martes, 27 de junio de 2023

De cara al porvenir: salud, dinero y amor

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal

Una de las tantas aproximaciones a la definición del concepto de felicidad se asocia al estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno.

Dice el estribillo de alguna canción española que la felicidad está asociada a la obtención de tres condiciones: la salud, el dinero y el amor.

Para Menandro, “La salud y la inteligencia son las bendiciones de esta vida” y para Sófocles “El saber es la parte más considerable de la felicidad”.

Black dirá que “Sin el trabajo es imposible la felicidad”, Saavedra Fajardo sostendrá que “La felicidad nace, como la rosa, de las espinas y trabajos”, Astron dirá que “Los que carecen de felicidad buscan las fiestas” y Platón sentenciará que “No puede ser nadie feliz sin que sea sabio y bueno”.

Para algunos otros, la felicidad podría estar asociada a la satisfacción impúdica de sus pasiones, asociadas a algunos de los llamados pecados capitales como la lujuria, la gula y la pereza, que devienen en vicios.

Así mismo, el desarrollo pleno de los sentidos alrededor de la belleza, la estética, el arte, en cualquiera de sus expresiones, podría generar situaciones de felicidad.

Podríamos seguir buscando aproximaciones y con seguridad serían múltiples, de pronto tantas como humanos estemos en el planeta.

Sin embargo, en nuestro interior, consciente o inconscientemente, es posible que guardemos deseos, anhelos, antojos o propósitos que quisiéramos cumplir o que serían aquellas cosas que le pediríamos a Aladino en caso de presentarse la ocasión.

En mi caso, ante Aladino, Merlín o un buen taumaturgo, tengo claro que le pediría salud, pues como dicen las mamás, “Sin salud no hay nada”. Le pediría ser políglota, pues como sostenía Francisco de Quevedo, “Por tantos hombres vales, según las lenguas que hablares”. Y, por último, mi gran antojo sería poder viajar en el tiempo, obviamente solo como observador.

El concepto de felicidad ha venido escalando visibilidad e importancia en todos los ámbitos. Como derecho humano en la ONU, Bután o Brasil, como estrategia gerencial desde lo académico –cátedra en Harvard–, como reivindicación al tiempo libre y al ocio –al estilo romano imperial–.

Desde la filosofía, grandes interrogantes se siguen planteando entre otros, la justificación de la existencia o la reflexión acerca de qué es la vida.

¿Vivimos para qué? ¿Qué justifica la existencia?

El buen vivir, el vivir bien, es un propósito superior desde lo individual y desde lo colectivo. Este hecho debe ser concientizado y debe ser un vector directriz que encauce nuestra existencia.

Debemos dejar de mirar la felicidad como algo utópico, algo que solo se habrá de alcanzar al final de la existencia. El día a día, cada nuevo amanecer trae su propio afán y sus propias circunstancias, algo con lo cual el individuo deberá interactuar de manera casi que espontánea.

¡Salud!