Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez*
Nadie ama y quiere, cuida y protege mejor un equino, un bovino o un canino
que quien depende de él para su propia supervivencia o la de su familia.
Nadie protege, ama y cuida quiere más una vaca, un toro o una cría, que el
ganadero, el vaquero, el ordeñador o el veterinario que le dedica su vida a
estos animales.
Nadie protege, ama y cuida más un caballo, una mula o un burro que quien lo
cría, quien lo doma, quien lo maneja, que su jinete, su entrenador, que el
herrero, el veterinario o el nutricionista que los atiende.
Nadie protege, ama, quiere y cuida, más un canino que quien se juega la
vida con él, a diario, que quien depende de él para ver, que quien duerme
tranquilo bajo su protección o quien maneja un rebaño con su ayuda.
En la actualidad, sin duda alguna, quienes menos protegen los animales
domésticos son los legisladores, para quienes no bastan las reglas establecidas
en los códigos de policía, sino que quieren eliminar todas las interacciones culturales
y tradicionales del hombre con estos animales y como consecuencia ponen en riesgo
su propia existencia como especies.
Hablemos del gran poder destructivo de la ignorancia cuando se trata de
legislar sin hacer estudios ni comprender los factores culturales sociológicos
y económicos que determinan nuestra vida con los equinos, los bovinos y los
caninos.
Sin duda dentro del reino animal al cual pertenecemos, dentro de los animales
domésticos, los equinos, los bovinos y los caninos, han sido y siguen siendo, los
más nobles, útiles y los mejores compañeros del hombre, y han sido
absolutamente instrumentales en el desarrollo de la humanidad y de la
civilización. A ellos les debemos mucho, y los vamos a seguir necesitando.
Como un acto que solo se puede calificar de ser tan ignorante,
sensacionalista como ególatra, siguiendo una línea política populista de
burgomaestres y legisladores a quienes el electorado le confió ciegamente la
representatividad integral de sus intereses, un representante al Cámara por el
Huila envió con fecha agosto 16 de 2022 una carta dirigida a la secretaria de
la Comisión Primera de ese órgano legislativo una proposición que dice así:
1. Adiciónese al
artículo 3º del Proyecto de Ley 007 de 2022 Cámara, por medio del cual se
eliminan las prácticas taurinas en el territorio nacional y se dictan otras
disposiciones, el cual quedará así:
“Artículo 3º.
Prohibición. Se prohíbe el desarrollo de actividades de corridas de toros,
rejoneo, novilladas, becerradas y tientas, coleo, corralejas, encierros y
suelta de vaquillas, festivales cómicos taurinos y aficionados prácticos, así
como los procedimientos utilizados en estos espectáculos, tanto en el ámbito
público como en el privado.
De igual forma se
prohíben las siguientes actividades de explotación económica de animales:
peleas de gallos, equitación, concursos caninos, cabalgatas, uso de perros en
labores de seguridad privada, exposición de peces en acuarios y zoológicos.”
Empecemos por la prohibición de las
corridas de toros. Se reconoce que en muchos países donde la tauromaquia no ha
estado atada a la cultura del pueblo está prohibida la lidia y muerte de toros
bravos.
Desde antes de las eras griega y romana, en la cultura ibérica y
mediterránea, a la cual estamos necesariamente atados y desde las culturas
autóctonas, desde la colonia y hasta la actualidad, en Colombia, Venezuela,
Ecuador, México, Perú, Texas, California y en algunos lugares de Centro
América, las corridas y la lidia de ganado bravo ha formado parte tradicional y
esencial de todas las manifestaciones culturales y feriales de nuestras
comunidades a través de los años y a lo largo y ancho de toda nuestra
geografía.
Es importante que los órganos legislativos se pregunten si: ¿Son las
propuestas prohibicionistas algo que realmente que concierne a toda la sociedad,
o es una nueva bandera politiquera de un solo grupo en procura de votos y con
el fin de ganar protagonismo como representante de algunas audiencias o
segmentos de la población que con todo derecho no están de acuerdo con las
corridas de toros?
La respuesta es clara. Este es un tema politizado a cuenta del caso del
marketing político adelantado en Barcelona, Bogotá y la Ciudad de México, orientado
a ganar soporte político entre movimientos animalistas citadinos y en redes
sociales que se declaran anti-taurinos, y reclaman la eliminación de la fiesta,
sin consideración ni respeto alguno de los derechos y libertades de los demás, y
en muchos casos manifestándose violentamente contra los aficionados y contra
las personas y las familias que viven de las actividades taurinas.
A lo largo de la historia de la humanidad las corridas de toros y la
tauromaquia como manifestación artística, cultural y actividad económica, han
hecho parte milenaria del desarrollo cultural de las civilizaciones.
Han sido y siguen siendo una representación viva de las realidades de la
vida, de las interacciones entre el hombre y los animales en el campo, y han
sido fuente de empleo y sustento de cientos de miles de personas y de pequeñas
empresas, además de generar ingresos para las localidades o municipalidades a
lo largo de muchos siglos.
Negar la tradición y el valor cultural, sociológico y económico de la
tauromaquia es simplemente un acto de ignorancia crasa.
No en vano grandes artistas, hombres y mujeres cultos, han plasmado en las
letras poéticas y narrativas, en la música, la pintura, la escultura, el cine,
el baile y toda suerte de actividades culturales, su admiración y profunda
comprensión de la manifestación artística que encarna la tauromaquia, como algo
que está arraigado en muchas de las manifestaciones socioculturales de un sinnúmero
de naciones y comunidades con una misma herencia cultural.
Las corridas de toros, como representación de muchas faenas de campo
llevadas a anfiteatros populares, si bien contienen elementos de riesgo para
los artistas frente a una fuerza bruta, se centran mucho más en la conjunción
plástica de la necesaria destreza mediante la cual el hombre logra sobrevivir
en una lucha desigual con una fiera agresiva por naturaleza genética.
Una propuesta como esta que cursa actualmente en la Cámara de Representantes
colombiana, solo demuestra que tan grave es el problema de una gran falta de
cultura general de quienes nos representan en la formación de las leyes, y es
prueba de su carencia absoluta de civilización, educación básica y sentido
común, practicidad, realismo y conocimientos sobre el funcionamiento social y económico
de las tradiciones y los comportamientos de los pueblo y de la importancia que
tienen las diferencias en la historia universal y colombiana, está última atada
al origen migratorio peninsular desde la colonia.
Son tan respetables las costumbres que forman cultura en todas las
comunidades, es tan respetable la tauromaquia como las costumbres en casos
violentas de los indígenas y las de todas las minorías.
Es ignorante por parte de un legislador, humanizar los animales domésticos
o salvajes, en perjuicio de otros seres humanos. Es incoherente no ocuparse de
la violencia entre seres humanos en muchas otras actividades sociales y eventos
deportivos como las barras bravas, etc., y atacar las actividades taurinas sin
tener idea de su valor cultural.
Durante toda mi existencia he sido parte del mundo del toro, en el campo,
en las plazas como profesional y aficionado, y en el medio social en que los
taurinos y los artistas de las diversas manifestaciones nos relacionamos, y nunca
he visto violencia entre seres humanos ni en el ruedo ni en las graderías,
nunca he visto entre el mundo de la tauromaquia más que seres humanos extraordinarios,
tan nobles, honestos y transparentes en su conducta como lo es el hermoso
ganado bravo, una especie que ha existido milenariamente gracias a las fiestas
de toros que hoy se quieren prohibir.
Lo único que van a lograr con este tipo de medidas es dejar en la calle a
miles de familias y terminar con una hermosa especie bovina que por miles de
años ha sido criada y cuidada con mucho amor por el hombre pues el toro bravo
es el elemento esencial y necesario sin el cual se extermina toda una cultura
milenaria.
Pasemos a analizar ahora la irracional y
estúpida propuesta de prohibición de la equitación
Es increíble que en Colombia quienes hagan las leyes desconozcan que la equitación
es un arte al igual que lo es la tauromaquia, o la doma y entrenamiento de
cualquier especie animal.
Nuestra civilización se relaciona con los equinos, bovinos y caninos desde mucho
antes de los recuentos que ya se documentaron en Mesopotamia, pasando por Creta
y Grecia a lo largo de toda la historia de la humanidad, en todo el
mediterráneo y en partes del Asia.
Con toda seguridad ignora el proponente que entre los primeros tratados de
equitación y doma está el Jenofonte 430 a 355 a.C., ignora testimonios como los
de los dibujos de las cuevas de Altamira o de la utilización del caballo por
parte de persas, mongoles, iberos, galos, y en el desarrollo de las Américas,
de Australia, Nueva Zelanda, y de muchas naciones africanas.
Se ignora que desde entonces está documentado en la historia universal que
el caballo y la equitación como sistema o lenguaje de comunicación con los
humanos, ha sido el más poderoso compañero del hombre en todas sus actividades
desde los inicios de la agricultura, en las conquistas y en la guerra, en las
comunicaciones, el comercio y en general en todo aquello que el hombre
construyó por miles de años y hasta principios del siglo pasado.
Es ignorancia y falta absoluta de cultura general no tener en cuenta cuánto
aportan la cría comercial de la ganadería equina, bovina y canina, y de todo
tipo de especies animales al PIB agrícola mundial y nacional, al sistema
alimentario y a la necesidad de proteína, y a las actividades industriales de
derivados en el ámbito global.
Ignora el ignorante e indolente proponente, que el caballo y el hombre han
sido los principales protagonistas del desarrollo de decenas de civilizaciones
incluida la contemporánea.
Ignora el proponente que fue el caballo el animal que nos sacó de las
cavernas y las montañas a las planicies y nos hizo nómadas, nos enseñó a buscar
las orillas de los ríos y nos facilitó por medio de la equitación que quiere
abolir, el poder recorrer mayores distancias con lo cual obtuvimos la capacidad
de haber desarrollado múltiples civilizaciones hasta la invención del motor,
cuyo poder, también en honor a los equinos se mide en caballos de fuerza.
Es ignorante y falto de cultura general, pasar por alto que la equitación,
que hoy se quiere prohibir en Colombia, representa la forma como se desarrolló
nuestra nación desde el descubrimiento hasta la necesidad de seguir trabajando
con equinos, mulares y asnales en gran parte del difícil y accidentado
territorio nacional.
Es inconcebible que, en función de los votos de algunos rebeldes incultos,
se desconozca que la equitación es un arte que empieza por la educación de
caballo y del jinete, en los fundamentos de una cultura comunicacional de mutuo
entendimiento, que se ha desarrollado a lo largo de varios milenios.
Ignora el legislador, que la industria del caballo es la primera industria
empleadora en Francia y en el Estado de Texas, y la segunda industria
empleadora en Estados Unidos de América y el Reino Unido, y sin duda una de las
industrias que más empleos genera en Colombia también.
Ignora el proponente que la cultura ecuestre y la equitación van de la mano
en el deporte o en el trabajo de campo con ganados, y que toda la actividad
ecuestre está dentro de las primeras industrias de Australia, Nueva Zelanda,
Argentina, Alemania, España y Portugal, y decenas más de países en todo el
mundo, incluidas China, Rusia, Japón, y muchas naciones más.
Ignora que el caballo es hoy el animal más cuidado y querido por el hombre
como su amigo y compañero en el deporte y en el trabajo de campo, e ignora cuánto
significa esto para una economía y para el bienestar de muchas familias y
muchas personas.
El ignorante, inculto y bárbaro ponente, en procura populista de
protagonismos ante audiencias novatas y de votos, pasa por alto que su
propuesta al eliminar las actividades ecuestres y la tauromaquia condena a la desaparición
de dos especies milenarias, e ignora totalmente que el caballo, como especie
doméstica, sin la equitación y sin el trabajo en equipo con el hombre, estaría
condenado a sucumbir en las peores condiciones imaginables.
¿Sabe el parvo representante, el valor que agregan los caballos a la
economía y el poder redistributivo de riqueza de la actividad ecuestre en
Colombia y en todo el mundo?
Desconoce por completo que la industria del caballo no solo es, tal vez, el
factor más eficiente de redistribución de riqueza concentrada a toda la cadena
económica y de las clases más favorecidas a personas que gracias al caballo
llevan una vida digna y prospera.
Ignora el atrevido representante que la actividad ecuestre o equitación, está
presente en todos los países del mundo en materia de deportes ecuestres y de
utilización de los equinos en toda suerte de labores y trabajos en el campo y
en muchas ciudades.
Según la filosofía moderna de oportunismo político propio de los populismos
actuales, lo que se pretende es evitar toda utilización de los animales por
parte del hombre, en este caso bovinos, equinos, mulares y asnales al igual que
de los caninos y ridículamente se prohíbe la exhibición de peces en acuarios y
zoológicos que es donde los niños aprenden directamente sobre la belleza y la
importancia de todas las especies que componen el reino animal.
Muchos ciudadanos de igual derecho le pedimos al representante explíqueme entonces;
¿si un ganadero compra un toro o un semental equino, no es el ganadero o
propietario, sino el propio toro o el padrillo, el que define si puede cumplir
con funciones reproductivas?
Cómo puedo entonces preguntarle al toro, a la vaca, al caballo o a la
yegua, al burro o a la mula, si está de acuerdo o no con reproducirse, y dónde
le consigno por ejemplo los réditos del semen o los embriones que se le congele
o que se vendan, para pagar su manutención.
La humanización de los animales tiene un costo muy alto en materia del
perjuicio que se le causa a los mismos animales y los seres humanos que
trabajamos con animales.
Hablemos de la gran función que tiene el
entrenamiento y trabajo de los caninos en nuestra sociedad
De las labores importantes de los caninos con las personas invidentes y
minusválidos tampoco se entera el ignorante proponente.
Ignora, además, que vivimos en una era llena de narcotráfico y terrorismo
en la cual los caninos le ayudan al hombre en rescates, prevención y combate de
la violencia y los delitos de forma inconmensurable.
Ignora el legislador cuánto ayudan los perros en el campo, con el ganado,
en la vigilancia, en la llamada de atención ante el peligro al humano, en el
cariño que se forma entre el vaquero, el pastor, el vigilante y su perro.
Su agudeza de olfato, auditiva y sensorial nos supera. La educación de
perros y guardias es algo que la propuesta también ignora de plano como las
destrezas de los artes y deportes ecuestres, y la dificultad y las enseñanzas
de vida que se envuelven tras la plasticidad de la tauromaquia.
La proposición denota la gran insensibilidad de quienes con la propuesta
quieren pasar por seres sensibles, como todo lo de la retorica demagógica
populista que se vale de la dialéctica inversa para engañar a la gente frente
al deber ser y la realidad de las cosas en la vida real.
Con tristeza, hoy en día, con estas teorías inventadas con fines de obtener
resultados mercaderístas en la política, no se logra nada positivo, nada
diferente a ejercer de los humanos otra forma de violencia sobre otros seres
humanos y sobre las especies animales con las cuales interactuamos, en el arte,
el deporte o el trabajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Con gusto aceptamos sus comentarios mientras no sean innecesariamente ofensivos o vayan en contra de la ley y las buenas costumbres