla. Cada una independiente, pero con el mismo objetivo, darles garantías a los ciudadanos, darle fortaleza y fuerza a la institucionalidad.

Aquí no es la ley del más fuerte, del que diga más mentiras o verdades a medias, el imperio de la ley es para que el gobernante gobierne amparado en la legalidad, en someterse a los dictados de la Constitución y buscar prosperidad para todos, no para unos pocos bandidos que no han construido un solo ladrillo en esta bella república de Colombia.