Por José Leonardo Rincón, S. J.
Hace
ya algunos meses les conté que me hice la pregunta: ¿sobre qué escribo hoy? La
idea era compartirles con toda sencillez que esto de escribir regularmente era
una tarea no siempre fácil. Hay semanas en las que con fluidez y sin mayor
esfuerzo podría redactar dos o tres artículos sobre los temas de actualidad y
otras, como hoy, que siendo las 4:45 de la mañana del viernes y faltando poco
más de una hora para publicar mi acostumbrada columna, no se me ocurre nada. Porque,
claro, no se trata de escribir por escribir, como tampoco de hablar por hablar.
Las cosas todas tienen su sentido, su razón de ser, y cuando pienso en ustedes,
en mi artículo del viernes, siempre pienso en lo importante que es dejar un
mensaje, una enseñanza, suscitar cuestionamientos, plantear inquietudes, pero,
siempre, con un toque personal que brota desde el fondo de mi ser y me hace
vibrar.
Esto
de escribir supone inspiración. Bueno, a decir verdad, también un compositor o
un pintor para plasmar su obra requieren de inspiración, es decir, ese
aliciente natural y espontáneo que emerge sin mayor esfuerzo porque es un don,
una habilidad que se plasma con propiedad y facilidad. No me considero un
escritor, pero tampoco, ya lo dije, se trataría de escribir por salir del paso.
Aquí hay un “acto creativo” que supone ganas, gusto y pasión.
Entonces,
la obra, la canción, el escrito van configurándose, van apareciendo poco a poco
hasta que uno dice, listo… hasta aquí… ya está. El asunto es que también hay
días secos, áridos, desérticos, en los que o no hay tema o no se le ocurre nada
a uno. Un compañero jesuita me ha dicho varias veces: no sé cómo haces para
escribir todas las semanas y hacerlo con facilidad. Yo me demoraría varios días
redactando un escrito. Y yo le respondo que las ideas fluyen y los dedos
teclean rápidamente en la medida, que cual cascada, brotan esas ideas, esos
pensamientos, esos sentimientos. Está uno inspirado y las cosas se dan sin
problema.
Me
gusta escribir, me gusta redactar, me gusta compartir lo que pienso y siento
con mis amigos de por aquí. El origen remoto está en una mamá que propició el
hábito de la buena lectura y en unos colegios que enseñaron a leer y escribir
bien. Hacerlo más formalmente comenzó hace años cuando, recién nombrado rector
en nuestro colegio javeriano en Pasto, el director del Diario del Sur, me
ofreció una columna semanal para publicar en su página editorial. Un gesto que
nunca olvidaré y siempre agradeceré porque me generó este hábito, esta disciplina.
Un tiempo dejé de hacerlo y fue mi amigo Antonio Montoya, en Medellín, quien,
desde su tribuna de El Pensamiento Libre, hoy, El Pensamiento al Aire, con su entusiasmo
paisa, me alentó a hacerlo de nuevo. También es cierto que estas artes
requieren mecenas, jejeje, y ellos me animaron a que periódicamente compartiera
mi inspiración. ¡Gracias por hacerlo!
Y
bueno… me puse dizque a compartirles mi preocupación y creo que ya completé la
cuartilla de hoy. Son las 5:30… ¡Uf, me salvé! De donde se colige, mis queridos
amigos, que de lo que se trata no es de complicarse la vida con artificios y
malabares, sino de dejar fluir, dejar brotar lo que se piensa y siente… y la
inspiración se da, naturalmente, así no más…. ¡Buen fin de semana!