Por Epicteto, el opinador
Vuelvo a opinar,
movido por las inquietudes de mis contertulios, que a cada momento ponen a
prueba mi agudeza con sus atinados cuestionamientos.
No se explican, por
ejemplo, que un país como el nuestro, con una de las democracias más
antiguas del continente, con una opinión mayoritariamente inclinada al
pensamiento de derecha y centroderecha según las encuestas, y con un prudente
manejo de su economía en las últimas décadas, haya caído en este
desbarajuste moral, político, económico y de seguridad en tan solo dos meses
del nuevo gobierno.
Buscan la
explicación en las postreras causas, cayendo así en un estéril inmediatismo,
sin profundizar en los primigenios factores causantes del desastre. A menudo,
como es sabido, los árboles impiden ver el bosque.
Sabíamos de
antemano lo que acarrearía la llegada de la izquierda radical al poder. Nadie
podía llamarse a engaño, pues los propios voceros de esta se encargaron de
propalar a los cuatro vientos las reformas que introducirían. Venían con ánimo
de venganza, amenazando a todos los que en el pasado han cometido el delito
de combatir la violencia o el narcotráfico; plantearon reformas a los impuestos
para aumentar el recaudo aunque fuera desestimulando el crecimiento
económico; anunciaron su propósito de dinamitar las estructuras de las fuerzas
armadas y de la policía, como castigo por su heroica lucha contra el
terrorismo y el narcotráfico; se comprometieron con los vándalos, corruptos
presos en las cárceles y narcotraficantes a beneficiarlos con la impunidad;
conquistaron votos prometiendo expropiaciones a granel y entrega de tierras
a sus seguidores; no tuvieron ningún recato en dar a la luz su plan de asaltar
los ahorros pensionales de los colombianos.
¿Cómo fue posible,
entonces, que semejante despropósito hubiera sido premiado con la mayor
votación tanto en la elección de Congreso como en la de presidente?
Cuatro causas
surgen de un primer análisis para explicar este monumental descalabro para la
sociedad colombiana:
Primera. Las elecciones no las ganó la izquierda en las urnas sino en la
Registraduría. Desde hace más de dos años se venían denunciando todos los
movimientos efectuados por el Gobierno nacional y las autoridades electorales
para favorecer a la izquierda, así como las irregularidades en la contratación
de las empresas que efectuarían los escrutinios sin que sus programas pudiesen
ser auditados. Los procesos electorales, plagados de irregularidades fueron
objeto de numerosas reclamaciones que no fueron atendidas. Tanto el presidente
de la República como el registrador, el CNE, la Fiscalía, y la Procuraduría se
negaron a lo más obvio, que hubiera sido practicar un reconteo donde existiera
sospecha de fraude. Pero todo estaba diseñado para que el triunfo fuera de la
extrema izquierda.
Segunda. La compra de votos, origen de la corrupción política que padecemos,
se manifestó de manera abrumadora en favor de la candidatura de la izquierda.
Aparte del patrocinio gubernamental, conseguido con interpretaciones contrarias
a la Constitución y a la Ley, contó el Pacto Histórico con monstruosas sumas
que, según múltiples informaciones, provenían del narcotráfico, de la guerrilla
de las FARC y del ELN, de sus gobiernos amigos de la izquierda y de las
organizaciones internacionales afines al Nuevo Orden Mundial y a la ideología
marxista. Ningún otro candidato o grupo político pudo contar con suma siquiera
cercana a la de los vencedores.
Tercera. Gran parte de la votación fue obtenida gracias al mensaje demagógico
de la izquierda, con el cual vienen engañando a los pueblos desde hace más de
un siglo. Prometiendo reparto de tierras, aumento de salarios, congelación o
rebaja de servicios públicos, expropiación a las clases oligárquicas, subsidios
de todo orden a la población, etc. Desafortunadamente, son muchos los votos
determinados por las más bajas pasiones, por la más supina ignorancia o merced
al adoctrinamiento marxista de la población estudiantil.
Cuarta. Manifiesta incapacidad de los dirigentes de derecha y centro-derecha.
Carecieron de una estrategia seria capaz de llegar al corazón de los
ciudadanos.
No tuvieron la
necesaria generosidad para unir fuerzas con anticipación para salvar al
país, a pesar de que eran de público conocimiento los planes del Foro de Sao
Paulo y del Grupo de Puebla para tomarse el poder en Colombia.
Fueron gravemente
perjudicados con el rechazo mayoritario del pueblo al gobierno del presidente
Duque; su falta de apoyo al partido de gobierno; su condescendencia con las
FARC; su falta de autoridad que permitió a la izquierda apoderarse de las
calles e incendiar al país; sus insistencia en endeudar al país para cumplir
los acuerdos de La Habana sin exigir nada a cambio; su falta de liderazgo para
enfrentar el crecimiento de los cultivos ilícitos y el vandalismo; la inoperancia
de su gobierno frente a problemas como el endeudamiento público, los altos
costos del Estado, la corrupción en la Administración de Justicia; la falta de
defensa de la soberanía nacional frente al Tratado de Escazú y al
intervencionismo de la ONU y otras entidades en asuntos propios del país; y su
absoluta falta de acción para prevenir o contrarrestar los planes
intervencionistas del Foro de Sao Paulo y la izquierda internacional en
Colombia.
Como decía antes,
estas causas inmediatas del calamitoso resultado electoral tienen detrás otros
factores que les dan origen y que analizaremos en próxima oportunidad, para no
fatigar a los lectores ni volvernos empalagosos.
Me he aventurado a
expresar algunas verdades, conocidas de algunos, pero no suficientemente
analizadas, pues considero mi deber apartar la ignorancia y no callarme para
evitar algún conflicto. En esto sigo sin temor la reflexión de Marco Aurelio:
“Es terrible, en
efecto, que la ignorancia y la excesiva complacencia sean más poderosas que la
sabiduría”[1].