Por José Alvear Sanín
En vano cuidarás una serpiente lo mejor
posible; en cuanto se enfade recibirás la recompensa.
Proverbio
árabe
Continuamente Petro
exalta la revolución y, al mismo tiempo, la paz, como si ambas pudieran
coexistir. Después del sangriento caos revolucionario, se consolida el poder de
quien domine con el fusil, y luego se impone una “paz”, consistente en la
obediencia forzosa y la eliminación de las libertades individuales.
Así ha sido siempre, y
en Hispanoamérica no va a darse la excepción, como nos lo recuerdan Allende,
Chávez, Maduro y Ortega, y como lo iba a intentar el analfabeta de Castillo,
con su autogolpe de Estado, y el pobre diablo de Boric con su constituyente.
Este último par fracasó porque en Perú y en Chile los ejércitos no fueron
emasculados.
Más hábil, y por tanto
más peligroso, es Petro, quien después de demoler las Fuerzas Armadas viene
preparando su autogolpe minuciosamente, con la milicianización del país a
través de las guardias indígenas, cimarronas y campesinas, y con la próxima
incorporación de un “colectivo” chavista de 100.000 “jóvenes de paz”. El país
no presta atención a estos preparativos, distraído por la glosolalia cotidiana,
cantinflesca, incontenible, gárrula, mendaz, vulgar, procaz, fronteriza con la
esquizofrenia, que hace a tantos pensar que el personaje es más de lamentar que
de temer.
Al lado de la
inagotable catarata de grotescos trinos aparecen también las declaraciones más
siniestras, a las que el país no presta la atención debida. Muchos piensan que
Petro representa solo aquello de que “perro que ladra no muerde”, de tal manera
que no vale la pena preocuparse por sus chifladuras.
Pero algunos pensamos
que, detrás de su insoportable cháchara y de la cantidad de sandeces que expele
de manera deliberada, se esconde el propósito de que el país lo oiga “como
quien oye llover”, mientras él maquina en las sombras, con los mecanismos comunistas
virtuales y fácticos. Por eso hay tanta gente que sigue creyendo que la
Constitución sigue vigente y que es el infalible muro de contención.
Especialmente
preocupante es el anuncio de que los gobiernos municipales deberán ser
dirigidos por asambleas populares, es decir, por soviets (consejos). No
hay necesidad de preguntarle a Petro cómo van a integrarse sus soviets o
cómo van a proceder, porque su objetivo es estimular el caos previo y necesario
para el golpe que se dará, so pretexto de acuerdo con el ELN, para el
establecimiento de la “democracia popular” en Colombia.
Pasada una semana, hubo
apenas dos o tres comentarios superficiales sobre esos exabruptos, y luego nadie
volvió a hablar de ellos, pero Petro no dejará de implementarlos, porque están
dentro de la fórmula dogmática e inalterable del manual leninista.
Se dirá que la
Constitución no permite la creación de esas asambleas y que, por tanto, no
debemos preocuparnos por otra de las afirmaciones irresponsables a las que nos
tiene acostumbrados.
Respondo que de lo que
se trata es de la organización del Estado hacia la cual vamos de manera
inevitable, si Petro consolida su toma de los demás poderes, empezando por la
inexorable de la Fiscalía, en muy pocos meses, cuando termine el periodo de su
actual titular, y por la consolidación del Pacto Histórico en las grandes
ciudades y departamentos, si no hay unión de las fuerzas democráticas en torno
a candidatos únicos y viables.
Entre 1925 y 1933,
pocos en Alemania “pararon bolas” a los despropósitos de un cabo psicópata, y,
sin embargo...
Aquí nos puede pasar lo
mismo, si, a pesar de estar advertidos sobre las intenciones de Petro y la
ideología de su movimiento, continuamos desconociendo el inminente peligro,
ilusionados con su salida en 2026. Con voto y cómputo electrónicos, bajo
autoridades electorales comprometidas con el régimen, esa es una apuesta poco
sólida, desafortunadamente acorde con el clima nacional de despreocupación
frente a los hechos más ominosos del actual gobierno.
Pero, después de las
marchas, lo que se nota es un Petro atrincherado en la nueva legislación
electoral y dispuesto a burlarse de los manifestantes...
Colombia es demasiado
rica para que nuestros enemigos la suelten. Pero si la judicatura, los
legisladores, los medios y los partidos reaccionasen al borde del abismo, estimulados
por el verdadero sentimiento nacional expresado en las multitudinarias marchas,
el país, hasta ahora resignado al escándalo y al pillaje, podría encontrar el
líder indispensable para su recuperación...
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