Por Pedro Juan González Carvajal
A uno le toca en suerte la familia que le
corresponde. Uno selecciona a su pareja. Además, la vida le va presentando
opciones y escoges a tus amigos. En el mundo académico te corresponde
interactuar con muchos compañeros, profesores y personal administrativo y cosa
semejante ocurre en el mundo laboral.
Sin embargo, hay personas que van apareciendo
dentro de tu transcurrir cotidiano y debido a los pequeños ciclos, a las
frecuencias, a las rutinas, a los hábitos y a las costumbres, se van
estableciendo relaciones informales de saludo, de transacción o simplemente de
paso que de alguna manera rodean tu vida de pequeñas o grandes ayudas y
colaboraciones al satisfacer muchas de las necesidades, antojos o vivencias que
se dan en el día a día.
La sola posibilidad de un saludo y una sonrisa
puede cambiar el semblante de todo un largo día.
Yo he sido particularmente afortunado y me he
encontrado con proveedores, amigos que me han acompañado en un gran trayecto de
mi vida. Imposible mencionarlos a todos y de antemano mis disculpas si cometo
injustas omisiones por lamentables olvidos. Hablaré de funciones y no de
personas, pero con todo el afecto y la gratitud de mi alma.
Cómo no agradecer la presencia de porteros, vigilantes
y personal de oficios varios y jardineros de los lugares de vivienda, de
estudio y de trabajo. Mi reconocimiento para la señora que apoya en el servicio
doméstico. Imposible no reconocer la diligencia y oportunidad de aquellos
expertos en arreglar daños domiciliarios de todo tipo y que nos sacan de
verdaderos enredos. A quienes realizan el mantenimiento de los
electrodomésticos, gasodomésticos, acuarios y jardines. Como no recordar a
nuestro gran confidente, el asesor tributario. Al mecánico, al sastre, al
peluquero, al zapatero, al carnicero, al vendedor de frutas y verduras, al
aprovisionador de aguacates, al técnico que repara el bendito computador cuando
le da por dañarse en medio de un trabajo encarretador. Imposible subsistir sin
nuestro médico de cabecera y los distintos especialistas, así como nuestro
odontólogo. Mención especial para mi secretaria, la señora del servicio en la
oficina y para el mensajero.
Los cajeros de los bancos, los maîtres (meseros)
que se vuelven conocedores de los gustos y cómplices de los ocasionales excesos
gastronómicos. A quienes atienden en los almacenes que frecuentamos y van
conociendo nuestros gustos y preferencias a fuerza de costumbre. Las
secretarias de las oficinas que periódicamente visitamos y que amablemente nos
atienden y dan información apropiada. En mi caso a los veterinarios que
atienden a mis mascotas con profesionalismo y delicadeza. Las cajeras y empacadores
de los supermercados. La persona que nos atiende en la charcutería. El señor
del puesto de revistas y periódicos, el embolador, los instaladores de cortinas
y los que lavan los tapetes, la persona que atiende la farmacia, nuestro
librero siempre pendiente de las últimas novedades, el asesor de seguros, entre
un sinnúmero de humanos que nos facilitan la vida y la hacen más llevadera.
Soy un verdadero admirador de los artes y de
los oficios y considero que en nuestro entorno cultural no los hemos sabido
valorar adecuadamente.
Sin distingos de ninguna clase, este conjunto
de hombres y mujeres se han convertido en parte de mi familia ampliada.
Además, seres a quienes no distingo por su
nombre pero que valoro y respeto como garantes de mi tranquilidad: soldados,
policías, agentes de tránsito, bomberos, jueces, sacerdotes, entre otros.
Humanos que, desde lo cultural, lo deportivo y
lo artístico me entretienen y me permiten desfogar mis tensiones: futbolistas,
cantantes, actores, pintores, escritores, poetas, escultores, etc.
A aquellos que se han convertido en verdaderos
servidores públicos y que hacen con su labor, que mi lugar de residencia sea
amable y digno.
A todos y cada uno de ellos mi reconocimiento
por hacer de la vida y de mi paso por el planeta, una experiencia más llevadera.