Por: Luis Alfonso García Carmona
Coinciden los
analistas de la coyuntura política colombiana –tanto nacionales como
internacionales– en que el régimen tiránico de Petro pasa por su peor
momento, no solamente por su pésima gestión en todos los órdenes, sino
también por las graves evidencias conocidas sobre su fraudulenta elección,
compra de votos y oscuras componendas con terroristas, corruptos,
narcotraficantes y dictadores de la izquierda.
No obstante tales
contratiempos, el régimen sigue adelante su depredadora labor, merced a la mediocridad
y corrupción de una clase política que, salvo unas contadas excepciones, ha
enajenado sus conciencias al tirano a cambio de inconfesables prebendas
(eufemísticamente conocidas como “la mermelada”), que no son otra cosa que
claras violaciones a la ley penal.
Una luz de esperanza
surgió con las multitudinarias marchas de protesta que se realizaron en
las principales ciudades, en las que miles de colombianos, en forma libre y
espontánea, manifestaron su inconformidad con el régimen y se unieron balo el grito
de “¡Fuera, Petro!”
Desafortunadamente,
aún no se cuenta con una organización seria y eficiente, con capacidad para canalizar
el descontento hacia una militancia permanente, como tantas veces lo hemos
propuesto.
Igualmente, se
observó una dispersión en los objetivos de las marchas. Es natural que
ello ocurra, pues son tantas las causas generadoras de rechazo, que se diluyen
los objetivos de la protesta y termina la movilización, como efectivamente
ocurrió, coreando insultos al camarada Petro, sin una consecuencia útil hacia
el futuro del país.
Para el tirano ha
sido fácil, contando con el respaldo mediático de la izquierda nacional e
internacional, descalificar las marchas tildando de “arribistas” a sus
participantes, a sabiendas de que acabarán siendo relegadas al olvido,
ya que no queda ningún subproducto aprovechable de las movilizaciones, que
pueda causar daño efectivo a su gobierno.
El derrocamiento
del guerrillero-presidente no será posible mientras no se cuente con una gran
fuerza opositora, independiente de los grupos políticos, pluralista,
comprometida con el rescate de los valores conculcados por este régimen
totalitario, y no interesada en objetivos electorales a corto plazo.
Los colombianos
claman por esa unidad para evitar lo que han sufrido nuestros vecinos
venezolanos por ausencia de un oposición seria y unificada. Pero, hay que
reconocer que el egocentrismo, el afán de protagonismo, y los intereses
personales, han impedido que se produzca tal unidad. Ni siquiera ahora que
estamos en la más horrorosa etapa de nuestra historia política, somos capaces
de renunciar a nuestro egoísmo. Todos manifiestan querer la unidad, pero
siempre y cuando sea alrededor de su nombre o de su grupito de amigos.
Y no hablo
solamente de los políticos, sino también de quienes manifiestan estar en la
resistencia a nombre de la sociedad en general.
Por tanto, creo que
debemos trabajar racionalmente para conseguir la unidad haciéndolo por
etapas. Empecemos con una alianza estratégica para temas concretos
(marchas, foros, firmatones, financiación de la resistencia, campañas de
difusión, etc.).
Progresivamente, a
medida que aprendamos a trabajar en equipo, podemos pasar a una labor de
activismo político con miras a las próximas elecciones presidenciales y de Congreso,
en las que quienes hayan persistido en las alianzas estratégicas, se
registrarán en la Registraduría como “grupo significativo de ciudadanos”
con un candidato único para la Presidencia y una sola lista para el Congreso en
cada departamento.
Ese movimiento, que
puede salir de las marchas, debe acometer prioritariamente las labores de obtener
recursos financieros, señalar los objetivos ideológicos y programáticos que se
defenderán y escoger un equipo directivo, no más de 12 personas, que
coordine las tareas que se emprenderán.
Los objetivos
ideológicos y programáticos no pueden convertirse en un escollo pues partimos
de que el movimiento debe, además de derrocar a Petro, rescatar los valores
y principios que la extrema izquierda pretende erradicar de nuestro país.
Y, en cuanto a los programas de Gobierno, basta con enumerar las reformas
del camarada Petro y proponer su eliminación y sustitución por programas
encaminados al bien común integral de todos los colombianos.
Queda sin contestar
una pregunta que a menudo se hacen los colombianos: ¿Quién va a liderar el
movimiento? Dentro de la presente propuesta se encuentra la respuesta al
interrogante. Los doce líderes escogidos deberán ejercer ese liderazgo. Para
ello deben ser personas comprometidas ideológicamente para luchar contra las
doctrinas marxistas, contar con una moral intachable, y estar dispuestos al
servicio de la comunidad, no de intereses personales o de grupo.