miércoles, 3 de mayo de 2023

Llamamiento, por orden alfabético, a nuestro jefes políticos

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

La figura del avestruz evoca a quienes entierran la cabeza para no ver lo que pasa a su alrededor, posición tan incómoda como inútil.

Después de la llegada de Petro al poder, la mayoría de los políticos democráticos en Colombia aparecen inmovilizados como avestruces, confiados en la operancia de un orden constitucional que ya no existe. Persisten así en mantener celosamente sus amenazados feudos, mientras avanza la toma del Estado para poder luego cambiar el modelo económico y social, replicando inevitablemente el hambre, el despotismo y la ruina que sufre Venezuela.

Pensar que en octubre los gobiernos locales serán conquistados por atomizadas y contrapuestas fuerzas democráticas, no pasa de ser una consoladora ilusión… antes de un amargo despertar.

El país va hacia el abismo, sin que nadie con suficiente autoridad política llame a la resistencia organizada y eficaz, que solo tendría posibilidades de éxito si todas las fuerzas democráticas se unieran para salvar al país.

De lo contrario, nuestro futuro será como el de Venezuela, una narco-dictadura con una oposición fragmentada y tolerada dentro de ciertos estrechos límites, para dar la impresión de normalidad institucional, cuando la realidad es la de una complicidad vergonzante entre la tiranía y sus aparentes contradictores.

En Colombia tenemos seis grandes líderes que no pueden seguir cada uno por su lado.

Sin otro título que el de ciudadano imploro a los doctores Iván Duque Márquez, César Gaviria Trujillo, Enrique Gómez Martínez, Andrés Pastrana Arango, Álvaro Uribe Vélez y Germán Vargas Lleras, que se reúnan y deliberen el número de horas o de días que sea necesario para unificar y compactar todas sus fuerzas en un gran movimiento nacional, único capaz de detener la anarquía y la revolución.

Ninguno de esos seis jefes es mejor que los demás. Los he citado por orden alfabético, porque llegados al momento actual las diferencias del pasado no cuentan. Aunque ninguno de ellos es perfecto, todos han servido bien a Colombia, mientras la propaganda política y docente de los últimos años los presenta como objetos de ludibrio. No podemos seguir tolerando que se los pinte como malhechores, corruptos, asesinos, latifundistas y esclavistas. Pocos países tienen un elenco directivo tan sobresaliente.

Si esta media docena de grandes líderes dejan de lado banderías y viejas rencillas para acometer la empresa indispensable de impedir que el país sea aniquilado, la esperanza renacerá. De lo contrario, el comunismo arrasará con todo lo bueno en Colombia, empezando por estos líderes y sus movimientos políticos, que han hecho posible la democracia en Colombia.