Por José Alvear Sanín*
Es muy bueno viajar en el
jet presidencial dos o tres veces por semana, ser recibido por numerosas gentes
—unas entusiasmadas, otras esperanzadas y muchas ociosas—, discursos, micrófonos,
periodistas, fotos, clima triunfal y eufórico propicio a la fácil palabrería
del personaje…
En estas tres
interminables semanas Petro ha hablado mucho. Desde luego, para él no existe
aquello de que quien mucho habla, mucho yerra, porque sabemos que él todo lo
sabe…
De su prodigiosa minerva,
en cada viaje brotan pensamientos fulgurantes y frases deslumbrantes.
Aquí es lo de la
negociación entre el ocupado y los ocupantes; allá, lo de la creación de la
federación nacional de cocaleros y cocaleras; acullá, lo de la reforma agraria
a través del impuesto de valorización; y poco más adelante, aquello de la
supeditación de las Fuerzas Armadas a los caprichosos consejos de seguridad de
las alcaldías, totalmente ignorantes de la ciencia militar y de su logística
operacional.
Estas y muchas otras son
las fórmulas verbales, inesperadas y efectistas, a que nos tiene acostumbrados
el incontenible hablador.
Unas pocas veces se han
oído en este país, declaraciones presidenciales discutibles, pero nunca esa incontenible
catarata de sandeces. No todos los gobernantes tenían la estructura mental de
los grandes presidentes, pero aun los mediocres medían sus palabras.
Ante la intemperancia
verbal de Petro, los comentaristas han calificado sus efusiones como confusas,
absurdas, erróneas, equivocadas, superficiales, impensadas, etc. En efecto lo
son; y mucho más, porque son imprudentes, perjudiciales, agresivas y
relacionadas con el inconsciente. Por tanto, anuncian políticas funestas, que
no se disipan con las medio aclaraciones que a veces sus subalternos se ven
obligados a ofrecer, sea para negar lo dicho, sea para minimizar el estupor
causado.
Ante la expresión habitual
de tonterías y delirios, los petristas callan y los demás manifiestan su
esperanza de que rectifique o corrija. ¡Vana esperanza! Si Petro fuera un
gobernante normal y responsable, dentro de un esquema constitucional y
democrático, nunca hubiera dado lengua suelta a tantas insensateces. Pero él es
un marxista y comunista radical, cuyo propósito inocultable ha sido siempre el
de demoler todas las instituciones para edificar sobre sus ruinas un nuevo
orden revolucionario de corte castro-chavista.
Cuando Petro emite lo que
a nosotros nos parecen los planteamientos absurdos de alguien trastornado por el
ambicionado poder al que finalmente ha accedido, estamos en presencia de la
génesis de procesos infames que van a desembocar en la ansiada revolución.
No, lo de Petro no son
descaches, definidos en el DRAE como “desaciertos o improvisaciones”.
Esas palabras son la expresión verdadera de su pensamiento y su voluntad.
En esos mismos 22 días
Francia, la mayoría de las ministras y algunos ministros, profieren a su turno también
incontables babosadas, igualmente expresivas de sus pensamientos profundos y de
la ignorancia, impreparación e incompetencia que los distinguen.
Con el correr de los días
no van a ser desautorizados ni desmentidos, porque en los meses venideros ellos
impondrán al país políticas erróneas y perversas, congruentes, eso sí, con el
plan revolucionario continental.
También son vanas las
esperanzas de corrección y contención puestas en el actual Congreso, formado en
su mayoría por ignorantes, improvisados e ineptos, iguales a los ministros, y
que han surgido de incontables tendencias disociadoras en las que se combina la
ignorancia con la irresponsabilidad. Allá no habrá freno para ninguna locura
política, financiera, económica, jurídica o moral.