viernes, 9 de junio de 2023

El efímero poder

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

El bochornoso espectáculo de sacarse los cueros al sol que nos ha dado estos días nuestra flamante clase política es una nueva y muy buena cátedra existencial de la que deberíamos sacar jugoso provecho.

Se nos olvida nuestra humana condición de seres limitados, lábiles, frágiles, llenos de defectos y de errores. No somos dioses, pero quisiéramos serlo a pesar de esas realidades. Legítima aspiración si se tratase de trascender, crecer y madurar. Equívoco sueño si de lo que se trata es de dominar todo, controlar todo, poseer todo. Lo grave es eso: olvidamos que no somos eternos.

Con razón que un superior mío, que lo fue toda la vida en la Orden, detestara a Machado porque le recordaba: “Todo pasa y todo queda, más lo nuestro es pasar…”. Claro, cuando uno está instalado en la mullida poltrona del poder le resulta terrible reconocer que un día ese cuarto de hora se le va a acabar. Los así llamados “viudos del poder” precisamente son aquellos que lloran amargamente la soledad de no tener una corte a su servicio, el ya no ser reconocidos ni aplaudidos, la irremediable suerte de ser paulatinamente olvidados.

Armando y Laurita, los personajes de turno, y con ellos toda la galería de estrellas fugaces, olvidaron esta verdad. Ser importantes y poderosos obnubila. Los fulgurantes destellos de ser el poder detrás del trono enceguecen. Se enredaron en la maraña de los hilos del poder que entretejieron y el querer robarse el control protagónico de las cosas, resultó saliéndoles por la culata. De tenerlo todo a quedarse sin nada. Subieron como palmas y cayeron como cocos. El revés ha sido estruendoso y promete serlo aún más.

El afán desmedido del tener, del poder, del placer, cobra un costo elevado. Entre más alto se suba, más duro el tiestazo en la caída. Lo sabemos, pero deliberadamente queremos ser amnésicos. Las deliciosas mieles se saborean y disfrutan, pero no son para siempre. Parafraseando diríamos: no hay poder que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista. Y es que efectivamente nadie resiste a un poderoso que olvidó que tenía el poder no para abusar sino para servir. A esos poderosos todo el mundo les bate cola mientras están en la cima, pero ni siquiera los determinan cuando están en la sima. Por eso se habla de aprovechar el “cuarto de hora”, ese único y efímero tiempo que se tendrá en la vida para aprender forzosamente esta lección.

Pasa en las películas, pasa en la vida real… ¿cuándo aprenderemos la lección?