Por Félix Alfázar González Mira*
Hay un bello escrito del filósofo de Envigado,
Fernando González, en el cual en su finca de “Otraparte” cuando era
bucólica, describe el cuerpo de la vaca. Empieza a recorrerla desde la cabeza
hacia atrás, a describir sus formas y sus partes, a mirar sus venas turgentes
como tuberías flexibles que conducen la sangre cuyos nutrientes son necesarios
para que los alvéolos mamarios la transformen en leche; y concluye: todo en la
vaca concurre a la ubre. ¡Al líquido vital!
Pues bien, donde quiera que en nuestra patria
se hable de políticas públicas que tengan que ver con mejorar las condiciones
de vida de las gentes, el tema de la autonomía territorial siempre estará
transversalmente presente.
Asistí en Aguadas, Caldas, al segundo
encuentro de Pueblos Patrimonio de este departamento y de Antioquia dentro del
marco de los programas de la Región Administrativa de Planificación, RAP, entre
los dos departamentos sobre el agua y la montaña. Reunión para compartir
experiencias de los municipios de Santa Fe de Antioquia, Jardín, Jericó,
Salamina y Aguadas; con invitación a Abejorral y Manizales.
Todas las exposiciones de los diversos
municipios tenían un elemento en común: la lejanía y lentitud de las
autorizaciones por parte del Ministerio de la Cultura para intervenir bienes en
su territorio. Rayaban casi en la indolencia.
En el pujante pueblo de Aguadas manifestaban
sus autoridades la pereza de las gentes para seguir haciendo parte de esa
organización, en atención a lo dispendioso de hacer intervenciones en los
bienes atendiendo normas nacionales de conservación; a tal punto que el señor
alcalde manifestó su preocupación por el deterioro y caída de su bello
patrimonio arquitectónico.
En Manizales llevan dos años esperando
autorización para una pequeña modificación que comporta una escalera menor y
una puerta para habilitar un espacio necesario para una notaría que espera
mejorar sus servicios, para lo cual les exigen un ingeniero calculista. Es una
exigencia descomunal para ese permiso, y eso que la Facultad de Arquitectura de
esa tierra es de las reputadas del país.
En Jericó la cotidianidad de la vida
intergeneracional de familiares herederos de bienes patrimoniales es afectada
altamente al no poder disponer de acomodo en esos espacios físicos por los
complejos requerimientos de la centralidad.
Su parque, construido hace treinta años, para
cambiar lozas menores e invertir 40 millones de pesos, necesitó seis meses de
espera para acometer esos nimios trabajos.
En el precioso edén que es el Municipio de
Jardín los hoteleros vienen parando las inversiones por lo dispendioso con el Ministerio,
su plataforma y generar los permisos. Su teatro, bastante antiguo, avanza
lentamente en su remodelación con las limitaciones de presupuesto y la “paciencia
jobiana” de las autorizaciones.
Lo de Abejorral si constituye una tragedia
total. Con buena intención el Ministerio de Cultura declara, desde 2002, mayor
parte de sus bienes urbanos patrimonio cultural. Inmoviliza cualquier decisión
e intervención de sus propietarios legítimos. No acuden a atender
requerimientos de las comunidades produciendo que esos inmuebles se deterioren
al punto de estarse cayendo y generando lo contrario de lo deseado:
¡conservarlos!
El señor gobernador de Antioquia se quejó, en
visita a la Ciudad Madre, que la autorización del ministerio de cultura para
intervenir el puente histórico, entre los municipios de Olaya y Santa Fe de
Antioquia, se hubiera demorado más de un año. La remodelación de la plaza mayor
Simón Bolívar de la ciudad histórica fue bastante lenta en atención a todos los
requisitos que exige la centralidad.
El gobernador de Caldas manifestó que en
Colombia había más territorio que Estado entendiendo que la autonomía permitía
que el Estado copara el territorio.
Preocupa constatar que en todos los territorios de la patria
existan preocupaciones comunes en todos los sectores de la vida nacional. Que
el centralismo desde el siglo XIX esté presente en todos los rincones e
instituciones que conforman nuestra organización estatal. Que el artículo
primero de la Constitución de 1991 que establece la Autonomía de las entidades
territoriales, dentro del Estado unitario y descentralizado, no esté
reglamentado para que desate el desarrollo impetuoso y latente presente en
nuestras gentes y territorios.
Pero anima saber y sentir que en todos los
lares entienden y saben que, como en la vaca, ¡todo concurre hacia la autonomía
fiscal territorial como líquido vital que alimentará el progreso y prosperidad
de nuestras regiones, gentes y territorios!