Por José Alvear Sanín*
La figura del avestruz
evoca a quienes entierran la cabeza para no ver lo que pasa a su alrededor,
posición tan incómoda como inútil.
Después de la llegada
de Petro al poder, la mayoría de los políticos democráticos en Colombia
aparecen inmovilizados como avestruces, confiados en la operancia de un orden
constitucional que ya no existe. Persisten así en mantener celosamente sus
amenazados feudos, mientras avanza la toma del Estado para poder luego cambiar
el modelo económico y social, replicando inevitablemente el hambre, el
despotismo y la ruina que sufre Venezuela.
Pensar que en octubre
los gobiernos locales serán conquistados por atomizadas y contrapuestas fuerzas
democráticas, no pasa de ser una consoladora ilusión… antes de un amargo
despertar.
El país va hacia el
abismo, sin que nadie con suficiente autoridad política llame a la resistencia
organizada y eficaz, que solo tendría posibilidades de éxito si todas las
fuerzas democráticas se unieran para salvar al país.
De lo contrario,
nuestro futuro será como el de Venezuela, una narco-dictadura con una oposición
fragmentada y tolerada dentro de ciertos estrechos límites, para dar la
impresión de normalidad institucional, cuando la realidad es la de una
complicidad vergonzante entre la tiranía y sus aparentes contradictores.
En Colombia tenemos
seis grandes líderes que no pueden seguir cada uno por su lado.
Sin otro título que el
de ciudadano imploro a los doctores Iván Duque Márquez, César Gaviria Trujillo,
Enrique Gómez Martínez, Andrés Pastrana Arango, Álvaro Uribe Vélez y Germán
Vargas Lleras, que se reúnan y deliberen el número de horas o de días que sea
necesario para unificar y compactar todas sus fuerzas en un gran movimiento
nacional, único capaz de detener la anarquía y la revolución.
Ninguno de esos seis
jefes es mejor que los demás. Los he citado por orden alfabético, porque
llegados al momento actual las diferencias del pasado no cuentan. Aunque
ninguno de ellos es perfecto, todos han servido bien a Colombia, mientras la
propaganda política y docente de los últimos años los presenta como objetos de
ludibrio. No podemos seguir tolerando que se los pinte como malhechores,
corruptos, asesinos, latifundistas y esclavistas. Pocos países tienen un elenco
directivo tan sobresaliente.
Si esta media docena de
grandes líderes dejan de lado banderías y viejas rencillas para acometer la
empresa indispensable de impedir que el país sea aniquilado, la esperanza
renacerá. De lo contrario, el comunismo arrasará con todo lo bueno en Colombia,
empezando por estos líderes y sus movimientos políticos, que han hecho posible
la democracia en Colombia.