lunes, 26 de junio de 2023

Escollos en el camino de la reconquista

Por: Luis Alfonso García Carmona

Coinciden los analistas de la coyuntura política colombiana –tanto nacionales como internacionales– en que el régimen tiránico de Petro pasa por su peor momento, no solamente por su pésima gestión en todos los órdenes, sino también por las graves evidencias conocidas sobre su fraudulenta elección, compra de votos y oscuras componendas con terroristas, corruptos, narcotraficantes y dictadores de la izquierda.

No obstante tales contratiempos, el régimen sigue adelante su depredadora labor, merced a la mediocridad y corrupción de una clase política que, salvo unas contadas excepciones, ha enajenado sus conciencias al tirano a cambio de inconfesables prebendas (eufemísticamente conocidas como “la mermelada”), que no son otra cosa que claras violaciones a la ley penal.

Una luz de esperanza surgió con las multitudinarias marchas de protesta que se realizaron en las principales ciudades, en las que miles de colombianos, en forma libre y espontánea, manifestaron su inconformidad con el régimen y se unieron balo el grito de “¡Fuera, Petro!”

Desafortunadamente, aún no se cuenta con una organización seria y eficiente, con capacidad para canalizar el descontento hacia una militancia permanente, como tantas veces lo hemos propuesto.

Igualmente, se observó una dispersión en los objetivos de las marchas. Es natural que ello ocurra, pues son tantas las causas generadoras de rechazo, que se diluyen los objetivos de la protesta y termina la movilización, como efectivamente ocurrió, coreando insultos al camarada Petro, sin una consecuencia útil hacia el futuro del país.

Para el tirano ha sido fácil, contando con el respaldo mediático de la izquierda nacional e internacional, descalificar las marchas tildando de “arribistas” a sus participantes, a sabiendas de que acabarán siendo relegadas al olvido, ya que no queda ningún subproducto aprovechable de las movilizaciones, que pueda causar daño efectivo a su gobierno.

El derrocamiento del guerrillero-presidente no será posible mientras no se cuente con una gran fuerza opositora, independiente de los grupos políticos, pluralista, comprometida con el rescate de los valores conculcados por este régimen totalitario, y no interesada en objetivos electorales a corto plazo.

Los colombianos claman por esa unidad para evitar lo que han sufrido nuestros vecinos venezolanos por ausencia de un oposición seria y unificada. Pero, hay que reconocer que el egocentrismo, el afán de protagonismo, y los intereses personales, han impedido que se produzca tal unidad. Ni siquiera ahora que estamos en la más horrorosa etapa de nuestra historia política, somos capaces de renunciar a nuestro egoísmo. Todos manifiestan querer la unidad, pero siempre y cuando sea alrededor de su nombre o de su grupito de amigos.

Y no hablo solamente de los políticos, sino también de quienes manifiestan estar en la resistencia a nombre de la sociedad en general.

Por tanto, creo que debemos trabajar racionalmente para conseguir la unidad haciéndolo por etapas. Empecemos con una alianza estratégica para temas concretos (marchas, foros, firmatones, financiación de la resistencia, campañas de difusión, etc.).

Progresivamente, a medida que aprendamos a trabajar en equipo, podemos pasar a una labor de activismo político con miras a las próximas elecciones presidenciales y de Congreso, en las que quienes hayan persistido en las alianzas estratégicas, se registrarán en la Registraduría como “grupo significativo de ciudadanos” con un candidato único para la Presidencia y una sola lista para el Congreso en cada departamento.

Ese movimiento, que puede salir de las marchas, debe acometer prioritariamente las labores de obtener recursos financieros, señalar los objetivos ideológicos y programáticos que se defenderán y escoger un equipo directivo, no más de 12 personas, que coordine las tareas que se emprenderán.

Los objetivos ideológicos y programáticos no pueden convertirse en un escollo pues partimos de que el movimiento debe, además de derrocar a Petro, rescatar los valores y principios que la extrema izquierda pretende erradicar de nuestro país. Y, en cuanto a los programas de Gobierno, basta con enumerar las reformas del camarada Petro y proponer su eliminación y sustitución por programas encaminados al bien común integral de todos los colombianos.

Queda sin contestar una pregunta que a menudo se hacen los colombianos: ¿Quién va a liderar el movimiento? Dentro de la presente propuesta se encuentra la respuesta al interrogante. Los doce líderes escogidos deberán ejercer ese liderazgo. Para ello deben ser personas comprometidas ideológicamente para luchar contra las doctrinas marxistas, contar con una moral intachable, y estar dispuestos al servicio de la comunidad, no de intereses personales o de grupo.